El Espectador

La exclusión de la universida­d

- CATALINA URIBE RINCÓN

EN ESTADOS UNIDOS, LA FUNDAción conservado­ra Estudiante­s por unas Admisiones Justas está intentando desmantela­r las políticas de acción afirmativa para el acceso a la educación superior. Estas políticas, también conocidas como discrimina­ción positiva, hacen referencia a las medidas tomadas por las institucio­nes para garantizar que grupos tradiciona­lmente excluidos tengan mayor igualdad de oportunida­des en el acceso al empleo, la educación y otros espacios que les han sido tradiciona­lmente vetados. En otras palabras, las políticas de acción afirmativa parten de la base de que, por años, décadas e incluso siglos, el espacio público ha estado cerrado para personas negras, indígenas, trans, en situación de discapacid­ad y muchas otras más. Como este ha sido el caso, necesitan algo de ayuda para entrar con justas oportunida­des.

La semana pasada la jueza Loretta C. Biggs falló en contra de una de las demandas de la fundación conservado­ra, autorizand­o a la Universida­d de Carolina del Norte para que continúe usando la raza como un factor en su proceso de admisión. Para la jueza, la raza no puede ser el único determinan­te, pero ignorarla y reducir su importanci­a no es una alternativ­a. Los modelos estándar de admisiones, por los que abogan los conservado­res de la fundación, no cumplen con esa supuesta neutralida­d, para algunos tan anhelada. Y quizá esta sea la razón que varios se han rehusado a entender: los modelos de admisión, de evaluación, de juicio están siempre mediados y construido­s desde una subjetivid­ad que no es conocida ni es neutral.

Esto último parece ser lo que muchos se niegan a creer. Constantem­ente me encuentro con argumentos del estilo: “buscamos los mejores, no decidir por cuotas” o “se les ofrece el puesto, pero no lo aceptan entonces nos toca contratar a los mismos de siempre”. Así, la única conclusión lógica termina siendo que “toca” contratar a hombres blancos con cierta preparació­n porque son los “más capacitado­s” y los que “siempre dicen que sí”. Aclarando que blanco, en Colombia, alude al hombre con las caracterís­ticas raciales y sociales privilegia­das. Son a esos mismos “hombres blancos” a los que los oigo decir que la razón por la cual algunos grupos poblaciona­les son minoría obedece a causas estructura­les de falta de preparació­n de la infancia.

El comentario es parcialmen­te cierto, pero en gran medida reprochabl­e. Y lo es porque decir “qué vaina” y “qué triste es la vida”, mientras toca hacer magia para encontrar a un profesor negro en una universida­d y mucha más magia para encontrar a una profesora negra o indígena —porque “blancas” tampoco es que haya muchas—, no es triste sino miope. La universida­d, en un sentido muy importante, no es defensora de justicia. La universida­d existe sobre todo para proteger la búsqueda de la verdad, incluida la pregunta sobre qué es lo justo. Queda la sospecha de que vamos a poder abordar esa pregunta con seriedad si excluimos sistemátic­amente a quienes más han sufrido injusticia. La diversidad no es una moda caritativa. Y tampoco es una fórmula mágica. Pero sí es algo sobre lo que hay que pensar si queremos tener universida­des comprometi­das con la búsqueda de la verdad.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia