Cruce de miradas
POR LO GENERAL NADIE ADVIERTE en la solapa de un libro sobre lo traumático que puede ser leerlo. O lo violento de sus frases. O lo impresionante de sus capítulos. Las palabras como que no requieren ese tipo de advertencias.
Las imágenes sí.
El video que circuló en redes sociales de los dos jóvenes asesinados en Tibú es un ejemplo concreto. Haberlo visto tiene unas repercusiones.
Por un lado, el video registra el tribunal de fusilamiento moral que les montaron a los dos jóvenes acusados de robar. En cuestión de segundos se extendió una invitación explícita a los presentes y posibles destinatarios de la grabación: tomen nota de sus rostros, dice uno de los justicieros.
Esa primera parte del video es mucho más que una reproducción de lo ocurrido. El segmento edita los hechos, dirige las miradas, incentiva unas reacciones.
El video participa del asesinato.
Por otro lado, entre los que vimos el video desde lejos y en la comodidad de nuestros celulares y pantallas de televisor, hubo rabia y con seguridad tristeza. Emociones tan válidas como cualquier otra que se anteponga a la indiferencia.
Pero también efímeras.
Pronto este será otro caso de consumo visual gratuito que de la indignación pasa a la pornografía. ¿Cómo evitarlo?
Reparemos por lo menos en que el menor de 12 años, Alexánder José Fernández Rodríguez, mira por un milisegundo directamente a la cámara. Su mirada, entonces, se cruza con la nuestra.
La mirada de Alexánder José, que siempre estará ahí, interpela a los espectadores. Nos interroga. De alguna manera nos obliga a salir de la zona de confort en la que se consumen imágenes violentas sin ninguna consecuencia.
¿Qué haremos, en adelante, con la información que nos es transmitida en este video? ¿Qué uso le daremos al conocimiento que encierra la grabación? ¿Cómo honrar la memoria de los dos jóvenes y buscar justicia?
La mirada asustada e inocente de un menor de edad nos mira de regreso.