El Espectador

El giro de la política monetaria

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

EN SU REUNIÓN DEL 30 DE SEPTIEMbre la Junta Directiva del Banco de la República inició un notorio cambio de curso: suspendió su política expansioni­sta reflejada en una tasa de interés de 1,75 % —la cual mantuvo durante el año de la peste—, que incrementó en un 0,25 %. Así comenzó la “normalizac­ión” de la política monetaria, que debe continuar hasta que la tasa de interés de política sea mayor que la inflación.

Así lo constata el gerente, Leonardo Villar, quien afirmó: “Tenemos una tasa de interés real negativa, que es una manera de decir que la tasa de interés nominal está por debajo de la inflación observada y de las expectativ­as de inflación. Es una situación anómala que no puede perdurar indefinida­mente”, y que se enfrentará de manera progresiva. El dinero primario que recibe el sistema financiero tendrá entonces un costo más cercano al 5 % anual, que se trasladará a sus nuevos deudores y frenará entonces las actividade­s productiva­s, la construcci­ón y el comercio.

De acuerdo con el comunicado del banco central, “el fortalecim­iento de la demanda interna al igual que la provenient­e de los principale­s socios comerciale­s soportaría­n el mayor dinamismo económico en lo que resta del año, con lo cual se espera un crecimient­o de 8,6 % para 2021 y de 3,9 % en 2022”. En 2020 el crecimient­o se redujo en -6,8 %, de modo que el resultado proyectado para 2021 solo es un 1,2 % mayor que el nivel de actividad obtenido en 2019. El desempleo se redujo en dos puntos y llegó al 12,3 % de la fuerza de trabajo, al 14,2 % en las ciudades, aún lejos del nivel “normal” en Colombia: 10 %.

La decisión no fue unánime, pues tres de los siete miembros de la Junta votaron por un incremento del 0,5 %, el doble del que se aprobó, lo que sugiere una preocupaci­ón mayor por la inflación, hoy del 4,44 %, que supera bastante el límite de la meta. Aún falta determinar si el aumento de precios es resultado de limitacion­es de oferta (malas cosechas o devaluació­n del peso) o de excesos de demanda, porque la fórmula para enfrentarl­o sería distinta según sea el caso: levantar las restriccio­nes para que la oferta aumente o restringir la demanda encarecien­do el crédito, como decidió la Junta.

Los disidentes deberían saber, además, que la economía está lejos de haber cerrado la “brecha de producto” —el margen para llegar al pleno empleo y desatar presión inflaciona­ria— para proponer un aumento tan abrupto de la tasa de interés del Banco. Con un desempleo juvenil del 23,3 %, es prematuro comenzar a apretar la política monetaria de manera tan dura, cuando la política fiscal está amarrada por el enorme déficit del Gobierno actual.

La proyección de crecimient­o tiene un aspecto preocupant­e: la ampliación del déficit en cuenta corriente, que llegó al 6,3 % del PIB en el segundo trimestre de este año. Eso indica que el país y el Gobierno están gastando más de lo que produce la economía o recauda el Estado. El déficit fiscal de 2021 fue del 8,6 % del PIB, un punto más que el año anterior. El exceso de gasto público también provoca un mayor gasto del país en el exterior. Su financiaci­ón depende de la tasa de interés a la que están dispuestos a arriesgar su dinero los prestamist­as nacionales e internacio­nales, y hay un claro deterioro: en enero de este año los títulos del Gobierno (TES) a 10 años devengaban un interés del 5,9 % anual, pero el 24 de septiembre tenían que pagar el 8,1 %.

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Junta Directiva del Banco de la República inició un notorio cambio de curso: suspendió su política expansioni­sta e incrementó la tasa de interés”.

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