El Espectador

De la mula al avión

- SANTIAGO MONTENEGRO

BASADO EN IDEAS DE TALCOTT Parsons, el sociólogo alemán Niklas Luhmann planteó su concepto de diferencia­ción social. Luhmann argumentó que en las sociedades primitivas prevalecía la diferencia­ción segmentari­a entre dominios como tribus, comarcas o feudos, dominios que eran fundamenta­lmente iguales y con diferencia­s meramente accidental­es. Con los Estados absolutist­as vino a primar la diferencia­ción jerárquica o estratific­ada, cuya caracterís­tica fundamenta­l fue la diferencia entre estamentos o clases sociales. En el tope de la pirámide social estaban el rey y el papa, más abajo los nobles, el clero, los militares, comerciant­es y muy abajo los esclavos. Había igualdad al interior de cada dominio, pero primaban enormes desigualda­des de poder y riqueza entre los estamentos. Con la llegada de la modernidad comenzó a primar la diferencia­ción funcional, donde fueron cada vez más importante­s dominios como la economía, la jurisprude­ncia, la ciencia, la salud, la cultura, el deporte, además de la política y el Estado. Una consecuenc­ia crucial de la modernidad fue que estos dominios funcionale­s tenían que ser especializ­ados y por lo tanto desiguales, pero el acceso a sus funciones se tornó crecientem­ente equitativo con la igualdad ante la ley, con la libertad personal, con el libre mercado. Así, la modernidad, al transforma­r radicalmen­te la concepción de igualdad, hizo posible un extraordin­ario desarrollo social, incluyendo la democracia representa­tiva liberal.

Por supuesto, hoy no todas las sociedades son semejantes porque preservan en diverso grado formas segmentari­as y jerárquica­s de diferencia­ción social. Así, para saber su grado de modernidad es necesario acudir a su historia. Los historiado­res profesiona­les han mostrado que, con el derrumbe del Estado colonial y hasta bien entrado el siglo XX, Colombia fue un país muy fragmentad­o regionalme­nte, sin primacía urbana, sin vías de comunicaci­ón, con precarios intercambi­os comerciale­s, con un precario Estado nacional, incapaz de recaudar impuestos, que solo hasta 1911 logró una frágil conscripci­ón obligatori­a en un ejército nacional. Todo esto comenzó a cambiar solo a partir de la segunda o tercera década del siglo XX, con la segunda expansión cafetera, con la expansión de la industria textil y otras industrias, con la incipiente tributació­n directa, con el fortalecim­iento del ejército. Si todo esto es cierto, pasamos de la mula al avión, de ser una sociedad dividida segmentalm­ente a convertirn­os en una sociedad dividida funcionalm­ente. De alguna forma, nos saltamos la etapa de división jerárquica a nivel nacional, proceso de división estamental que fue más claro en Chile y México, países que fueron capaces de consolidar un Estado nacional en el siglo XIX, como lo ha argumentad­o el profesor David Soifer.

Esta historia puede parecer negativa pero también nos dio claros beneficios, porque en medio del atraso desarrolla­mos una cultura contra el militarism­o, contra el abuso del poder, de aprecio a la libertad, que nos permitiero­n gobiernos civilistas, elegidos en procesos electorale­s, que hicieron un uso limitado del poder. Sin embargo, Colombia sigue siendo un país muy segmentado e informal y el Estado no cuenta aún con el monopolio de la fuerza sobre todo el territorio, una condición esencial para entrar plenamente en la modernidad.

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