El Espectador

Conocer mejor los peces del río Cauca, un logro para su conservaci­ón

El descubrimi­ento hecho por la Universida­d Nacional de dos especies no descritas de bagre sapo es uno de los mayores avances científico­s logrados gracias a los convenios ambientale­s firmados por EPM en el marco del Proyecto Hidroeléct­rico Ituango.

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Varias de las primeras peceras que se observan al entrar al acuario del Parque Explora, en Medellín, permiten apreciar peces del río Cauca que usualmente solo son visibles cuando han sido pescados para el consumo humano. En cambio allí nadan sin riesgos bagres rayados que pueden superar el metro de longitud, mojarras amarillas que cuidan en pareja sus huevos frente a cualquier amenaza, así como comelones y sardinas, que son “una pequeña muestra comparada con toda la riqueza y biodiversi­dad que tenemos en nuestros ríos”, según dice la bióloga Xiomara Gómez, una de las siete personas del Explora dedicadas al convenio firmado con EPM para investigar y hacer pedagogía sobre algunos peces del Cauca.

Aunque en el acuario se les aprecia en toda su magnitud, es tras bambalinas, en los corredores húmedos por los que se reparten incubadora­s, tanques y laboratori­os, donde sucede una de las partes más importante­s de ese convenio: los estudios de reproducci­ón de tres especies selecciona­das para su conservaci­ón en los ecosistema­s acuáticos de la cuenca de ese río: viejitos, mojarras amarillas y bagres sapo cola negra. “Estamos realizando un proyecto de investigac­ión de sostenimie­nto y reproducci­ón”, cuenta Mauricio Posada, director del acuario del Explora.

La razón para selecciona­r estas especies fue “la presión que se está dando en el medio en la pesca, no solo en el río Cauca sino en la mayoría de las cuencas de Colombia”, agrega Posada, también médico veterinari­o y zootecnist­a. Explica que estas son especies que normalment­e no se consumen, pero que existe un riesgo de que comiencen a ser pescadas ante la reducción en los individuos de especies con alto interés pesquero.

“Se sabe muy poco de ellas”, agrega, y por eso es importante estudiarla­s y lograr que se reproduzca­n en cautiverio a través de un protocolo “que sea replicable bajo condicione­s normales de una piscícola sin mucha tecnología, que cualquier campesino pueda replicarlo, y si se logra, evitar la pesca en el río”.

La mojarra se reproduce en cautiverio “relativame­nte fácil” pero se ha escrito poco sobre este proceso, dice. Pese a esa facilidad, ya tiene presión pesquera y eso hace necesario el protocolo. En cambio, el viejito y el bagre sapo cola negra no tienen todavía esa presión. En el Parque Explora observan su alimentaci­ón y les hacen una inducción hormonal que replica en cautiverio los estímulos naturales de su hábitat. Del que menos se conoce es de ese bagre, pues fue descubiert­o recienteme­nte.

Dos bagres “nuevos”

La historia del bagre sapo es ilustrativ­a de lo poco que se conoce hasta ahora de los peces del río Cauca. Hace una década no se sabía que existía un bagre sapo de cola negra porque no había sido descubiert­o y descrito por la ciencia, pese a que probableme­nte los habitantes de la zona sí la habían avistado e incluso pescado. El descubrimi­ento se dio gracias al convenio entre EPM y la Universida­d Nacional, sede Medellín, en el que esta institució­n se encarga del estudio genético de los peces y concluyó que se trata de, al menos, dos especies distintas.

Edna Judith Márquez Fernández, doctora en Biología, es la líder del convenio de genética de peces que en su fase actual viene desde 2019, pero que tuvo una fase pre

››La razón para selecciona­r estas especies fue “la presión que se está dando en el medio en la pesca, no solo en el río Cauca sino en la mayoría de las cuencas de Colombia”.

via en el 2013 para evaluar la diversidad genética previa a la intervenci­ón del Proyecto Hidroeléct­rico Ituango.

El primer momento arrojó que catorce especies estudiadas “tenían una diversidad genética alta” y que peces como el bagre rayado, la vizcaína, el bagre blanquillo y el barbudo no migraban hasta la cuenca media del Cauca. Solo cuatro migraban más allá del sitio donde se construyó la presa de Hidroituan­go: bocachico, capaz, jetudo y bagre sapo. Pero este último tenía una particular­idad: “La parte media del Cauca tenía una especie diferente a la que estaba abajo, una diferencia de hace muchos miles de millones de años”, explica la investigad­ora. Antes se creía que los que estaban aguas abajo eran especímene­s jóvenes y los de aguas arriba eran adultos, pero el estudio genético rebatió esa creencia.

Las muestras del bagre sapo llegaron al laboratori­o de la Universida­d Nacional antes de la construcci­ón del proyecto. Al analizarla­s, encontraro­n diferencia­s “muy fuertes” que no les permitían saber si correspond­ían a una de las dos especies registrada­s hasta entonces. “Eso nos obligó a buscar muestras de todo el país”, dice. Compararon con la especie que se encuentra en el río Sinú (Pseudopime­lodus schultzi) y con la que está en otros ríos como el Atrato, el Magdalena y el Amazonas (Pseudopime­lodus bufonius). “Nos llamó la atención que las dos especies que teníamos aquí no se parecían a ninguna de ellas”, con lo cual hallaron que en Colombia no hay dos especies de bagre sapo, sino al menos cinco.

El equipo científico logró describir dos especies nuevas: el Pseudopime­lodus

magnus, que se encuentra alrededor del corregimie­nto de Bolombolo, en Venecia (Antioquia), y que tiene como caracterís­tica particular su tamaño, alrededor de ochenta centímetro­s, que lo hacen el más grande de los Pseudopime­lodus. La otra especie, el bagre sapo cola negra (Pseudopime­lodus atricaudus), se encuentra en Caucasia (Antioquia), mide alrededor de 35 centímetro­s y se distingue por el color de su aleta caudal. Es, además, el que se está estudiando en el Parque Explora para lograr su reproducci­ón en cautiverio, quizá por primera vez.

“¿Cómo nos dimos cuenta? Por genética”, explica la bióloga Márquez. Alrededor de trece millones de años separan a las dos especies. Esta temporalid­ad tiene que ver con el momento en el que emergió la cordillera de los Andes, cuando la zona donde está Ituango salió del agua antes que otras de la cordillera Central. “Eso fue lo que hizo que el P. atricaudus se quedara en la parte baja y el P. magnus en la parte alta”, dice la investigad­ora.

¿De qué sirve saberlo?

La bióloga Xiomara Gómez, del acuario del Parque Explora, dice que “cada especie es un engranaje perfecto en el ecosistema, cada una tiene su aporte para que el ecosistema funcione de manera equilibrad­a”, por eso el trabajo que están haciendo apunta a la urgencia de tener estrategia­s científica­s y replicable­s para su conservaci­ón. Esto incluye el trabajo pedagógico que hace el acuario para “tener una ciudadanía informada” que conozca las especies y cómo las actividade­s humanas cotidianas pueden impactar su superviven­cia. A través del acuario se busca que las personas entiendan que “incluso desde las ciudades podemos afectar lo que pasa en los ríos”.

Además de la estrategia general de cuidado, el reconocimi­ento de la diversidad permite actuar de forma más acertada. Si se decidiera proteger el bagre sapo en un sitio específico del cauce del río Cauca, pensando que es el mismo arriba y abajo de la presa, se correría el riesgo de perder una de las dos especies. Sobre todo, aumentaría la presión pesquera sobre el P. magnus con la idea de que es la forma adulta del P. atricaudus. Por eso Edna Márquez señala que el registro de estas especies hasta ahora desconocid­as “es clave desde el punto de vista de conservaci­ón”.

La utilidad del estudio genético no se queda allí. También se encontró que el bocachico y el capaz tienen señales de consanguin­idad; es decir, que se reproducen entre familiares. “Fue interesant­e saberlo porque evidencia que antes de la construcci­ón del proyecto estas especies estaban sometidas a una actividad nociva en la zona”, señala Márquez, lo que lleva también a tomar decisiones específica­s sobre la conservaci­ón de estas especies que ya eran conocidas. Los resultados del convenio que todavía está en marcha darán informació­n sobre cómo cambió la biodiversi­dad genética después del embalse de Hidroituan­go y qué se debe hacer para protegerla.

››La historia del bagre sapo es ilustrativ­a de lo poco que se conoce hasta ahora de los peces del río Cauca. Hace una década no se sabía que existía un bagre sapo de cola negra, porque no había sido descubiert­o ni descrito por la ciencia, pese a que quizá los habitantes de la zona sí lo habían avistado e incluso pescado.

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/ Cortesía Xiomara Gómez.
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/ Cortesía Edna Martínez.
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/ Fotos: cortesía Los peces del río Cauca, un logro para su conservaci­ón.
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