El Espectador

¿Lobo con piel de oveja?

- CRISTINA DE LA TORRE

DESAFIANTE, TAIMADO, GLOTÓN, ESte Gobierno (con sus bancadas de logreros) devora a dentellada­s el poder que le cayó en suerte. A fuer de reactivaci­ón económica, no dejará piedra sobre piedra: si de financiar un fraude colosal en elecciones se trata, menea el paspartú de la reactivaci­ón; si de reforma tributaria para redoblar favores a los ricos y penurias a los pobres, invoca la reactivaci­ón. Pero esta reforma-parodia será impotente frente a la inversión social que demanda un país con cinco millones de familias en la miseria, cuya financiaci­ón no podría salir sino del impuesto progresivo. El que grava proporcion­almente más a los que más tienen, pan comido en democracia que se respete. En previsión del cambio que se impone, el entierro de la Ley de Garantías Electorale­s se traducirá en orgía de contratos sin control y de votos comprados para llenar alforjas y asegurar curules a las fuerzas que perpetúan un sistema fiscal hecho a la medida de los poderosos.

Ha crecido la economía, sí, mas no el empleo. Se ha multiplica­do el beneficio de los conglomera­dos que concentran el poder económico, controlan los mercados y mandan en las políticas de Estado. Crecimient­o habrá pero no redistribu­ción. Ni desarrollo. Es reactivaci­ón para los bancos y negocios de los Sarmiento-angulos, los mismos que acapararon casi todas las ayudas por pandemia de este Gobierno, mientras sufría, y sufre, la plétora de pequeñas empresas que generan el 87 % del empleo.

Loas y campanilla­s hubo hace dos meses para los empresario­s que, en acto de desprendim­iento digno de gratitud universal, aceptaron elevar en dos puntos su impuesto de renta pero, eso sí, preservand­o las gabelas recibidas durante años. Grande era el guardado. Sostiene Jorge Enrique Espitia (Le Monde Diplomatiq­ue) que tales concesione­s les reconocen $40 billones de ingresos no constituti­vos de renta, $13 billones por rentas exentas y $5 billones por descuentos tributario­s. Sin estas concesione­s y tributando el 35 %, el recaudo adicional sería de $24 billones. Es que las tarifas efectivas de tributació­n que los grandes conglomera­dos pagan son irrisorias: mientras la de un minimercad­o es 7,2 %, la del sector financiero es 1,5 %. La desigualda­d clama al cielo: el ingreso medio que el uno por mil más rico declara es 1.300 veces el de un declarante que está en la menor escala; y su patrimonio representa 3.700 veces más.

Como si fuera poco, señala Espitia, la reforma tributaria descabeza la lucha contra la evasión: elimina el artículo que reduce la brecha entre avalúo catastral y valor comercial de un inmueble. En la gloria seguirán terratenie­ntes y ganaderos que llevan siglos pagando impuestos exiguos, o ninguno. Para no mencionar los grandes capitales que medran en la ilegalidad o en paraísos fiscales, bendecidos, estos últimos, por el mismísimo presidente Duque. En $50 billones se calcula la evasión tributaria por año en Colombia.

Mientras tanto, casi la mitad de los colombiano­s vive con $11.000 diarios y con $5.000 los hijos de la miseria. Aliviarlos con una renta digna le costaría al Estado apenas el 0,2 % del PIB, $2,4 billones. Pero el presidente, viajero saltarín por el mundo, no se agobia con estos menesteres, no y no. Seguirá girando partiditas de caridad a una porción reducida de los sufrientes. Y, claro, listo para pitar la largada a ordeñar en esta campaña electoral hasta la última gota del erario, menoscabar por fraude la representa­ción plural en el Congreso y asegurar la hegemonía de los partidos que, ebrios de sus propias miasmas, querrán preservar la patria de las desigualda­des.

Hubo un tiempo en que Duque se revelaba como lobo con piel de oveja. Ya no. De tanto hostilizar­la, le ha jugado la verdad una mala pasada: ahora se insinúa en la ambigua figura de lobo con piel más de lobo que de oveja. Cristinade­latorre.com.co

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