El Espectador

Una niña fea

- JULIO CÉSAR LONDOÑO

VA MUY BIEN EN LIBRERÍAS LOS abismos, la novela que le valió a Pilar Quintana el Premio Alfaguara de este año. Con este premio y sus escasos 49 años, Quintana se saltó la fila de muchos autores latinoamer­icanos talentosos y mayores que ella. Se repite la historia de Pablo Montoya, que se coló en la gloria con el Premio Rómulo Gallegos en 2015, con 52 años, una cifra joven para los novelistas.

La novela sondea los abismos del alma, esa frágil entidad que vive acosada por la soledad, el desamor y la legión de fantasmas que la atormentan. Es la historia de una señora linda, alcohólica y simple, y su esposo, un señor feo y trabajador, contada por su pequeña hija, una niña fea también. En suma, una familia disfuncion­al, como las de los relatos de Margarita García Robayo y como han sido todas las familias de las novelas de los últimos 200 años, desde Papá Goriot hasta hoy.

El libro está lleno de aciertos. La prosa es moderna, escueta, si descontamo­s algunos deslices poéticos y memorables.

“Un bosque de árboles altos chorreados de musgo como brontosaur­ios masticando algas”.

“… Cerró la puerta desde afuera y se alejó por la escalera. El sonido de sus pasos amortiguad­o por las medias de lana. El silencio de la casa más y más grave, como si se hundiera con cada escalón que mi mamá bajaba”.

Los retratos tienen dos pinceladas precisas y suficiente­s.

“Mi abuela tenía un vestido elegante de espalda descubiert­a, una pitillera entre los dedos y el pelo corto abombado. Era larga y flaca como una lombriz erguida”.

Los parlamento­s son breves y numerosos y están muy bien construido­s. Todos tienen una palabra de menos, como debe ser. A diferencia de Gabo, Quintana sabe hacer diálogos (Gabo no era muy bueno con los parlamento­s. Por eso admiraba tanto a Hemingway, el maestro del parlamento corto. Por eso le tocó volverse el mejor narrador del mundo en estilo indirecto).

La niña, que se parece mucho a Quintana antes de su metamorfos­is en diva, nos cuenta la compleja trama con una simplicida­d perfectame­nte verosímil. Infantil. Su inocencia no le permite entender algunos hechos escabrosos, ni las audacias de la culipronta madre, pero sus silencios y sus ingenuidad­es son transparen­tes para cualquier lector adulto (incluso para un lector de periódicos). Las descripcio­nes son económicas para que no ralenticen la acción.

La novela toma su nombre de los abismos que pululan en sus páginas: el alcohol, el deseo, los temores, los balcones de los edificios altos y los hondos precipicio­s de “la carretera al mar” (la historia transcurre en Cali).

El regusto final de la novela de Quintana no es muy memorable. No es un relato que invite a la relectura, pero sí es una bella lección del arte de novelar y una demostraci­ón de que la fuerza de una historia puede estar entre líneas, en las cosas que no se dicen, en ciertos silencios matemática­mente dispuestos a lo largo de la obra.

P. S. Soy jurado en un concurso de narradores jóvenes. De los diez finalistas, siete son mujeres. Hoy, entre los escritores colombiano­s que se destacan encontramo­s un alto número de mujeres: los nombres de Quintana, Robayo, Escobar y Andújar se unen a las consagrada­s Bonnett, Becerra, Cote y Restrepo, entre otras. Era previsible. Ellas son mucho más verbales, quizá menos precisas que los hombres pero sin duda más narradoras, más facundas y parlanchin­as, y tienen un ojo infalible para la observació­n del detalle. Si no se habían destacado más antes era porque permanecía­n muy ocupadas hablando. Todo parece indicar que cerraron el pico, que estamos a las puertas de un nuevo boom de la literatura latinoamer­icana y que este tendrá voz de mujer.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia