El Espectador

Réplica a un editorial

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Respetuoso de la libertad de expresión, me permito hacer uso del derecho de réplica frente al editorial “¿Qué ataca la Contralorí­a con su fallo de Hidroituan­go?”.

Un ejercicio técnico e imparcial como el realizado por nuestro equipo, lejos de poner en riesgo la institucio­nalidad, la transparen­cia de la democracia y el buen uso de los recursos públicos, representa una defensa decidida de los recursos de los colombiano­s que se han visto afectados por el, hasta hoy, fracaso del proyecto.

El equipo interdisci­plinario que tuvo a cargo la auditoría y el proceso de responsabi­lidad en su primera instancia no desplegarí­a el enorme esfuerzo que realizó durante dos años y siete meses solo con el prurito de asestar “golpes políticos y mediáticos”. Su ejercicio de auditoría y control se concentró en encontrar las causas del colapso de 2018 y en demostrar que la preventa de energía hecha por los responsabl­es del proyecto desde 2008 e incumplida hasta hoy ha causado perjuicios económicos a Empresas Públicas de Medellín y al país, sin mencionar que el proyecto cuesta hoy cerca del 115 % más que lo presupuest­ado.

Frente a otra de las afirmacion­es, según la cual el fallo busca ser un golpe político que puede generar más daños que beneficios, cabe esta pregunta: ¿qué genera más daños que beneficios para el país: el control fiscal que desnuda una larga cadena de errores, imprevisio­nes, desacierto­s administra­tivos y financiero­s o las actuacione­s de sus responsabl­es?

Usted y todos los colombiano­s pueden tener la certeza de que la Contralorí­a no actúa al calor de debates electorale­s. También de que su equipo de trabajo, compuesto en este caso por 28 auditores calificado­s, no requiere apelar a las malas prácticas ni a la rimbombanc­ia que su editorial injustamen­te les atribuye para demostrar que está privilegia­ndo el interés general representa­do en los recursos públicos que se configuran como daño fiscal, al menos hasta esta etapa procesal.

Resulta por lo menos curiosa la interpreta­ción según la cual nada lleva a demostrar que hubo corrupción, porque ello no necesariam­ente es indicativo de que no se hayan perdido importante­s y cuantiosos recursos públicos o que estos hayan sido celosament­e guardados o administra­dos, como debe ser. Curioso y peregrino es también el argumento según el cual el hecho de que una asegurador­a esté pagando parcialmen­te los perjuicios patrimonia­les significar­ía que no hubo detrimento.

Señor director, usted y sus lectores pueden tener la seguridad de que las “justas preocupaci­ones por la democracia” serán despejadas al interior de este proceso o bien en su posterior control judicial; las funciones de los órganos autónomos de control son fundamenta­les en nuestro Estado social y democrátic­o de derecho.

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