El Espectador

Gobierno colombiano, sin voluntad para proteger a líderes ambientale­s

Esta es la conclusión del último informe, coordinado por la Agencia Católica para el Desarrollo, sobre los patrones comunes de las amenazas a los defensores de la naturaleza en seis países de Latinoamér­ica. Cajamarca y Cerrejón, los dos casos de riesgo en

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En Colombia, los defensores ambientale­s son asesinados por buscar que se respeten los derechos de sus comunidade­s y de la naturaleza ante el impacto de las empresas extractiva­s nacionales e internacio­nales, y el Gobierno carece de capacidad o voluntad para protegerlo­s. Así lo concluye el informe “Proteger nuestra casa común: defensoras y defensores de la tierra y del medioambie­nte en Latinoamér­ica”, publicado este 21 de octubre, que revela una serie de patrones comunes en seis países de la región (Colombia, Honduras, Guatemala, Brasil, Perú y Bolivia) sobre los riesgos que viven los defensores.

Róbinson Mejía es uno de ellos. Agitado, y con la señal entrecorta­da, atiende esta entrevista desde el centro de Falan (Tolima), mientras acompaña una movilizaci­ón ciudadana que pretende “evitar que la Agencia Nacional de Minería otorgue títulos mineros para explotar el 80 % de este territorio”. Esa ha sido la lucha del ingeniero forestal y líder ambiental desde que en 2017 decidió ser uno de los promotores de la histórica consulta popular que se negó (con el 97,7 % de los votos) a la minería por parte de la multinacio­nal AngloGold Ashanti en Cajamarca (Tolima).

Cuatro años después, Mejía sigue denunciand­o amenazas por su activismo: en lo que va de 2021 ha recibido tres intimidaci­ones, aunque eso no es lo que más miedo le genera. Teme que su gestión y los votos de los cajamarqui­nos hayan sido en vano: “Ni la AngloGold Ashanti ni el Gobierno han querido reconocer los resultados de la consulta popular. Hay varias demandas que buscan desmontar el acuerdo municipal que la adoptó y la minera está tratando de solicitar las áreas perdidas a través de un tercero ”, señala.

Este es uno de los dos casos que se abordan en el capítulo de Colombia del informe realizado por la Corporació­n de Apoyo a Comunidade­s Populares (Codacop), el colectivo Siembra, el Colectivo socioambie­ntal juvenil de Cajamarca, el movimiento Defendiend­o la Tierra, el Territorio y el Medio Ambiente, y el Centro de Investigac­ión y Educación Popular (Cinep), en un trabajo coordinado por la Agencia Católica para el Desarrollo en el extranjero, cofinancia­do por la Unión Europea.

De acuerdo con el documento, Colombia sigue siendo el país con mayor cantidad de defensores asesinados en el mundo, con 177 casos en 2020, según Front Line Defenders, de los 313 homicidios a líderes ambientale­s que hubo en el mundo; es decir, uno cada 2,5 días. “El Gobierno apoya y protege al sector de las empresas extractiva­s, y como es una parte central de su plan de desarrollo actual, constituye uno de los principale­s ejes impulsores de la recuperaci­ón económica”, se lee en

el documento.

Consulta popular, en riesgo

Los defensores del territorio en Cajamarca (Tolima) denuncian haber vivido amenazas y falta de mecanismos efectivos de participac­ión. “Siempre nos han dicho que nuestro problema es que no queremos que Cajamarca esté bien”, cuenta Róbinson Mejía. Según el informe, también los han tildado de “desemplead­os” y “guerriller­os”.

Aunque no hay certeza de dónde provengan estas intimidaci­ones, explica que en la mayoría de casos están firmadas o lideradas por hombres identifica­dos como las Águilas Negras y los Rastrojos. “Este año, por ejemplo, difundiero­n un panfleto donde se les declaraba objetivo militar, luego llamaron a un compañero y le pusieron una canción fúnebre al teléfono”, describe el líder, que tuvo que acudir a la Unidad Nacional de Protección (UNP).

Sobre el caso de Cajamarca, el informe recalca la necesidad de que se reconozca la legalidad de la consulta popular celebrada en 2017, pues a raíz de varias sentencias emitidas por la Corte Constituci­onal, desde 2018, no se pueden hacer consultas públicas por iniciativa ciudadana que pretendan impedir la explotació­n de minerales.

La protección del agua que le queda a La Guajira

Otro de los casos mencionado­s en el informe se vincula a la minera a cielo abierto Cerrejón, ubicada en la cuenca del río Ranchería, al sureste de La Guajira y en la línea de la frontera con Venezuela. Samuel Arregocés Pérez, líder del Consejo Comunitari­o de Negros Ancestrale­s de Tabaco, dice que una de las preocupaci­ones actuales de las comunidade­s étnicas es que, desde la llegada de la multinacio­nal al territorio hace 40 años, han perdido 17 fuentes hídricas por las actividade­s de minería. En el informe documentan que otras 20 comunidade­s han sido desplazada­s desde entonces.

Samuel conoce de cerca el desplazami­ento porque lo ha tenido que vivir dos veces: la primera fue en 2017, cuando después de varias intimidaci­ones y amenazas por parte de hombres identifica­dos como de las Águilas Negras, tuvo que abandonar el departamen­to y desplazars­e hasta Santander. Sin embargo, los grupos armados lo siguieron hasta allí y ese mismo año tuvo que volver a salir de su territorio, esta vez hacia Suiza, donde permaneció por un mes denunciand­o su situación ante la comunidad internacio­nal.

En 2019, Samuel decidió retornar junto a su familia y volver a asumir el liderazgo. Hoy su departamen­to sigue siendo mencionado en informes internacio­nales que alertan el riesgo de defender la tierra y el agua en Colombia. Ahora una de sus principale­s preocupaci­ones es el arroyo Bruno, que surte a al menos 15 comunidade­s étnicas y que ha sido desviado de su cauce natural para el extractivi­smo. “La mina utiliza 24 millones de litros de agua al día”, advierten en el documento.

Aunque para la comunidad y el Cinep no hay relación directa o comprobada entre la presencia de la empresa y las intimidaci­ones a los líderes, lo cierto es que “cada vez que, por ejemplo, promovíamo­s consultas populares o hablábamos de la protección ambiental, éramos tildados de estar contra el desarrollo”, explica Samuel, cuya única protección, por ahora, es un chaleco antibalas y un botón de pánico que le entregó la UNP en caso de peligro.

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Samuel Arregocés, de Albania (La Guajira), y Róbinson Mejía, de Cajamarca (Tolima), han sido amenazados y victimizad­os por defender sus territorio­s.
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