La paz esquiva
LA ESPERANZA DE PAZ SE DILUYE POco a poco. Ya ni siquiera es un tema prioritario en la campaña. La guerra es algo que sucede por allá lejos de los centros urbanos donde se toman las decisiones.
El sector político que lideró el triunfo del No llegó al poder sobre la idea de que fue una paz mal negociada, especialmente por los temas relacionados con la justicia y la participación política de los líderes de las Farc y la serie de reformas institucionales que se realizaron y el apoyo internacional al proceso no han logrado resolver ese problema de legitimidad que significó el resultado del plebiscito.
Más allá de que hubieran sacado a la gente a votar berraca, con mentiras y falsedades, el resultado es legítimo y parece ser el origen de esta nueva frustración que el gobierno de Duque no se ha esforzado en impedir que suceda. Que el anhelo de paz se esté marchitando será exhibido como un triunfo moral ante su electorado, como lo prometió Fernando Londoño.
Colombia es un país sin esperanza, a merced de sus propios demonios, que perdió la confianza en sí mismo y en sus instituciones, incapaz de encontrar un relato común para imaginar una sociedad más próspera e incluyente. Cuando se observa el tono de los debates entre los distintos actores políticos no se vislumbra un futuro promisorio. Gane quien gane las elecciones, no podrá hacer mucho, pues al otro lado no encontrará un contradictor para construir en la discrepancia, sino que tendrá a un enemigo a quien hay que negarle todo, así eso implique llevarse por delante medio país, como hace Duque.
Para mis amigos, todo, para los enemigos la ley, como dijo Benito Juárez, y mientras nos consumimos en esa fractura, los problemas avanzan, la delincuencia se fortalece y la desesperanza se apodera del país y de los jóvenes que no ven un futuro y empiezan a sentir que el esfuerzo de las movilizaciones quedó en estigmatizaciones y criminalización, y en pocas o ninguna reforma estructural.
Mientras el trasfondo de la discusión política siga siendo la violencia, tendremos que convivir con la ilusión de la paz entre puntos suspensivos. Muchos no están dispuestos a perder los privilegios que un estado de guerra permanente ofrece ni a permitir que ingresen en la agenda pública los temas que hoy discuten las sociedades verdaderamente democráticas.
Mientras el Estado no sea capaz de garantizar la vida, su deber esencial, los demás temas quedan aplazados. El Acuerdo de Paz era la oportunidad de cerrar ese ciclo de violencias, primero con las Farc y luego con otros grupos armados, combinando distintas estrategias de disuasión armada y negociación. Pero no hemos sido capaces de extender esa mirada de largo plazo. Una idea tan sencilla como aquella de que en un país en paz es más fácil de lograr el bienestar general, en Colombia se encuentra con la realidad de que el recurso a la violencia es el mecanismo más eficaz de control social y de retrasar las reformas necesarias.
No es suficiente desarmar y desmovilizar los ejércitos, es necesario enfrentar las razones que justifican que muchos sigan viendo en la guerra una actividad económica y políticamente rentable.
@cuervoji