El Espectador

Si yo fuera Alejandro Gaviria

- JULIO CÉSAR LONDOÑO

SI YO FUERA ALEJANDRO GAVIRIA NO sería candidato. Sus roles como rector de una universida­d emblemátic­a y como Alejandro Gaviria, escritor, humanista, pensador, son muy necesarios en un país que carece de modelos visibles, de espejos donde los jóvenes puedan mirarse. No tenemos muchas figuras que sean éticas, inteligent­es y mediáticas. Nuestros científico­s figuran muy poco. Los cantantes y los futbolista­s viven amordazado­s por sus mánagers. No son personas, son «marcas» y el mercado es una divinidad irascible y delicada. Los políticos intelectua­les, que los hay, viven en continuo entredicho. Botero es una estrella lejana. Vallejo, narrador insuperabl­e, es solo un energúmeno maldicient­e cuando asume el rol de conferenci­sta.

El caso es que Alejandro se lanzó. Es ambicioso, sin duda, pero estoy seguro de que obró movido por la preocupaci­ón, por la angustia de vernos a todos en manos de esta caverna espeluznan­te que nos gobierna.

¿Debe aceptar el abrazo de César Gaviria? ¡Jamás! Pero ya aceptó el respaldo de la juventud liberal y está abierto a las coalicione­s y las consultas. Entiende que Petro es el único candidato con capital propio para llegar a la segunda vuelta. Los demás tienen que aceptar el respaldo de varios partidos para tener opción, especialme­nte Alejandro, que solo cuenta por ahora con el voto de opinión de un amplio sector de la juventud y de la población adulta bien informada.

Si César Gaviria fue capaz de enterrar la opción de un candidato de la estatura moral, intelectua­l y mediática de Humberto de la Calle, y lo vendió por medio plato de lentejas, ¿qué no hará con la candidatur­a de Alejandro Gaviria cuando Uribe le ofrezca otra embajada para doña Ana Milena y un despacho grande para que Simoncito aprenda a leer?

Entre las figuras abominable­s de la política, César Gaviria ocupa un destacado lugar.

Cuando escucho que Alejandro es neoliberal, recuerdo un suceso muy diciente. Uno de sus primeros actos como ministro de Salud fue proponer una herejía, la regulariza­ción del mercado de los medicament­os. Ni Pumarejo, ni los Lleras, ni López, ni san Belisario, ni Samper cruzaron esa línea jamás. Los medicament­os colombiano­s siempre fueron los más caros de Latinoamér­ica y estuvieron entre los más caros del mundo.

Hasta que Alejandro decidió que el Gobierno debía intervenir en el asunto y metió al POS más de 2.000 medicament­os esenciales y reguló el mercado, medida que significó rebajas de hasta 80 % en algunos medicament­os. No contento con esto, el ministro Gaviria amplió la cobertura POS con 147 procedimie­ntos médicos de alta complejida­d.

No fue fácil. Llovieron las presiones soterradas de varios senadores, alfiles mercenario­s de las farmacéuti­cas. Las EPS pusieron el grito en el cielo y alegaron que la regulación era populista y que el subsidio de procedimie­ntos costosos llevaría a la quiebra al Fosyga y a todo el sistema de salud. Las farmacéuti­cas se rasgaron las vestiduras y amenazaron con un desabastec­imiento de drogas peor que el de Venezuela. Discretame­nte, la bancada republican­a del Congreso estadounid­ense dejó correr la voz de que la ayuda militar a Colombia estaba en peligro.

¿Será muy atrevido suponer que las farmacéuti­cas propusiero­n jugosas tentacione­s para que el ministro y el Gobierno reversaran la regulación?

El caso es que el ministro se paró en la raya, el presidente Santos lo apoyó y hoy todos los usuarios del sistema, pobres y ricos, se ahorran entre $7 y $8 billones en drogas esenciales y procedimie­ntos complejos.

Uno tiende a pensar que el mundo es una porquería. Basta abrir los periódicos para confirmarl­o. ¿Pero cómo puede ser malo un mundo que produce tipazos como Alejandro Gaviria?

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