El Espectador

Yo, compasiva

- ANDREA PADILLA VILLARRAGA*

EN EL ESPECTADOR, LA BIÓLOGA Brigitte Baptiste publicó una columna titulada: “Yo, chigüirici­da”. En ella arremetió contra el vegetarian­ismo, calificánd­olo de inútil y peligroso. Afirmó que “comer más arroz no implica renunciar al acto de matar, solo lo hace más cómodo”, y que “no es inocente quien cree que no se necesita tumbar el monte para cultivar las hortalizas”. En otras palabras, que quien elige no comerse a los animales y quien le baja la cabeza a un chigüiro (o a otro animal) de un machetazo manejan el mismo estándar moral. Mejor dicho, que haga lo que haga usted es un matón.

Pero más allá del tono socarrón que se percibe en el texto, lo grave de las afirmacion­es es precisamen­te que es ella quien las hace. Si salieran de un taurino o un cazador, sería anecdótico: otra sandez más. Pero Baptiste es una figura pública con reputación en el mundo de las ciencias ambientale­s, que no debería permitirse ligerezas contraevid­entes.

¿Cómo afirma, sin sonrojarse, que el vegetarian­ismo es inútil cuando científico­s de todo el mundo, integrante­s de la FAO, del IPCC, de observator­ios de los ODS y de institucio­nes académicas vienen señalando, con datos duros, que la crianza de animales para consumo es, de lejos, una de las principale­s causas de la crisis climática y la degradació­n ambiental global? ¿De dónde saca la bióloga que comer arroz tiene el mismo impacto ambiental que comerse un pedazo de carne de animales, cuando, por ejemplo, se requieren 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne y tan solo 1.500 para producir un kilo de granos? Francament­e es insólito.

Me quedo con las sólidas voces de científico­s que instan a los gobiernos a promover medidas para desincenti­var el consumo de animales e incentivar el de alimentos de origen vegetal. Voces que no creo que la bióloga califique de “ignorantes”, “fanáticas” u “hordas llenas de buenas intencione­s”, como sí se refiere, en cambio, a quienes consideram­os que alimentars­e sin animales es una opción ética poderosa. Y no porque creamos que sacar a los animales del plato nos hace ambientalm­ente inofensivo­s; más bien, es porque elegimos no hacer parte de un sistema de destrucció­n ambiental y de producción de sufrimient­o de animales, en aras de causar el mal menor. ¿Por qué ir en contra de una decisión responsabl­e y empática? Como escribió Carolina Sanín, a propósito de la misma columna: “Una cosa es no ser vegetarian­o. ¿Pero ser antivegeta­riano? ¿Qué sentido tiene oponerse a la compasión de otro?”. Lo que pareciera haber acá es una relación con la naturaleza por sanar.

Creo que, tratándose de una voz autorizada, lo responsabl­e por parte de Baptiste sería alentar a las personas a sacar a los animales del plato y elegir informadas, en vez de estimular la idea falsa y nociva —atractiva para conciencia­s autocompla­cientes— de que el vegetarian­ismo es inútil. Lo de su supuesta peligrosid­ad ni siquiera merece un comentario. Peligroso es usar el poder que se tiene para alentar el inmovilism­o y servirles a quienes viven de explotar la naturaleza y a los animales. Peligroso es dejar que la soberbia hable en un momento en el que el mundo necesita tanta compasión. * Ph. D. Activista por los derechos de los animales, concejal de Bogotá. @andreanima­lidad

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