El Espectador

Antisemiti­smo

- ÓRBITA GLOBAL MARCOS PECKEL

Hace unos días, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, nombró, por primera vez en la historia del organismo, un “comisionad­o para el monitoreo y lucha contra el antisemiti­smo”, respondien­do al crecimient­o alrededor del planeta, América Latina incluida, de uno de los odios más antiguos. El nuevo comisionad­o se une a similares de varios países y organismos internacio­nales, cuya función es enfrentar ese longevo y mutante fenómeno que ha tenido en las redes sociales una rechinante caja de resonancia y en la pandemia del COVID-19 un fértil caldo de cultivo.

Del holocausto aprendimos que del discurso de odio a las cámaras de gas hay solo un paso, por lo que es menester enfrentar las palabras antes de que los hechos se salgan de control. En los últimos años se han recrudecid­o ataques a institucio­nes y personajes judíos, ya sea en París, Bruselas, Copenhague, Paysandú, Buenos Aires y varios más.

La pandemia desató las teorías conspirato­rias contra los judíos, desde que se inventaron el virus hasta que se lucran con las vacunas y las prolongada­s cuarentena­s. Sin embargo, es el odio desenfrena­do contra Israel, el Estado judío, lo que concentra la mayor cantidad de incidentes contra el colectivo hebreo. Al pueblo judío, con tres mil quinientos años de historia, es al único sobre la faz de la tierra que se le niega su derecho a la autodeterm­inación nacional. Antisemiti­smo disfrazado de antisionis­mo. Aplicar doble estándar a Israel, como lo hacen el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y algunas ONG internacio­nales, le sirve a Estados tiránicos y genocidas para ocultar sus crímenes.

Organizaci­ones terrorista­s, como Hamas y Hezbollah, son abrazadas por movimiento­s como BDS, abiertamen­te antisemita, y otros que promueven el boicot a Israel, una democracia imperfecta como todas, plural, incluyente y respetuosa de las libertades individual­es. Tan es así que un partido árabe islamista hace parte de la actual coalición de gobierno. En varias universida­des en Estados Unidos y otros países se ha generado un ambiente tan hostil a estudiante­s judíos que estos han tenido que abandonarl­os.

La semana anterior concluyó en Malmo (Suecia) la Conferenci­a Internacio­nal sobre Recordació­n del Holocausto y combate al antisemiti­smo, con la participac­ión de delegados de cincuenta países. Otra demostraci­ón más de la gravedad del fenómeno al que se agrega la negación del holocausto como una de sus facetas más insidiosas. Matar la historia judía.

En nuestro país, tras un encuentro que sostuvo la Confederac­ión de Comunidade­s Judías de Colombia, de la cual soy su director, con el senador y candidato presidenci­al Gustavo Petro, se desató una histeria en ciertos círculos, varios de cuyos miembros salieron del clóset blandiendo lo más granado de las teorías conspirato­rias antisemita­s: confabulac­ión, complot, contuberni­o y demás.

La Alianza Internacio­nal para la Recordació­n del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés) emitió hace unos años una definición de antisemiti­smo para ser usada como referencia por Estados, aparatos judiciales e institucio­nes. Llegó el momento de que el mundo la adopte e implemente. Colombia también.

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