¿Qué se hizo Juan Guaidó?
HAN SIDO DISCRETAS, POR DECIR LO menos, las publicaciones en la prensa colombiana sobre el diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela, que ya produjo los primeros acuerdos, considerados imposibles hasta hace poco tiempo.
Contrasta la divulgación en tono menor de esos acuerdos con el revuelo mediático que produjeron los momentos de tensión que en algunos casos parecían presagiar el final del chavismo. También contrasta con el despliegue que se dio a la irrupción de Juan Guaidó en la política venezolana y a su “presidencia interina”, que celebraron muchos como el anuncio de que Nicolás Maduro tenía “los días contados”.
Para quienes preferimos el diálogo a la guerra, lo ocurrido en las últimas semanas en México merece una divulgación más amplia. Análogamente, lo más deseable para los colombianos es que el país vecino encuentre una solución pacífica a su crisis. El ruido de sables, fusiles o cañones al otro lado de la frontera solo puede traer malas noticias para las naciones vecinas de Venezuela.
Después de los intentos fallidos en 2019 para derrocar a Maduro y de la invasión en 2020, también fracasada, de mercenarios contratados por la compañía estadounidense Silvercorp USA, la situación venezolana evolucionó hacia lo que analistas imparciales señalaron siempre como inevitable: el diálogo entre las partes para evitar males mayores como la intervención militar de Estados Unidos, esgrimida por Guaidó como su principal arma contra el inquilino del Palacio de Miraflores.
La confrontación entre los venezolanos —convertida en una contienda internacional por la acción de Estados Unidos, Colombia y el Grupo de Lima— se comenzó a superar gracias a los esfuerzos de la ONU, la Unión Europea (UE), México, Noruega y Uruguay. Como parte de estos esfuerzos, la UE enviará una misión de observadores para las elecciones regionales y municipales que se realizarán el 21 de noviembre en Venezuela.
El envío de la misión fue acordado en un documento que garantiza “imparcialidad, objetividad, independencia y no injerencia en el proceso electoral y respeto a la soberanía y autodeterminación nacional”. Es decir, todo lo que le falta al Gobierno colombiano en su política frente al país vecino. El diálogo no solo es lo que más les conviene a los venezolanos sino también a nuestro país. Colombia solo puede derivar beneficios de la solución de la crisis venezolana y la restauración de las relaciones bilaterales, que fueron mutuamente fructíferas durante dos siglos de historia compartida. A pesar de los conflictos y momentos de confrontación entre los dos países, la línea que demarca sus territorios siempre fue un factor de unión. A sus lados conviven poblaciones con fuertes vínculos de interdependencia y aun de parentesco. La migración en ambos sentidos ha sido un fenómeno que oscila según la relativa situación de prosperidad en cada país. Así como la actual crisis venezolana generó un éxodo masivo hacia Colombia, en los tiempos de vacas gordas en Venezuela y vacas flacas en Colombia ocurrió lo contrario y los migrantes siempre fueron bien acogidos en ambos lados.
Nada de esto fue tenido en cuenta por la despistada Cancillería colombiana, ocupada en atender las consignas de Washington en favor de Guaidó, cuya ausencia del escenario político muestra la equivocación de nuestro Gobierno al matricularse en esa cruzada. Hoy del “presidente interino” puede decirse, como lo escribió Jorge Manrique hace más de 500 años, aludiendo a lo efímero del poder y lo vano de quienes lo añoran: “¿Que se hizo el rey don Juan?”.