El Espectador

Anatolio, vote sí

- FEDERICO GÓMEZ LARA

EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA Y EL Gobierno Nacional por estos días conquistar­on insospecha­dos niveles de descaro. Lo que está ocurriendo es de no creer: con una “jugadita” sucia, mal armada y a todas luces ilegal, el presidente y sus áulicos en el Capitolio estarían ad portas de reformar la Ley de Garantías Electorale­s. Pero esta, como tantas de sus otras intentonas de vulnerar el Estado de Derecho, bien no les va a salir.

Sin entrar en demasiados tecnicismo­s, vale la pena hacer un recuento de lo que sucedió la semana pasada en la “discusión” y votación de la Ley de Presupuest­o en la plenaria de la Cámara. El debate fue citado apenas 24 horas antes del plazo que la Constituci­ón establece para aprobar esta ley ordinaria. Así las cosas, un tema de tal envergadur­a acabó aprobándos­e en menos de una hora.

Pero esos escasos 60 minutos no solo alcanzaron para pasar a pupitrazo limpio el presupuest­o. Los honorables representa­ntes, de la mano del Gobierno, fueron aún más diligentes. En una marrulla abiertamen­te inconstitu­cional, instalaron un mico en la Ley de Presupuest­o (ley ordinaria), que pretende modificar la Ley de Garantías (ley estatutari­a). La representa­nte Jennifer Arias, presidenta de la Cámara, les concedió la palabra por apenas tres minutos a quienes se oponían al esperpento. Acto seguido, luego de apagarles sistemátic­amente el micrófono, abrió la votación y así, en par patadas, quedó configurad­a la trampa. Anatolio, vote sí.

Palabras más, palabras menos, la estrategia que está hoy en marcha pretende legalizar la compra de votos. El cuento que está echando el Ejecutivo es que lo que realmente quiere es reactivar la economía. Carreta. Vaya manera de insultar la inteligenc­ia de los colombiano­s. Vamos a ser claros: tanto el Gobierno como los parlamenta­rios saben perfectame­nte que una ley ordinaria no puede modificar una estatutari­a. Éstas, como estoy seguro entienden el presidente y sus ministros, tienen procedimie­ntos y jerarquías distintas. A lo que le apuestan, entonces, es a aprobar semejante adefesio para poder robarse las elecciones a punta de contratos. Así, calculan ellos, cuando la Corte Constituci­onal tumbe la norma ya el fraude se habrá materializ­ado.

Llama la atención el desconocim­iento de la ley por parte la clase dirigente. Al tratarse de una ley estatutari­a, ésta solo podrá ser aplicada cuando haya sido objeto de revisión de la Corte. Si el Gobierno, los alcaldes o los gobernador­es se pasan por la faja esta obviedad, estarían prevarican­do. Así de sencillo.

En honor a la verdad, este desastre no solamente es culpa de presidente. Todo esto se ha fraguado con la connivenci­a de los jefes de los partidos. Si se les pregunta, se muestran indignados. Pero, eso sí, dejan en libertad a sus bancadas para que voten la marrulla. Ahora, como bien lo recordó Julio Sánchez en La W, lo del presidente es particular­mente grave. Cuando era senador, ante un intento similar, afirmó que modificar la Ley de Garantías “lacera la democracia”. Julio le ha pedido públicamen­te a Duque que les “haga conejo” a los congresist­as y objete la norma. Pero creo, esta vez, que el conejo del presidente va a ser a nosotros. Quedamos en manos de la Corte.

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