El Espectador

Un apoyo a la reactivaci­ón... del clientelis­mo

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EL GOBIERNO NACIONAL Y SU COAlición en el Congreso acaban de darle un golpe a la legitimida­d de la democracia en Colombia. No había motivos para aprobar una reforma a la Ley de Garantías tan cerca de elecciones, sin un debate amplio y transparen­te, y colando la modificaci­ón dentro de la Ley de Presupuest­o. Más allá de que el presidente Iván Duque esté contradici­endo las críticas que el senador Iván Duque hizo en su momento a la idea de sabotear esa ley, la realidad es que se acaba de abrir un espacio para la corrupción en todo el país, con el beneplácit­o de un Gobierno supuestame­nte comprometi­do con la lucha por la transparen­cia.

La obsesión del Gobierno Duque, impulsado no en menor medida por alcaldes y gobernador­es de distintas orillas, se sustenta en el desarrollo económico. Según el Gobierno, era necesario modificar la Ley de Garantías para seguir apoyando la reactivaci­ón. En la Colombia dibujada retóricame­nte desde la Casa de Nariño, las entidades territoria­les están atadas de manos y podrían cambiar el rumbo de las regiones si tan solo no tuviesen que responder a los límites impuestos por esa ley. Esto, mientras Colombia está proyectada para crecer a un ritmo histórico.

El argumento del Gobierno es, cuando menos, ingenuo. No se justificó por qué era necesario permitir los convenios interadmin­istrativos cuando la Ley de Garantías sí permite otros tipos de contrataci­ón que son más transparen­tes y permiten vigilancia pública. Lo que no dijo la postura oficial es que son justamente esos convenios los que autorizan contrataci­ón más directa y, por ende, más propicia a ser utilizada para influencia­r la balanza política en plena época electoral.

Se dijo también que la Ley de Garantías no era relevante porque la reelección presidenci­al se eliminó. No es cierto. Si bien la norma se aprobó en medio del desastre institucio­nal que ocasionó la reforma para reelegir al entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, también generó una consecuenc­ia positiva: evitó atropellos en elecciones regionales al impedir que los gobernador­es y alcaldes influyeran a favor de sus políticos cercanos a través de la contrataci­ón. ¿No es ese un fin loable?

Con la eliminació­n de una porción de la Ley de Garantías se abre la oportunida­d, también, para que se cuestione la legitimida­d de las elecciones. Ya empezó. Las voces más radicales de la oposición están hablando de posible compra masiva de votos y de fraude. Ya hemos visto que esos discursos calan entre las personas así no tengan sustento fáctico. ¿Para qué ayudar al desprestig­io de las institucio­nes modificand­o la Ley de Garantías tan cerca de elecciones?

Se ha dicho que esta no podía modificars­e mediante ley ordinaria. Sobre eso, la Corte Constituci­onal tendrá la última palabra. Pero el daño ya está hecho, no solo por los casos de corrupción que puedan ocurrir, sino por el simbolismo del actuar del Congreso y de Presidenci­a. Cuando pudieron fortalecer unas elecciones claves para el futuro de Colombia, eligieron quitar uno de los contrapeso­s más visibles a la corrupción administra­tiva.

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qué ayudar al desprestig­io de las institucio­nes modificand­o la Ley de Garantías tan cerca de elecciones?

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