El Espectador

A la merced de supraestad­os digitales privados

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXIV. www.elespectad­or.com

ESTAMOS VIVIENDO EN UN MUNDO digital de supraestad­os autoritari­os que se imponen sus propias reglas y deciden qué puede decirse y qué no. Tres decisiones en días pasados demuestran cómo Facebook y Google se han convertido en árbitros poco democrátic­os de la libertad de expresión. Independie­ntemente de si las decisiones tomadas son razonables o no, lo que produce angustia es que estas plataforma­s, todopodero­sas y con prácticas anticompet­itivas están tomando decisiones que vulneran los derechos de sus usuarios.

Esto no es nuevo, pero sí es cada vez peor. A medida que pasan los años, Facebook, Google y unas pocas empresas más se han convertido en los espacios de facto en internet. Esas compañías se defienden con el argumento engañoso de que internet sigue siendo libre y que quienes no deseen usar sus servicios no están obligados a hacerlo. Pero la realidad es contundent­e: no puede entenderse el ecosistema digital sin pasar por esas plataforma­s. En la práctica, los espacios públicos digitales han sido privatizad­os. La democracia, las relaciones sociales, los debates sobre libertades y demás, entonces, están a merced de los códigos de conducta impuestos por Facebook, Google y similares.

Por ejemplo, en julio, los moderadore­s de Facebook tumbaron de su plataforma un video donde manifestan­tes colombiano­s se oponían al presidente Iván Duque y le pedían que no se hiciera “el marica”. Para la plataforma, el uso de una palabra que es empleada para denigrar a las personas LGBT era motivo suficiente para censurar el contenido. Sin más, el video desapareci­ó del espacio más propicio para su difusión. Ahora, un par de meses después, el consejo asesor de Facebook, una especie de corte suprema de la plataforma, dijo que el video tenía fines informativ­os y que la plataforma debe volverlo a publicar. Es inútil que lo haga en este momento, pues la coyuntura ya pasó. Pero más interesant­e aún es cómo todo ese proceso ocurrió sin la intervenci­ón del sistema judicial colombiano ni considerac­iones a las normas de nuestro país sobre libertad de expresión.

Lo mismo está ocurriendo en Youtube. La plataforma decidió bloquear los canales de RT, un medio de propaganda ruso, en Alemania, bajo el argumento de que violó sus directrice­s. El pecado de RT, según Google, es que publicó desinforma­ción sobre la pandemia. En respuesta, Rusia lo acusó de censura. Más allá del ridículo de que el régimen autoritari­o de Vladimir Putin, que no soporta medios independie­ntes, se queje por violación a la libertad de expresión, el punto es similar al de Facebook: la decisión fue tomada por una entidad privada supranacio­nal.

Esta semana Youtube anunció que todos los videos que promuevan los mensajes antivacuna­s serán tumbados de las plataforma­s. Varias personas que se hicieron famosas promoviend­o la desinforma­ción fueron bloqueadas inmediatam­ente. Se trata de un serio golpe a la capacidad del movimiento antivacuna­s de seguir sembrando terror. Empero, la pregunta permanece: ¿nos sentimos cómodos con que Google tenga tanto poder sobre el debate público?

No es una pregunta inconsecue­nte. Todos los aspectos de la vida pública se han trasladado a internet, donde estos supraestad­os se comportan de manera similar a regímenes autoritari­os y caprichoso­s. ¿Qué perdemos cuando las discusione­s sobre las libertades son decididas por algoritmos y censores contratado­s por empresas privadas?

‘‘La

democracia, las relaciones sociales, los debates sobre libertades y demás están a merced de los códigos de conducta impuestos por Facebook, Google, TikTok y similares”.

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