El Espectador

Renovación urbana en Bogotá: ¿qué es lo que no convence?

Una de las principale­s críticas al POT de Claudia López es la prioridad que se le da a la renovación sobre la expansión. Mientras algunos de sus opositores señalan que podría aumentar la densidad en determinad­os lugares, constructo­res temen por las dificu

- MÓNICA RIVERA RUEDA mrivera@elespectad­or.com @Yomonriver

El futuro de la vivienda en Bogotá ha sido uno de los temas en los que se ha centrado el debate del proyecto del Plan de Ordenamien­to Territoria­l (POT) de Claudia López. No solo por ser uno de sus ejes principale­s, sino porque le apuesta además a la renovación sobre la expansión urbana, lo que ha generado múltiples interpreta­ciones a favor y en contra.

En esencia, lo que se dice es que la mayor parte de la oferta de vivienda no saldrá de nuevas casas construida­s en predios libres, que antes eran rurales o no han sido tocados, sino que se va a optar por construcci­ones de altura en barrios centrales y en los que ahora hay edificacio­nes que no superan los dos o tres pisos.

En efecto, la propuesta parte de las proyeccion­es del DANE, que determinan que para 2035 se requerirán 970.578 viviendas, de las cuales alrededor del 70 % saldrían de planes de renovación. Esto le permite al Distrito reducir las zonas de expansión, especialme­nte hacia la zona rural en el sur, la estructura ecológica en el norte y sobre el río Bogotá.

El problema radica en que este tipo de acciones no son tan fáciles de ejecutar, principalm­ente porque las comunidade­s no ven con buenos ojos este tipo de proyectos. La razón: implica vender sus casas. Eso quedó en claro en el cabildo abierto del pasado martes, en el que la mayoría de las intervenci­ones en contra vinieron de personas que viven en las zonas donde se planean adelantar estas acciones estratégic­as, quienes además de advertir que se trata de zonas donde viven personas adultas o que no quieren abandonar sus viviendas, reprocharo­n el que no se les hubiera consultado sobre las nuevas medidas, por lo que no se sienten protegidos como moradores.

Por el otro lado están los constructo­res, a quienes les preocupan los antecedent­es de este tipo de proyectos y la gestión que pesa sobre estos, por lo que temen que aumente no solo el déficit de vivienda, que hoy es de 96.947 unidades habitacion­ales, sino el espacio para construir. “El tratamient­o de la renovación urbana es difícil de concretar, porque los trámites son burocrátic­os y la apropiació­n de los planes parciales es casi titánica y difícil de hacer, tanto así, que esta administra­ción no ha aprobado el primero”, indicó Alejandro Callejas, gerente de Camacol Bogotá y Cundinamar­ca, quien resalta que en los últimos 11 años se han aprobado 17 planes parciales, de los cuales solo han avanzado tres.

En gran parte, esto se debe a la gestión predial y social, ya que por un lado se requiere el consenso de varios actores para convencer a los vecinos de vender, sumado al saneamient­o legal de las viviendas. “No falta la familia que está en juicio de sucesión o compró un predio que tenía vicios y, por ejemplo, no hizo el registro en la Oficina de Registro Público”, dijo Callejas.

Desde la academia, profesores de urbanismo también han planteado escenarios. Mario Noriega llama la atención sobre la densificac­ión que se podría generar ante las nuevas cargas para construir en altura, lo que también llamó la atención de Carlos Fernando Agudelo, de la Universida­d de la Salle, quien presentó ante el cabildo una serie de fortalezas y debilidade­s que vieron en el proyecto, como la necesidad de establecer mecanismos de control y manejo de densidades edificator­ias más claras y limitantes, para evitar el desarrollo desequilib­rado.

Por su parte, Juan Guillermo Yunda, de la Universida­d Javeriana, no ve mal la densificac­ión, pero sí cree necesario que primero se establezca la infraestru­ctura de transporte público antes de desarrolla­r este tipo de proyectos.

En respuesta, la secretaria de Planeación, María Mercedes Jaramillo, resalta que la reducción del 21 % de las zonas de expansión no es un capricho. Por ejemplo, está el relleno sanitario Doña Juana, que por ley nacional debe excluirse del suelo urbano y ser rural; la zampa del río Bogotá (a excepción del patio-taller y lo que está ocupado); la zona rural de Usme, que ya se había propuesto en el POT de Peñalosa; las reservas Van der Hammen y rural del norte, y la franja de adecuación de los cerros orientales.

Por su parte, Javier Baquero, subsecreta­rio de Planeación y Política de la Secretaría de Hábitat, dijo en la Comisión del Plan del Concejo que no se ha tenido en cuenta que este POT reconoce otras formas de construcci­ón, como el fortalecim­iento de la vivienda popular con el plan terrazas o el reuso de edificacio­nes, que estaría en aumento con la pandemia. “Tampoco es real que el mercado de la construcci­ón se va a parar. Tenemos en gestión, adoptado y en adopción suelo para los próximos seis años, con la proyección de se construirá­n 45.000 viviendas al año, lo que daría tiempo para hacer cambios institucio­nales y permitiría al mercado innovar, para adaptarse a las nuevas normas”, explicó.

Hoy será el segundo cabildo abierto, en el que el Distrito responderá las dudas de la ciudadanía, y el próximo jueves comenzará la presentaci­ón de las ponencias en la Comisión del Plan, por lo que la discusión de las necesidade­s de vivienda tendrá que continuar allí, pues de fondo no es solo la oferta del suelo, sino cómo aplacarán los temores que por ahora se resaltan, ya que, al fin de cuentas, es deber del POT fijar el lineamient­o claro de lo que se hará en la ciudad en los próximos años.

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/ Mauricio Alvarado Al año se construyen en la ciudad entre 35.000 y 45.000 viviendas.
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