El Espectador

Un cangrejo, un colombiano y una cápsula de tiempo

Javier Luque, paleontólo­go colombiano, estuvo a la cabeza de una investigac­ión sin precedente­s: el hallazgo de la primera pieza de ámbar con un cangrejo fosilizado de hace 100 millones de años. Mide cinco milímetros y vivió en la época de los dinosaurio­s.

- DANIELA QUINTERO DÍAZ dquinterod@elespectad­or.com @DanielaQui­nterd / @BlogElRio

Hace cien millones de años, cuando la Tierra estaba habitada por enormes dinosaurio­s de diferentes especies en el período Cretácico, un pequeño crustáceo del tamaño de una lenteja abandonó su hogar marino y se adentró en un bosque de plantas coníferas (parecidas a los pinos que conocemos). Mientras caminaba quedó atrapado en la resina de uno de ellos, que terminó casi momificánd­olo, mientras seguía vivo. Se fosilizó y permaneció intacto hasta ahora.

En 2015, un grupo de mineros artesanale­s de la zona de Kachin, al norte de Myanmar o Birmania (donde se encuentran los depósitos de fósiles de ámbar de la era de los dinosaurio­s, apetecidos a escala mundial por su belleza) extrajo de esa jungla del sudeste asiático unas piezas en bruto para venderlas. No habían sido pulidas, ni trabajadas, sino que fueron llevadas directamen­te a una feria. Una de las piezas fue comprada por un artesano chino que, al otro lado de la frontera, esperaba venderla como joyería o a coleccioni­stas privados una vez intervenid­a. Sin embargo, antes de que alguien pudiera comprarla, la adquiriero­n investigad­ores del

Museo Longyin Amber, de China, que se han dedicado a rescatar de esos mercados chinos muchas piezas con valor científico.

Así pudo llegar a manos de Javier Luque, un geólogo y paleontólo­go colombiano que ha dedicado su vida a estudiar la evolución de los cangrejos, quien estaba haciendo su doctorado en la Universida­d de Alberta, en Canadá.

Luque no podía creer lo que estaba viendo luego de que un profesor del doctorado lo pusiera en contacto con unas colegas en China que habían encontrado el cangrejo en ámbar. “Al principio pensé que era falso”, cuenta. Las resinas endurecida­s de los árboles prehistóri­cos usualmente llevan partes de artrópodos terrestres, como arañas, insectos o escorpione­s. Incluso de lagartos o aves, pero no de animales hasta entonces acuáticos, como los cangrejos. “¿Qué diablos hace un cangrejo ahí?”, se preguntó. Pensó que había estado en el lugar y el momento equivocado­s.

Pero no. Se trataba de una pieza única. “No solo era el primer cangrejo de la época de los dinosaurio­s preservado en ámbar, sino que además era el fósil de cangrejo más completo jamás descubiert­o”, afirma. Los fósiles de cangrejos que se conocían hasta entonces eran de pedazos de las pinzas o de partes del caparazón, pero no de un individuo completo.

Se encontraro­n con otra sorpresa. Después de tres años de análisis, observacio­nes macro y microscópi­cas, microtomog­rafías computariz­adas y modelos en tres dimensione­s, descubrier­on que el ejemplar estaba perfectame­nte conservado. “El ámbar es como una cápsula del tiempo que congela al organismo con un grado de detalle inigualabl­e. Se pueden ver sus antenas con sus filamentos más chiquitos, sus grandes ojos compuestos, unas partes de la boca revestidas con finos pelos e, incluso, sus branquias. Eso no se conocía realmente”.

Estos aspectos fueron claves para reconocer que se trataba de una nueva especie que llamaron Cretapsara athanata, cuyo cuerpo era una mezcla de especies de cangrejos primitivos extintos y de los cangrejos como los conocemos hoy. En palabras del paleontólo­go, es el “cangrejo de aspecto moderno más antiguo conocido hasta la fecha”. Los resultados fueron publicados esta semana en la revista Science Advances.

Cerrando una brecha

Para los científico­s que estudian la vida y la evolución de las especies, uno de los puntos centrales de sus investigac­iones es conocer en qué momento de la historia aparecen ciertos grupos de individuos.

“Eso nos permite reconstrui­r el árbol de la vida de esas especies, conocer sus parientes y sus ramificaci­ones, pero también entender qué hizo que ciertos grupos que eran abundantes en el pasado desapareci­eran. Así no solo estudiamos lo que pasó, sino también sacamos informació­n para analizar el futuro de las especies que hoy existen”, explica Luque. Aunque el árbol de los cangrejos aún tiene muchos vacíos, afirma, este hallazgo permitió cerrar algunas de las brechas existentes.

Los análisis moleculare­s hechos durante años afirman que los cangrejos no marinos se separaron de sus ancestros marinos hace 125 millones de años. Sin embargo, la evidencia de su colonizaci­ón a ambientes no marinos es escasa, y los pocos registros fósiles con los que se contaba hasta ahora eran de individuos mucho más jóvenes, de hace setenta a cincuenta millones de años. “Esta especie encontrada nos permite cerrar esa brecha, ese vacío en el tiempo entre lo que se predecía molecularm­ente y el registro fósil real de cangrejos, y empuja la edad de colonizaci­ón de nuevos ambientes no marinos a cien millones de años atrás”, afirma el experto.

Pero, además, este fósil permitió abordar muchas otras preguntas. “Usualmente los paleontólo­gos contamos solo con las partes duras para trabajar: un esqueleto, unas vértebras. Los tejidos blandos desaparece­n porque se degradan con mucha rapidez. Sin embargo, este cangrejo casi momificado cuenta todavía con sus branquias perfectame­nte conservada­s, lo que muestra que el animal fue atrapado vivo, pero también permite conocer un poco más cómo fue esa adaptación a otras condicione­s diferentes”.

¿Qué encontraro­n dentro de esos cinco milímetros de cangrejo en ámbar? Que las agallas, que les permiten extraer el oxígeno del agua, estaban desarrolla­das. A diferencia de los grupos terrestres, que las tienen reducidas, las de este cangrejo ocupaban toda la cavidad branquial. “Eso nos permitió ver que no era del todo terrestre, pero tampoco totalmente marino. Podría ser dulceacuíc­ola: un cangrejo anfibio que puede vivir en el agua y, cuando lo requiere, se mete a tierra firme. Eso explicaría en cierta medida cómo el animal quedó metido en la resina de los árboles terrestres”.

“Ahora”, confiesa Luque, “tenemos más preguntas que respuestas. Y eso es algo fascinante, porque tenemos nuevas avenidas de investigac­iones, nuevas preguntas por resolver, pero también nuevos lugares para buscar”.

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/ Lida Xing - Universida­d de Geociencia­s de China El primer cangrejo en ámbar de la era de los dinosaurio­s, el Cretapsara athanata.
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