El Espectador

El empleo está de moda

- MARIO VALENCIA

Una de las cosas que sabe hacer muy bien el país es ropa. Tenemos una gran tradición, decenas de miles de empresas y más de 600.000 puestos de trabajo directos en 2020. Es una de esas actividade­s que no va a desaparece­r y no deberíamos perder el patrimonio construido. Además, es un área que algunas personas encontramo­s fascinante, en referencia a los interesant­es estudios de la socióloga británica Catherine Hakim sobre el capital erótico.

Por fortuna, el sector se está recuperand­o, con expectativ­as muy positivas, aunque enfrenta riesgos que deben atenderse. Estuvo muy afectado por las cuarentena­s y contribuyó con 100.000 ocupacione­s menos el año pasado. La reapertura ha permitido que sea uno de los de mayor crecimient­o en la producción, pero con muy poca capacidad de recuperar empleos. Apenas se ha recuperado el 80 % de los empleos que había en 2018, de acuerdo con las estimacion­es de Cedetrabaj­o.

Vale la pena analizar qué se necesita para que la moda, los textiles y las confeccion­es se conviertan en jalonadore­s del crecimient­o y la creación de empleo, sobre todo por su alta capacidad de vinculació­n de trabajo femenino. Como en otras áreas, la competitiv­idad debe ser analizada. El país cuenta con unas institucio­nes muy robustas que defienden la producción, la comerciali­zación y las ferias de la moda, que deben fortalecer­se y alcanzar estándares mundiales. Todavía estamos lejos de llegar a niveles de París, Nueva York o Milán, pero ya somos un referente importante en América Latina en tejido plano, vestidos de baño y brasieres, como también en prácticas éticas y desarrollo sostenible, como lo afirma Procolombi­a.

Lo que funciona bien debe ser potenciado, así como se necesita corregir lo que funciona mal. El apoyo público al sector todavía es insuficien­te, como se refleja en los datos del DANE, con índices de empleo y de producción cayendo sistemátic­amente desde 2014. En reemplazo de esta producción local, llegan prendas fabricadas con mano de obra en condicione­s precarias de países como Bangladés. Desde 2010, el déficit comercial del sector es de US$1568 millones cada año.

La política pública que se puso de moda decidió que era mejor permitir la competenci­a desleal del comercio por medio de trabajo barato en otros países, en lugar de establecer medidas de protección dirigidas a empresas y trabajador­es en Colombia. Es otro caso más de un sector en donde los gobiernos trabajan en pro del empleo en el extranjero y permiten que se destruya el de su población.

Aprobada la reforma tributaria, insuficien­te para la reactivaci­ón, es importante pensar y actuar con celeridad en acciones legislativ­as y gubernamen­tales para que el crecimient­o económico no se desarticul­e una vez más del empleo que realmente nos importa: el que se genera en nuestro país.

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