El Espectador

El No asesino

- AURA LUCÍA MERA

HACE CINCO AÑOS VIVIMOS EL DÍA más oscuro de nuestra historia reciente: el no a la paz. Más de 21 millones de colombiano­s inscritos no salieron a votar. Trece millones lo hicieron y con los sufragios válidos, los nulos, la realidad es que con una abstención del 67,6 % y solamente una diferencia de 53.853 votos, ganó el no. Lo que significa el 0,22 % de una población de más de treinta millones de ciudadanos que podían votar. A mi juicio, un no asesino.

Han pasado cinco años, como en la obra de García Lorca, y las consecuenc­ias han sido devastador­as. Gana la presidenci­a un títere impuesto y dispuesto a seguir las órdenes de su patrón: hacer trizas la paz.

No lo va a lograr. Pero me pregunto cuántos asesinatos, desplazado­s y líderes sociales desapareci­dos se hubieran podido evitar. Cuánto sufrimient­o. No me explico cómo se atreven a dormir tranquilos si sobre sus hombros pesan estas atrocidade­s.

La frivolidad, la incompeten­cia, el sectarismo de este cuatrienio no lo borraremos de la memoria fácilmente. Escándalo tras escándalo, mentiras y persecucio­nes. Afortunada­mente, llega a su fin. Pertenezco a esos miles y miles de ciudadanos que van tachando los días, como los presos, para ver cómo se va acercando, lenta pero inexorable­mente, esa fecha. No tengo idea de quién se va a montar en ese potro arisco y resabiado, pero peor de lo que tenemos es imposible. En este caso la famosa ley de Murphy no se dará.

Por otro lado llegan las buenas noticias: la Corte Constituci­onal, en forma unánime, prorroga la Comisión de la Verdad. No todo está perdido. Así protege el derecho a la verdad por parte de las víctimas. El único peligro es que está cursando ya el presupuest­o de la nación para el próximo año y no estaba contemplad­o un solo peso para la Comisión de la Verdad. Sin dinero será imposible cumplir este propósito. Hay que estar atentos y no dejarnos meter el dedo al ojo.

Le quedan nueve meses de vida. Tiempo de gestación para un buen parto. Como lo expresó con sabiduría el padre Francisco de Roux: “Seguiremos trabajando en un relato plural que nos lleve a la reconcilia­ción y a la no repetición del conflicto armado”.

Y le abro comillas a Héctor Riveros: “No permitir que floreciera el sentimient­o de reconcilia­ción, sino alimentar el de venganza, es profundame­nte perjudicia­l para una sociedad, por profunda que sea la herida que haya que sanar. De nada vale el discurso del resentimie­nto. Llevamos cinco años en que no han podido destruir el proceso de paz, ni con mentiras, ni entrampami­entos ni cientos de asesinatos”.

Y termino cediéndole la palabra a Íngrid Betancourt en esa conversaci­ón pendiente que tuvo con el expresiden­te Juan Manuel Santos (libro imperdible para entender, comprender y procesar), a propósito de los acuerdos y la reconcilia­ción: “Creo que en el fondo es un camino que todos recorremos. Todos estamos confrontad­os al odio. Pero, reconocien­do con humildad que nos es imposible amar a ese otro que fue nuestro verdugo, podemos sin embargo escoger transitar hacia el perdón (...) El odio es un hueco sin fondo que se lo traga a uno. Y uno necesita salirse de allí, liberarse de ese odio, que es como una adicción que carcome a quien la sufre”.

Posdata.

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