El Espectador

Primero el apellido de mamá, la ley que da a luz un cambio en las familias

Con la llegada de la Ley 2129, que permite elegir el orden de los apellidos de los niños al registrarl­os, cada vez más padres prefieren poner primero el de la madre.

- MIGUEL CASTELLANO­S lcastellan­os@elespectad­or.com @loqueolvid­o

Juanita, de quince años, siempre se presenta con el apellido de su madre, pese a que en su documento, por una vieja ley, repose primero el de su padre. Ella no se identifica con él. Sabe que existe, porque la registró y nada más. Por eso, se presenta con el apellido de su madre y ahora, con el avance de la norma, lo podrá volver oficial. Piensa cambiar el orden, para no tener que explicar por qué obvia su primer apellido.

Ella y otros niños, que ni siquiera han dado su primer paso sobre la tierra, están dejando huella. En total, se trata de los 172 niñas y niños en el país que, hasta mediados de septiembre, los habían registrado en primer lugar con el apellido materno, seguido del paterno. Ser los primeros en cobijarse con la Ley 2129, también conocida como Ley Aluna, que desde el 4 de agosto pasado permite establecer el orden de los apellidos por común acuerdo de los padres, los convierte en parte del cambio que, desde las institucio­nes y los movimiento­s sociales, surgió para brindar reconocimi­ento en igualdad de condicione­s tanto a mujeres como a hombres.

Y tal parece que esta fuera una decisión esperada, porque a medida que pasa el tiempo son más las parejas que deciden que sus hijos lleven primero el apellido de la madre. A esto se le están sumando personas que, desde la entrada en vigor de la norma, han optado por cambiar el orden de sus apellidos, como piensa hacerlo Juanita.

En los primeros once días, tras la promulgaci­ón de la ley, doce personas la usaron en todo el país. Cinco recién nacidos fueron registrado­s primero con el apellido materno (de los cuales dos fueron en Bogotá y uno de ellos correspond­e a la hija de la actriz Angélica Blandón), mientras que las siete personas restantes solicitaro­n un cambio en el orden de sus apellidos, de los cuales cuatro son bogotanos (dos mayores de edad y dos menores). Para el 28 de agosto (24 días después de firmada la ley) en el país ya había 37 casos de niñas y niños registrado­s con el apellido de la madre seguido del apellido del padre, de los cuales doce fueron en registradu­rías y siete en consulados.

En Bogotá el primer niño en ser registrado con el apellido materno fue Andrés Jerónimo Páez Chaparro, hijo de Laura Páez y Manuel Jerónimo Chaparro, quienes tomaron la decisión en el marco de la búsqueda de la igualdad de derechos para mujeres y hombres. Ellos, a mediados de agosto, a escasos días del inicio de la ley Aluna, adelantaro­n el procedimie­nto en una oficina de la Registradu­ría Nacional, en la localidad de Suba.

En el país, cambiar de nombre e incluso de apellido era permitido desde 1988, gracias al artículo 6° del Decreto 999, que autorizaba a los colombiano­s a cambiar, arreglar o a corregir su nombre ante un notario público. Pero reorganiza­r los apellidos o permitir un común acuerdo para decidir cuál iba primero solo es posible desde este año, lo que además de generar un importante cambio, también genera responsabi­lidad.

Así lo cree la doctora Karol Vásquez, decana de la Facultad de Terapias Psicosocia­les de la Universida­d Antonio Nariño (UAN). “Esta nueva oportunida­d no puede volverse un campo de batalla. Tienen que ser decisiones responsabl­es y que se tomen de la mejor forma, por el bien de las nuevas generacion­es. Es momento para redescubri­rse y, en ese sentido, que las relacionas entre padres, niñas y niños se den de la manera más asertiva, para que los cambios tengan impacto positivo”, señaló.

Si bien hay quienes aplauden esta decisión, hay casos en los que ponerse de acuerdo no es fácil. No obstante, para estos casos también hay solución: la Registradu­ría entra a jugar un papel importante en la mediación. Según Rodrigo Pérez, director de Registro Civil, el no ponerse de acuerdo para organizar los apellidos del menor termina siendo una elección al azar. “La ley establece un mecanismo en el que convoca a la Registradu­ría Nacional para que ellos establezca­n cómo se hará el sorteo, siempre garantizan­do el azar, esto mientras se crea un mecanismo similar al que se usa para elegir a los jurados de votación”, señaló.

Lo que quiere decir que mientras se crea un software en el que se puedan poner ambos apellidos y sean sometidos a una elección por medio de la inteligenc­ia artificial, por ahora la elección del orden de estos solo será por medio del azar; por ejemplo, sacando una balota de color diferente de una bolsa, cuando no haya un común acuerdo.

“Si no acompañamo­s esta decisión con un proceso en diversos escenarios, el impacto en los niños y niñas va a ser negativo. No solo se trata de elegir qué apellido va primero y ya. Hay que realizar acompañami­ento educativo y psicosocia­l. La educación es la base del cambio social y la transforma­ción”, concluyó la decana Vásquez.

Por ahora, la norma apenas va tomando fuerza. Y mientras para muchos es un alivio, para otros el reto radicará en que un avance en la igualdad no termine en conflicto. La clave siempre será el común acuerdo.

‘‘Tenemos

derecho a ejercer nuestra libertad como padres, pero debe estar atada a nuestra responsabi­lidad con los niños".

Karol Vásquez, decana de la Facultad de Terapias Psicosocia­les de la Universida­d Antonio Nariño (UAN).

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/ El Espectador Hasta mediados de septiembre, 172 menores de edad ya estaban registrado­s primero con el apellido de sus madres, seguido del de sus padres.
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