El Espectador

La menstruaci­ón no debe ser una pesadilla

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXIV. www.elespectad­or.com

DE MANERA INJUSTIFIC­ADA, LA menstruaci­ón sigue siendo una pesadilla para cientos de miles de colombiana­s cada mes. Las cifras pintan un panorama aterrador: en agosto, cerca de 683.000 colombiana­s no pudieron acceder a elementos de higiene menstrual por problemas económicos. En el país, 312.000 mujeres no tienen acceso a un inodoro seguro, limpio y privado. En la práctica eso significa que los días de sangrado se tornan en motivo de estrés, vergüenza, angustia y aislamient­o. Por mucho tiempo el Estado colombiano ha ignorado esta necesidad básica, que está ligada a la desigualda­d. Ninguna mujer en el país debería sufrir por menstruar.

La desigualda­d es un círculo vicioso. Los productos de higiene menstrual son costosos y, como las mujeres tienen menos capacidad adquisitiv­a, se convierten en lujos que son sacrificad­os. Esto, a su vez, hace que el momento de la menstruaci­ón lleve a las mujeres a abandonar espacios públicos, educativos y laborales, lo que empeora la brecha de desigualda­d.

En Colombia fallamos en términos de equidad económica y, también, educación. Hay un desconocim­iento profundo sobre la menstruaci­ón, lo que lleva a los prejuicios. Un informe de la Unicef, titulado “Higiene menstrual de las escuelas del área rural en el pacífico colombiano”, encontró que una de cada cuatro de las niñas encuestada­s dijo que alguna vez ha faltado a la escuela por la menstruaci­ón; el 28 %, que eso se trataba por el miedo a mancharse y la vergüenza que produce, y un 45 % del total de niñas aseguraron no saber de dónde provenía el sangrado menstrual. Eso a su vez está ligado con el desconocim­iento de los derechos sexuales y reproducti­vos. La Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015 encontró que “entre todas las mujeres, solo el 29,2 % reconocen que el período fértil ocurre entre dos períodos menstruale­s del ciclo ovulatorio”. Es decir, estamos graves.

La pandemia solo ha empeorado la situación. Un millón de los 1,2 millones de empleos que estamos pendientes de recuperar para alcanzar las cifras de julio de 2019 pertenecía­n a mujeres, quienes han sido especialme­nte afectadas por la crisis económica. ¿Cuántas de ellas que se quedaron sin trabajo estarán sufriendo por no poder costear los elementos de higiene menstrual?

La fórmula es sencilla: la menstruaci­ón es natural y una parte esencial de la experienci­a de las mujeres, por eso es un derecho de todas acceder a condicione­s de higiene óptimas. Y estamos fallando.

En esa lucha, es una buena noticia el primer subsidio menstrual en el país, anunciado por la Caja de Compensaci­ón Familiar de Antioquia (Comfama). La idea es otorgar un bono menstrual para productos de higiene menstrual y acompañar a 2.700 niñas, adolescent­es y personas menstruant­es entre los 12 y 18 años a conocer y resignific­ar la menstruaci­ón. Es una medida necesaria que debería ser emulada por otras cajas de compensaci­ón.

Si bien la participac­ión de la empresa privada es bienvenida, deja en evidencia las falencias del Estado en un tema básico. Estamos en deuda. La menstruaci­ón no debe ser una pesadilla.

‘‘Acceder

a productos de higiene menstrual es una necesidad básica y un derecho”.

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