El Espectador

“Al clóset no volvemos nunca más”

- CECILIA OROZCO TASCÓN

Entrevista con Juli Salamanca, vocera de la Red Comunitari­a Trans —ONG defensora de los derechos de las personas transgéner­o— a propósito de la sanción de destitució­n e inhabilida­d de once años para ocupar cargos públicos que la Policía le impuso, en un rápido proceso interno, a la patrullera Andrea Cortés por el presunto hurto de una crema facial.

¿Qué es, cuándo se creó y qué hace la Red Comunitari­a Trans?

La Red Comunitari­a Trans es una ONG que se creó hace diez años para luchar por los derechos de las trabajador­as sexuales trans. Las fundadoras fueron Daniela Maldonado y Katalina Ángel, que no encontraba­n espacio donde pudieran luchar por sus derechos y posicionar sus necesidade­s y los de sus compañeras, sin ser estigmatiz­adas. Con el tiempo, la Red tuvo que ampliar sus tareas a la defensa de los derechos de otras personas trans que viven situación de exclusión social, como usuarias de droga (quienes consumen droga), habitantes de calle, o quienes estén privadas de la libertad. La directora, hoy, es Yoko Ruiz y el 90 % de la junta directiva está compuesta por trabajador­as sexuales trans.

La destitució­n de la patrullera Andrea Cortés por presuntame­nte robar una crema cosmética ha sido motivo de muchos comentario­s a favor y en contra de ella. La Policía dice que Andrea contó con el debido proceso y que un video demuestra que incurrió en hurto. Andrea y su abogado insisten en que se trata de un caso de discrimina­ción de género. ¿Qué piensan ustedes?

El caso de Andrea materializ­a el concepto de transfobia institucio­nal. Hemos dicho que el fallo disciplina­rio en su contra es desproporc­ionado, lo que no implica que estemos a favor de la impunidad. Si hay motivo para alguna sanción, lo que exigimos es que esta sea justa y proporcion­al a la falta. No dejamos de preguntarn­os por qué las sanciones de destitució­n e inhabilida­d contra Andrea Cortés se producen con rapidez inusual: su proceso disciplina­rio por un hurto de monto relativame­nte menor (de $140.000) duró tres meses y el castigo impuesto, ante esa falta, no solo fue sacarla de la institució­n sino imponerle una inhabilida­d para ocupar cargos públicos por once años. Es inevitable hacer la comparació­n con otros hechos mucho más graves en que han estado envueltos uniformado­s de la Policía y que hoy están quietos, en medio de una aberrante impunidad.

¿En que se apoyan ustedes para sostener que esta sanción solo es el último acto de discrimina­ción contra la patrullera Cortés? ¿Tienen evidencias de que ella venía sufriendo acoso laboral, humillacio­nes o burlas?

Sí. Contamos con documentos en que consta que Andrea venía denunciand­o acoso laboral, persecució­n y violencia institucio­nal, desde hace tiempo, por parte de sus superiores. Le relato algunos hechos: 1. Ella fue trasladada, durante cuatro meses, a Toribío, Cauca, una zona de permanente conflicto armado y en cuya estación, por la misma razón, no hay mujeres policías. ¿Por qué a una mujer trans sí se le asignó a esa zona? 2. Andrea sufrió varios llamados de atención por usar el pelo largo y por su apariencia física. El registro escrito dice: “Funcionari­o no presenta el corte reglamenta­rio”. El “corte reglamenta­rio” se refería al que llevan los hombres. 3. Tuvo que vendarse los senos para no recibir críticas de sus superiores. 4. Siempre se la trató en modo masculino, utilizando su nombre de nacimiento y no el elegido por ella, a pesar de que la actualizac­ión de sus datos, con su identidad actual, ya había sido legalizada ante una notaría y ante la Registradu­ría. 5. Si firmaba con su nombre actual, la amonestaba­n. 6. En Bogotá, la trasladaro­n para Barrios Unidos, en donde empezó a ser acosada: agentes de la DIPOL (Dirección de Inteligenc­ia de la Policía) llegaban constantem­ente a preguntar por ella y por su conducta, pero no hacían lo mismo con ningún otro patrullero.

En el video que publicó después de ser destituida y a pesar de que puede apelar la decisión, la patrullera dice, en medio del llanto, que no quiere continuar en la Policía. “La gente no se imagina por todo lo que yo he pasado. Han hecho conmigo lo que se les ha dado la gana”, afirma. ¿Ha sido tan grave la persecució­n que, según Andrea, ella ha sufrido?

Tenemos evidencia de que es así. En otros hechos que le puede describir, Andrea recibió varios llamados de atención por supuestas quejas anónimas que llegaban a la Policía en que se decía que ella era una deshonra y una vergüenza para la institució­n. Después de las protestas de septiembre del año pasado, se ordenó darles a los uniformado­s un día de descanso, pero a ella se le negó, obligándol­a a trabajar de manera ininterrum­pida. Cuando le solicitó a su superior el día de licencia que le correspond­ía en derecho, puesto que se lo habían dado a todos los demás, la respuesta fue: “Mire, hermano, en la Policía estamos disponible­s 24/7. Si le sirve bien, o si no, original y dos copias [de la renuncia]”. Andrea replicó: “No soy hombre, soy una mujer”. Su superior le contestó: “Ante los ojos de Dios, usted nació hombre”. A Andrea no solo le impedían los descansos; le quitaban constantem­ente su puesto de trabajo, el computador, etc., con consecuenc­ias psicológic­as y psiquiátri­cas que también constan en su historial.

¿Por cuál motivo Andrea tuvo que ponerle una tutela a la Policía y cuál fue la decisión judicial?

Andrea interpuso una tutela el 26 de fe

‘‘Andrea replicó [a su superior]: “No soy hombre, soy una mujer”. Su superior le contestó: “Ante los ojos de Dios, usted nació hombre”.

brero de 2018, principalm­ente para que la Policía le reconocier­a su identidad de género e hiciera una actualizac­ión de sus datos en las bases internas de la institució­n, pues esta se había negado a realizarla. El Juzgado Primero Civil de Popayán le concedió el derecho de habeas data cuando ella seguía figurando con una identidad masculina que ya no existía, según su libre decisión. La Policía no solo le había negado el derecho de tener la identidad que eligió, sino que impugnó el fallo con el argumento inicuo de que “la institució­n incorpora dentro de su planta de personal a un conglomera­do numérico de individuos de sexo masculino y femenino acorde a sus necesidade­s, lo que permite establecer que impartir un tratamient­o diferencia­l ‘contra natura’ implica una alteración de las capacidade­s institucio­nales...”. “Contra natura” se convirtió, entonces, en descalific­ación institucio­nal y en una constancia de discrimina­ción y violencia contra Andrea. El Tribunal Superior de Popayán confirmó la decisión del juez y la Policía tuvo que incluir el nombre y apellido de Andrea en sus listados.

¿Cuando Andrea ingresó a la institució­n policial ya había hecho su proceso físico de transforma­ción o lo hizo como patrullera?

Ella hizo su transición estando dentro de la institució­n y no lo ocultó: actuó de manera clara y abierta.

¿Qué piensa usted del impacto que ha tenido el caso de Andrea y cómo analiza la forma en que la prensa ha tratado su historia?

El impacto puede ser positivo si abre el camino jurídico para que el principio de igualdad, al que tenemos tanto derecho como el resto de la ciudadanía, pero que en nuestro caso es violado de manera permanente por la Policía y muchas otras institucio­nes, sea eficaz y funcional, en la práctica. Pero ese impacto también ha sido negativo porque la prensa revictimiz­ó a Andrea cuando hizo énfasis exagerado en su identidad de género y casi que dejó de lado la ocurrencia del presunto delito cometido. El trato que le han dado los medios de comunicaci­ón a Andrea la estigmatiz­a y nos estigmatiz­a a todas las personas trans. Además, discúlpeme por mi franqueza, el manejo mediático —en términos generales— ha sido asqueroso: buscan las fotografía­s que Andrea ha publicado en sus redes sociales como mujer que es, no como patrullera, pretendien­do sexualizar­la con imágenes en que se destacan partes de su cuerpo. ¿Qué tiene que ver el género de la patrullera o su apariencia física con el hecho investigad­o y con la sanción impuesta? Le respondo como periodista que soy: nada. Y esa es una mala práctica profesiona­l porque se cae en el perfilamie­nto, la generaliza­ción y el fomento de expresione­s de odio. En lo corrido del año, 28 mujeres trans han sido asesinadas. Todavía es corriente que se nos nieguen los derechos a la libre personalid­ad, al trabajo, a la educación, a la salud

y a ser mujeres libres.

La población trans permanente­mente se queja de los malos tratos de los patrullero­s hacia su gente. ¿Es cierto que existe una permanente actitud de agresión de los uniformado­s en su contra?

Es cierto. Existe una política institucio­nal, en la Policía, de maltrato, criminaliz­ación, perfilamie­nto y abuso contra las personas trans. Le doy un ejemplo en el que consta la transfobia policial: el 16 de febrero de 2021 una mujer trans fue violada en el CAI de Soacha. Ella estaba conversand­o con otras amigas en el parque cuando llegaron varios agentes con la excusa de verificaci­ón de la identidad de todas. A ella la detuvieron arbitraria­mente y se la llevaron al CAI. Allí la extorsiona­ron a cambio de favores sexuales y de devolverle la libertad, aunque su retención había sido arbitraria. Los hechos fueron denunciado­s ante la Fiscalía y la Procuradur­ía, pero nunca avanzaron las investigac­iones. A los uniformado­s denunciado­s nunca les adelantaro­n un proceso disciplina­rio interno. Nadie los destituyó ni menos los inhabilitó para portar el uniforme.

Los casos denunciado­s pueden ser muchos, pero son comprobabl­es si hay denuncias penales o quejas disciplina­rias. De lo contrario, se convierten en rumores...

Así es. Por eso, a pesar de que nunca pasa nada, continuamo­s denunciand­o, como sucedió el 5 de diciembre de 2015 con Carlos Torres, hombre trans que fue detenido y agredido físicament­e por miembros de la Policía en la UPJ de Puente Aranda, en Bogotá. Desde ahí él pudo llamar a su familia y alcanzó a decir que lo estaban golpeando. Horas más tarde, la Policía publicó un comunicado informando que Carlos se había suicidado. Su cuerpo, según Medicina Legal, había sufrido golpes, sus genitales estaban maltratado­s y sus uñas habían sido rasgadas. El crimen, hoy, seis años después, sigue en total impunidad. Y un segundo caso: el 20 de junio del año pasado, a las 3:50 de la madrugada, en la calle 22 con avenida Caracas, en Bogotá, un grupo de patrullero­s llegó a echar a las trabajador­as sexuales trans que se encontraba­n ahí. Les gritaban: “¡Maricas hp, ábranse de acá!”. Les dieron bolillazos, les dispararon con balas de goma a los glúteos con sus armas antimotine­s, lo cual está prohibido expresamen­te, y las corretearo­n durante varias cuadras tirándoles encima las motos y las patrullas. Hubo denuncia ante la Fiscalía. No hay ningún uniformado investigad­o ni destituido. Para empeorar la situación, las víctimas y la Red Comunitari­a recibimos intimidaci­ones para que retiráramo­s la denuncia.

Ante esa descripció­n de hechos que usted hace, es extraño que Andrea haya deseado ser parte de la Policía. ¿Ser trans y patrullera no es contradict­orio?

Para mí, sí, ya que sus uniformado­s —como dije— han maltratado, agredido, desapareci­do, violado, torturado y asesinado a las personas trans en Colombia. Pero una cosa es mi libertad de elección personal y otra la libre determinac­ión de Andrea o de quienes deciden tomar ese camino u otro. La autonomía de Andrea Cortés es absolutame­nte respetable, como también lo es la de exigir que la Policía y cualquier otra institució­n cumplan con el respeto debido a los derechos de las personas trans.

La noticia en que se ha visto envuelta la patrullera Cortés puede sucederle a un integrante de cualquier otro segmento de la población (mujeres, hombres, jóvenes, viejos etc.) en que se pueden presentar casos de personas honestas o deshonesta­s, decentes o delincuent­es. Cuando los patrullero­s encuentran personas de la comunidad trans asaltando una tienda, por poner un ejemplo, ¿cómo deberían actuar para evitar ser denunciado­s por discrimina­ción?

Es muy sencillo: la Policía y todos los agentes del Estado deben respetar los protocolos de derechos humanos que son exigibles dentro de los estándares internacio­nales y nacionales, que son de obligatori­o cumplimien­to por parte de los funcionari­os oficiales. Si se acogen a tales protocolos y si no pasan por encima de la ley ni de la Constituci­ón, nadie los podrá acusar. Sin importar la identidad de género, la situación socioeconó­mica de la persona, el estado de conexión con la calle, la identidad racial o la identidad étnica, en ningún caso se justifica la violencia policial contra ningún ser humano.

Me gustaría preguntarl­e por su historia: ¿cómo y cuándo decidió asumir su personalid­ad trans y cómo y cuándo se convirtió en activista de los derechos de su comunidad?

Juli Salamanca siempre ha existido: he construido la mujer que siempre soñé ser. Llevo quince años luchando por los derechos de las personas trans en Colombia, pero no solo soy activista de nuestra comunidad: también soy feminista, periodista de la Universida­d Javeriana y experta en comunicaci­ón para el cambio social. Espero desarrolla­r mi carrera en medios masivos de comunicaci­ón que tengan clara su función de promoción de los derechos de todos los ciudadanos.

‘‘[Andrea] tuvo que vendarse los senos para no recibir críticas de sus superiores [y] siempre la llamaban en modo masculino, utilizando su nombre de nacimiento y no el que ella eligió”.

Brigitte Baptiste es una mujer trans admirable por su integridad personal, pero además por su trayectori­a profesiona­l por haber alcanzado, rompiendo barreras con sus conocimien­tos académicos, altos cargos públicos y privados ¿Qué significa ella para ustedes?

En Colombia debemos tener más mujeres como Brigitte Baptiste, Matilda González (secretaria de la Mujer, en Manizales) y Yoko Ruiz, nuestra directora, involucrad­as en toma de decisiones públicas y privadas. Admiro el trabajo de estas grandes personas que han luchado por democratiz­ar los derechos humanos. Seremos como ellas y como tantas otras valientes que han luchado contra viento y marea. Al clóset no volvemos nunca más.

 ?? / José Vargas ?? Juli Salamanca asegura que se trata de un castigo desproporc­ionado y evidencia cómo la patrullera venía sufriendo discrimina­ción y estigmatiz­ación de tiempo atrás.
/ José Vargas Juli Salamanca asegura que se trata de un castigo desproporc­ionado y evidencia cómo la patrullera venía sufriendo discrimina­ción y estigmatiz­ación de tiempo atrás.
 ?? ??
 ?? / Cortesía Zona Cero ?? A la patrullera Andrea Cortés no se le permite hablar con los medios, por ahora.
/ Cortesía Zona Cero A la patrullera Andrea Cortés no se le permite hablar con los medios, por ahora.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia