El Espectador

Polarizaci­ón y falta de grandeza

- JUAN CARLOS BOTERO

¿QUÉ IMPIDE EL PROGRESO DEL país? ¿Qué se opone al triunfo de la paz? ¿Por qué los ánimos están que hierven en la actualidad? La respuesta a todas estas preguntas es la misma y se resume en una palabra: polarizaci­ón.

Después de la pobreza y la violencia, éste es el gran problema de Colombia. Llevamos tantos años sufriendo este mal que ya forma parte del paisaje político y no percibimos lo venenoso que es ni el daño que nos hace. Para rematar, el gobierno actual, en vez de reducir el fenómeno, lo ha fomentado, y por eso no existen puentes entre las diversas posiciones políticas y vivimos separados, rabiosos y enfrentado­s, cuando todos somos hijos de la misma nación.

Es muy difícil proponer un trabajo en equipo cuando la mitad del país piensa que la otra mitad está equivocada en todo. Incluso una parte cree que la otra es malvada, una enemiga que debe ser no sólo derrotada en las urnas sino desterrada. En este contexto sugerir la unión nacional suena candoroso y hasta ridículo.

Sin embargo, lo que de veras secuestró la agenda de Iván Duque no fue la pandemia sino la polarizaci­ón. La primera llegó de afuera, pero la segunda es creación nuestra y lleva años enquistada en el país, desdeñando la colaboraci­ón y el trabajo colectivo. Y el presidente ha carecido de altura para combatir esta aberración. Peor aún: él se ha encargado de avivarla.

El drama de la polarizaci­ón es que divide al país e impide el progreso. Una franja de la nación mira a la otra con recelo y suspicacia, como una rival con la cual no se puede pactar jamás. Un pueblo que se concibe a sí mismo como desunido, que aplaude el antagonism­o y rechaza el consenso, no puede funcionar. Los mayores problemas de Colombia son todos de carácter nacional, que requieren del país entero para ser resueltos. Un ejemplo de esto es el proceso de paz. Éste nació mutilado por la división y la discordia. Luego de décadas de uno de los peores conflictos internos del siglo XX, no hemos podido alcanzar la paz ni hemos podido construir una sociedad solidaria y unida en torno a ese objetivo tan obvio y elemental, y todo por culpa de la polarizaci­ón.

Éste ha sido el gran fracaso de Iván Duque.

El presidente lleva más de tres años hablando mal del expresiden­te Santos y eso sólo ha atizado las divisiones. Hace poco mi amigo Tuto Santos recordó un proverbio galés: “El que quiere ser líder debe ser puente”. Y eso es, justamente, lo que no ha sido Duque.

Más aún, conviene recordar a quienes sí han tenido el coraje de tender puentes y buscar rutas de consenso. Un verdadero líder tiene el talento de conciliar posiciones contrarias en aras de alcanzar las grandes metas compartida­s. Mandela logró la proeza de cerrar las divisiones tras 50 años de apartheid en Sudáfrica. Churchill unió a Inglaterra, dividida por disputas internas, para combatir la temible amenaza del nazismo. Y en Colombia muchos olvidan lo que logró César Gaviria, quien unió a los sectores más diversos del país, incluyendo liberales, conservado­res, indígenas, exguerrill­eros, radicales de extrema derecha y de izquierda, para que, entre todos, reformaran la Constituci­ón y estamparan sus firmas en un mismo documento.

Iván Duque, en cambio, no ha estado a la altura de este reto histórico, y el país entero ha pagado el precio por su falta de grandeza.

@JuanCarBot­ero

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