Ingreso Solidario y hambre en Colombia
El hambre en el país se triplicó durante la pandemia, por eso es necesario que los programas sociales como Ingreso Solidario (PIS) se mantengan y mejoren. ¿Cuáles han sido los aciertos y fallas de este programa en la seguridad alimentaria?
Hambre en pandemia
De acuerdo con el Informe sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo, de la FAO, en 2020 la situación de subalimentación o hambre llegó al 7,8 % en Suramérica. Un gran incremento si se compara con la cifra del 5,4 % que había en 2019, que se explica en buena parte por la pandemia mundial. La subalimentación es una expresión de la inseguridad alimentaria que se refiere a “la falta de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable”. A pesar de que la pandemia no puso en riesgo las cadenas de abastecimiento en Colombia, sí agravó el desempleo y deterioró los ingresos de los más vulnerables, y con ello sus posibilidades de acceder a alimentos.
Aunque la FAO no aporta datos concretos para Colombia, cifras del DANE indican que el hambre se triplicó durante la pandemia. Antes del inicio de la cuarentena obligatoria, en marzo del 2020, el 11,9 % de los colombianos consumían menos de tres comidas al día. En septiembre de 2020 esta cifra subió al 30 % y la situación se ha mantenido hasta julio de 2021. Algunos informes señalan que en Colombia hay siete millones de personas con hambre, equivalentes al 14 % de la población. Por efecto de la pandemia, Colombia volvió a las cifras de pobreza de 2012.
La inseguridad alimentaria es desigual
Antes de la cuarentena, la brecha de hambre entre quienes estaban por encima y por debajo de la línea de pobreza monetaria era muy baja: el 90 % de las personas en Colombia consumían al menos tres comidas al día, casi indistintamente de sus ingresos. Pero en julio de 2021 la brecha de hambre entre personas pobres y no pobres, como las define el DANE, pasó de 1,5 a 17 puntos porcentuales.
A partir de enero de 2021 se experimentó un fenómeno de recuperación relativo que no alcanzó a llegar a todos los hogares por igual. Los hogares fuera de la línea de pobreza se empezaron a recuperar lentamente. Mientras tanto, el hambre siguió aumentando entre quienes están bajo la línea de pobreza. El aumento de esta brecha es alarmante por dos fenómenos: primero, en 2020 aumentó la cantidad de personas bajo la línea de pobreza; y segundo, aumentó el porcentaje de personas que dejaron de consumir tres comidas al día.
Aciertos y fallas del PIS en seguridad alimentaria
Desde abril del 2020 el Programa Ingreso Solidario (PIS) llega a más de tres millones de hogares en situación de pobreza y pobreza extrema, que reciben $160.000 mensuales. Su objetivo es servir como auxilio de seguridad alimentaria para los hogares más pobres. El 90 % de las personas que recibieron Ingreso Solidario usaron esta ayuda para comprar alimentos y a los hogares que perdieron alguna fuente de ingreso les permitió mantener su nivel de consumo de alimentos, en comparación con quienes perdieron alguna fuente de empleo, pero no hicieron parte del programa. En general, el programa evitó el aumento de la pobreza monetaria en 2,6 puntos porcentuales, permitiendo mayor acceso a alimentos y otras necesidades vitales. Desde este punto de vista, el programa fue clave para evitar que más familias sufrieran de inseguridad alimentaria.
Sin embargo, si la brecha de inseguridad alimentaria se sigue ampliando, algo sigue fallando en la atención del problema. Primero, en cuanto al PIS, el dinero debería llegar a todos los que lo necesitan, particularmente a quienes aún no han sido incluidos en el Sisbén IV o cuyos datos no están actualizados. En casos documentados por Dejusticia se conoció la situación de personas migrantes, mujeres cabeza de familia y personas que cambiaron su situación económica durante la pandemia y no han podido acceder al registro del Sisbén por distintas barreras, como la falta de documentos de identidad o problemas en las plataformas de información.
Segundo, el monto de dinero debía aumentar, pues el actual no alcanza para superar la línea de pobreza extrema en un hogar de más de dos personas. Un informe de Fedesarrollo señalaba que, para una recuperación económica real, se recomienda una transferencia de $290.000 a los hogares pobres.
Tercero, la calidad de la alimentación es un problema oculto. Aunque no es un objetivo del PIS asegurar que los hogares tengan una dieta variada, suficiente en nutrientes y equilibrada, se podría pensar en medidas adicionales que estimulen la adquisición de alimentos frescos y saludables en vez de ultraprocesados. En algunos países, por ejemplo, los alimentos saludables se venden con descuento o IVA reducido a
ciertas poblaciones vulnerables.
¿Continuará el PIS?
La Reforma Tributaria aprobada el pasado 14 de septiembre decretó la continuación del PIS hasta diciembre de 2022. Hay algunos cambios positivos en su diseño. A partir de julio de 2022, el cálculo del monto dependerá de la brecha que existe entre el ingreso del hogar y la línea de pobreza. Esto implica una mejor focalización de los recursos.
Además, al menos 30 % de estas transacciones monetarias se deberán hacer a madres cabeza de familia, lo cual puede ser positivo para reconocer el trabajo de cui
››El
programa evitó el aumento de la pobreza monetaria en 2,6 puntos porcentuales, permitiendo mayor acceso a alimentos y otras necesidades vitales.
dado que ejercen las mujeres y evitar la feminización de la pobreza y el desempleo.
Una pregunta que queda es ¿qué pasará con el programa a largo plazo? En 2022, el PIS tendrá un costo de $6,59 billones, que ya están garantizados. Sin embargo, para no desmejorar las condiciones del programa era indispensable que esta reforma asegurara los recursos para su continuidad a partir de 2023, cosa que no hizo.
Ojalá el próximo Gobierno entienda la prioridad de mantener la continuidad de este programa como una garantía para la seguridad alimentaria y no solo como un paliativo de recuperación pospandemia.