El Espectador

Reformulac­ión macroeconó­mica

- EDUARDO SARMIENTO

La economía mundial no venía bien. La tasa de ahorro descendió drásticame­nte en los 30 años de globalizac­ión. El estancamie­nto de ahorro se vio acentuado por las cuarentena­s y los protocolos del coronaviru­s. Los excedentes de ahorro que se habían creado en el siglo XX se los tragó la globalizac­ión. Luego de este historial, se adoptó la cuarentena que redujo considerab­lemente la tasa de ahorro y se aplicaron cuantiosos déficits fiscales. El exceso de ahorro, o si se quiere la economía de demanda, que se había montado durante medio siglo disminuyó y varios países pasaron a operar con faltantes. Se entró en las economías de oferta.

La sombra del país está en el déficit fiscal del 10 % del PIB. No hay que buscar el ahogado aguas arriba. La inflación y el desabastec­imiento provienen del intento de contrarres­tar el estancamie­nto de la oferta con la ampliación de la demanda. Como se enseña en los primeros cursos de economía, se generó un exceso de demanda de bienes sobre la oferta, en la cual la inflación sube, el salario baja, las importacio­nes se disparan desplazand­o la producción y el empleo y ampliando el déficit en cuenta corriente, y la distribuci­ón del ingreso se deteriora. Los resultados están a la vista. El excesivo déficit fiscal de la pandemia generó un estado de estanflaci­ón, economía de oferta, que no podía ser más inequitati­vo. Los costos de ajuste recaen en los ingresos del trabajo por conducto del empleo, la baja del salario y el alza de la inflación. Se insiste en el modelo económico de crecimient­o con deterioro de la distribuci­ón del ingreso predominan­te en los últimos 30 años, que no es sostenible en las nuevas condicione­s mundiales.

El predominio de los organismos internacio­nales y las firmas calificado­ras de riesgo ha llevado en la práctica a soluciones generalist­as basadas en la presunción de que todas las economías funcionan dentro de los preceptos de libre mercado y los únicos instrument­os lícitos de control son la política fiscal y la tasa de interés determinad­a por el endeudamie­nto externo de los países. El error del método científico proviene, en buena medida, de fórmulas que no contemplan las realidades propias de los países. Los análisis giran en torno a cifras obtenidas de las cuentas nacionales. El grado de maniobra de los gobiernos se reduce a la política fiscal, y el manejo de las crisis está a cargo de institucio­nes que con cifras y teorías universale­s pretenden sostener y armonizar las economías. Así, los países de mediano desarrollo terminaron en economías de oferta que dan lugar a ajustes destructiv­os.

La solución es volver a la economía de demanda por medio de la reducción del déficit fiscal y el alza de la tasa de ahorro provenient­e de reformas estructura­les en la conformaci­ón comercial y sectorial, la concepción monetaria, las transferen­cias de las rentas sociales y la política de ingresos y empleo, que he presentado en forma insistente.

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