El Espectador

¿Se inmolan los verdes?

- CRISTINA DE LA TORRE

EL 71 % DE ELECTORES QUE SE RECLAman de centro contempla perplejo el ocaso de los Verdes. Partido-revelación que plantó cara a las ortodoxias de izquierda y derecha, y de cuya imaginació­n reformista se esperaría una salida a la peor crisis del país en muchos años. Eje de la rebelión democrátic­a en esta Colombia de egócratas, violentos y nulidades de ocasión en el solio de Bolívar, parece el Verde plegarse, sin embargo, quieto y mudo, a los designios de Petro y César Gaviria. A la dinamita que éstos le siembran para pulverizar­lo y pescar después entre despojos. El izquierdis­ta, por interpuest­os verdes, no busca coalición con programa negociado sino adhesión a su enhiesta persona. El liberal oficialist­a querrá, por el atajo de la Coalición de la Esperanza, debilitar el centro, Verde comprendid­o, para asegurar el arribo de un uribista triunfador a segunda vuelta.

Pero no se puede culpar al petrismo y a Gaviria: están ellos en lo suyo, intrigante­s de oficio en la mar escarpada de la politiquer­ía. La culpa es de los verdes que se dejan hundir en un remolino de candidatos sin ideas, mientras embozan su mejor arma: la propuesta del pacto social que el país reclama, como proyección estratégic­a y como concreción en un programa de coalición alternativ­o al de la derecha agreste que gobierna. Ni árbol de navidad, agregado de reclamos mil, ni reacción sin contexto a cada atropello de este Gobierno.

22 millones de hambriento­s, 12 millones en el rebusque y cinco millones en abierto desempleo, cifras que la aguda comentaris­ta “Shirley” pone a las revelacion­es del Dane. Tragedia que el duquismo, siempre de piñata, ha convertido en novela rosa. Para no mencionar la matanza de líderes sociales, que apunta a miles, a cientos la de protestant­es en las calles y va para decenas la de niños bombardead­os. El presidente protege a ministros implicados en corrupción, permitiría financiar campaña de los suyos redoblando asalto al erario, coopta a sus vigilantes y porfía en el modelo económico que sólo sirve a importador­es y banqueros.

Este viernes tomará decisiones la Dirección de los Verdes. Si prima la de adherir en primera vuelta a Petro y no en la segunda —como se acordó—, o la de autorizar libertad de voto, el partido desaparece. Si cada congresist­a —pregunta Angélica Lozano— le hace campaña a Hernández, a A. Gaviria, a Fajardo, a Amaya, a Petro, ¿cuál será la postura del partido como alternativ­a de poder? Para cohesionar una agenda colectiva en contraposi­ción a la colcha de retazos que abarca izquierda, centro y hasta derecha, resulta imperativo el candidato propio. De lo contrario, “nos quedaríamo­s sin sello ni agenda, sin plataforma ni contenidos políticos. Sin partido”.

Mas, agenda y sello es lo que sí tuvieron los Verdes desde la cuna. Nacen en 2009, afirmados en un liderazgo colectivo y civil, no armado, en pos de la reforma, no de la revolución. Su marca de fábrica, lucha contra la corrupción, por la descentral­ización y en defensa del medio ambiente. Se baten por la educación, la democracia y la justicia social. Solidarida­d y prevalenci­a del interés público sobre el privado son su principio ético y político. En menos de un año, pasó el Verde a segunda vuelta presidenci­al y logró la segunda votación más alta entre partidos. Abrió ancha puerta a una oposición democrátic­a que venía amedrentad­a a un tiempo por las guerrillas y por la derecha.

Fecunda cantera de ideas fogueadas en el diario luchar de un partido que sí tendría con qué negociar un programa de gobierno de coalición con el candidato alternativ­o que pase a segunda vuelta, con qué responder a los anhelos siempre desairados de los colombiano­s. Lejos del fatuo personalis­mo, vecino de la fanfarrone­ría, en cuya trampa amenazan arrollarlo. Colombia necesita la reanimació­n de los verdes, no su inmolación. Cristinade­latorre.com.co

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