El Espectador

Condenaron a Colombia. Era lo justo

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POR SUPUESTO QUE EL ESTADO COlombiano es responsabl­e de las atrocidade­s que le ocurrieron a la periodista Jineth Bedoya Lima. En cumplimien­to de sus funciones, fue secuestrad­a, torturada y víctima de violencia sexual por estar investigan­do lo que ocurría dentro de la cárcel La Modelo. Durante años hemos sabido que agentes del Estado estuvieron involucrad­os y no hubo respuestas. Durante años, también, Bedoya ha exigido que las autoridade­s colombiana­s den con todos los responsabl­es y la respuesta fue el estancamie­nto judicial de siempre. Para completar, la actitud irrespetuo­sa y francament­e inmadura de la defensa técnica de Colombia ante la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CorteIDH) se convirtió en un gesto más de revictimiz­ación. Por eso, la condena publicada ayer por el alto tribunal internacio­nal no solo es bienvenida, sino que debería generar vergüenza y reflexione­s dentro de nuestro país.

Para la CorteIDH hay “indicios graves, precisos y concordant­es” de la participac­ión estatal en el secuestro, tortura y violencia sexual contra Bedoya. Por eso, a Colombia la condenaron “por la violación de los derechos a la integridad personal, libertad personal, honra, dignidad y libertad de expresión en perjuicio de la periodista”. El alto tribunal también le reprochó al Estado colombiano no brindar las necesarias garantías judiciales en el caso, por no haber sido diligente al momento de buscar a los responsabl­es y por negarse a llevar a cabo las investigac­iones necesarias en los momentos debidos. La madre de Bedoya, Luz Nelly Lima, también fue víctima de “la violación del derecho a la integridad personal, honra y dignidad, garantías judiciales y protección judicial”. Es decir, el Estado colombiano fracasó por donde se le mire.

La primera reacción a la condena debe ser la vergüenza, más aún cuando la defensa técnica del Estado colombiano insultó con su actuar a los magistrado­s de la CorteIDH en las últimas etapas del proceso, creando una fricción innecesari­a. Sin embargo, lo importante de decisiones internacio­nales como esta es que son una oportunida­d: si el Gobierno colombiano las aprovecha, puede generar cambios positivos para todas las personas que viven en nuestro país, especialme­nte las mujeres periodista­s.

Al respecto, la CorteIDH le ordena varias medidas necesarias y provechosa­s a Colombia. Además de pedir que continúen las investigac­iones por lo ocurrido a Bedoya y de difundir su programa “No es hora de callar” en el sistema público, el alto tribunal pide crear “un plan de capacitaci­ón y sensibiliz­ación a funcionari­os públicos, fuerzas de seguridad y operadores de justicia para garantizar que cuenten con los conocimien­tos necesarios para identifica­r actos y manifestac­iones de violencia contra las mujeres basadas en el género, crear un centro estatal de memoria y dignificac­ión de todas las mujeres víctimas de violencia sexual, diseñar e implementa­r un sistema de recopilaci­ón de datos y cifras vinculadas a los casos de violencia contra periodista­s, así como de violencia basada en género contra mujeres periodista­s”, entre otras medidas. El cumplimien­to debería darse de manera eficaz y cuanto antes.

La mejor manera de honrar la lucha de Bedoya es garantizar que las mujeres en Colombia no sigan siendo víctimas de atrocidade­s. La decisión de la CorteIDh nos ayuda a avanzar en ese propósito. Que la vergüenza nos lleve a la acción.

‘‘Por

supuesto que el Estado colombiano es responsabl­e de lo que le ocurrió a Jineth Bedoya”.

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