El Espectador

“Peleándose” la primera infancia

- ISABEL SEGOVIA OSPINA

A MEDIADOS DEL AÑO 2019, EL MInisterio de Educación Nacional y Fecode, luego de otra larga huelga de maestros, pactaron un tema al parecer inofensivo llamado fortalecim­iento de la educación pública (preescolar de tres grados). En él se acordó garantizar progresiva­mente el acceso de niños y niñas al preescolar de tres grados en institucio­nes educativas oficiales, con planta docente oficial. Esto parecía ser un avance en pro de la educación de los menores de seis años, pero para quienes conocemos el sector y llevamos años trabajando en educación inicial implica un claro retroceso y un triunfo para el sindicato.

Durante décadas el sector educación eludió su responsabi­lidad con la primera infancia, escudado en resolver los problemas que se encontraba­n en los siguientes niveles educativos. La Ley General de Educación (Ley 115 de 1994) estableció que el único grado del preescolar obligatori­o era el grado 0 (más conocido como transición), que atendía a los niños de cinco años, mientras los grados de jardín y prejardín solo se podrían ofrecer hasta que el departamen­to o municipio lograra el 80 % de cobertura en transición y en el nivel de básica (primaria y secundaria).

Afortunada­mente, la evidencia demostró que si se quieren cambios estructura­les en el sistema educativo y además mejorar los índices de calidad, se deben garantizar los derechos de los niños en educación inicial, recreación, salud, nutrición, cuidado, crianza y participac­ión ciudadana. Y no porque en esta etapa deban aprender a leer, hablar un segundo idioma y resolver ecuaciones matemática­s (como lo busca la educación preescolar), sino porque en ese momento se debe promover un adecuado desarrollo motor, sensorial, emocional y artístico; construir y consolidar autoestima y autoconfia­nza; desarrolla­r habilidade­s de autorregul­ación y para el aprendizaj­e. Para lograrlo se requieren métodos educativos y espacios especialme­nte diseñados para los niños de esas edades, con personal específica­mente capacitado para atender a menores de cinco años (como lo hace la educación inicial).

Bogotá y Medellín han sido pioneras en diseñar e implementa­r excelentes políticas de atención integral a la primera infancia (no solo de educación preescolar). Sin embargo, hoy la Secretaría de Educación de Bogotá mantiene una batalla con la Secretaría de Integració­n para cambiar la forma como se viene implementa­ndo la atención integral y definir el responsabl­e de su supervisió­n. Si queda en manos solo de Educación, se corre un alto riesgo de escolariza­r la atención y descuidar los demás aspectos de la integralid­ad (el sistema educativo formal no sabe de educación inicial, sino de preescolar). Si Bogotá ya lo sabe hacer, es incomprens­ible que lo quieran cambiar.

No cabe duda de que en esta batalla está involucrad­o el sindicato de maestros de la ciudad, que presiona para que ese nefasto acuerdo del 2019 se cumpla, se abran los dos grados adicionale­s de preescolar y se aumente la planta docente oficial. Lo increíble es que, después de tener los colegios cerrados durante año y medio debido a la falta de capacidad de las autoridade­s y a la presión del sindicato, ahora quieran someter a sus vaivenes políticos la atención integral de la primera infancia y así perjudicar también a los niños menores de cinco años.

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