El derecho al cielo
UN MAL DÍA DE FEBRERO DE 2003 EL entonces secretario de Estado, Colin Powell, mostró evidencia visual de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. En su mano cargaba un frasco con polvos blancos.
La intención era convencer al Consejo de Seguridad de apoyar con una segunda resolución lo que de cualquier forma el presidente Bush ya había decidido anteriormente. La invasión militar a Irak no estaba en discusión. El mensaje de su peligrosidad le fue reiterado al público estadounidense con la ayuda de más imágenes.
Llama la atención una serie en la que fotos aéreas registran edificios industriales y aparentes cargamentos de munición química. Las imágenes son borrosas. Vienen acompañadas de títulos supremamente útiles: “edificio de montaje de misiles”, “búnker de municiones químicas”, etc.
Todo falso, como se supo después. Y fascinante, si la pregunta es cómo fue que con tan poco se salieron con la suya a la hora de impulsar la veracidad de lo mostrado. Una hipótesis justificada en hechos históricos: el poder de lo visual cuando se transmite desde la tecnología y sus usos militares.
La foto aérea es por definición verdadera porque así lo dice la inteligencia militar.
Varias veces Powell se arrepintió. La guerra en Irak y Afganistán, entre tanto, siguió su curso. También con drones, igualmente defendidos por Powell. Incluso en Pakistán, si era necesario neutralizar a una persona que por su comportamiento podría convertirse, en el futuro, en un terrorista.
Ese poder preventivo, que actúa sobre lo que pasará mañana, fue activado a través de drones: la siguiente tecnología militar, heredera de los poderes visuales que utilizó el secretario de Estado recién fallecido.
Sobre el poder de los drones y la forma en que vigilan, lo explicó un niño pakistaní de 13 años cuando afirmó: “Ya no me gustan los cielos azules. De hecho, ahora prefiero los cielos grises. Los drones no vuelan cuando los cielos son grises”.