El Espectador

El proceso de paz con “Otoniel” que nunca fue

Entre finales de 2017 y principios de 2018, el Clan del Golfo y el gobierno de Juan Manuel Santos avanzaron en contactos de paz e incluso alcanzó a destinarse un predio de un antiguo seminario en Antioquia para concentrar la tropa. Los gestores de esa neg

- CAMILO ALZATE GONZÁLEZ calzate@elespectad­or.com @camilagros­o

El antropólog­o y profesor Jesús Flórez recuerda que a mediados de 2017 lo buscó una persona que conocía de años atrás, cuando ofició como sacerdote en Chocó y mantuvo interlocuc­iones con los paramilita­res durante el proceso de paz de Álvaro Uribe. Esa persona le dijo que venía de parte de David Antonio Úsuga, conocido como Otoniel, máximo comandante de las Agc o Clan del Golfo, para propiciar un acercamien­to de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos.

“La idea fue de las Agc, Santos recibió informació­n de que estaban interesado­s en vincularse a una negociació­n y designó al vicepresid­ente Óscar Naranjo para el tema”, precisa Flórez, quien hoy apoya como asesor al equipo de paz de la Arquidióce­sis de Cali. “Después tomaron contacto con la Iglesia, en concreto con monseñor Darío Monsalve”.

Las Agc, llamadas Clan del Golfo por las autoridade­s, habían seguido con interés los diálogos de paz con las Farc, incluso enviaron representa­ntes a La Habana, donde tuvieron conversaci­ones con los jefes guerriller­os y manifestar­on, según Flórez, que “si de verdad las Farc estaban con seriedad en la negociació­n ellos iban a respetarla y eso fue real, pues a grosso modo cumplieron con no agredir a los excombatie­ntes”.

Ese grupo armado designó una comisión de civiles, casi todos abogados, encargados de la facilitaci­ón y los acercamien­tos con el Gobierno que se prolongaro­n durante todo el segundo semestre de 2017. Esta comisión mantenía línea directa con Otoniel y desde el comienzo pidió un marco jurídico especial que posibilita­ra el sometimien­to colectivo de la organizaci­ón, no los sometimien­tos individual­es que ya estaban contemplad­os en la ley.

El senador Iván Cepeda fue uno de los facilitado­res autorizado­s por el presidente Santos para estas conversaci­ones. Él asegura que todos los encuentros con los emisarios de Otoniel, en los que participó, se llevaron a cabo en la Fiscalía o la Presidenci­a. “Se supone que la ley (que tramitaría el Gobierno) iba a facilitar el sometimien­to colectivo, porque la reforma a la ley anterior quedó hecha de tal manera que obstruía el sometimien­to y los beneficios no eran tantos”, explica.

El proceso llegó a estar tan avanzado, que la Iglesia católica, en calidad de acompañant­e, destinó el predio de un antiguo seminario entre Yarumal y Santa Rosa de Osos, en Antioquia, para que allí se concentrar­an los primeros grupos durante la desmoviliz­ación. “Hablaban de cinco mil efectivos armados en todo el país”, apunta Jesús Flórez, quien dice que la labor del arzobispo Darío Monsalve era “propiciar el ambiente, abrir la puerta al acogimient­o a la justicia, porque él no hablaba de sometimien­to, sino de acogimient­o”. Y sobre todo apostarle a la verdad del conflicto que pudieran contar los miembros del grupo criminal.

El 5 de septiembre de 2017, un día antes de la llegada del papa Francisco a Colombia, Otoniel apareció en público con un video saludando al jerarca católico, donde declaraba que su organizaci­ón quería “ser parte del fin del conflicto para llegar al desarme total de todos los grupos armados del país”. Insistía en que estaban dispuestos a “suspender todas las actividade­s ilegales” una vez estuvieran dadas las condicione­s. “Creo en la paz de mi patria, confío en que en este Gobierno se pueda construir la paz estable y duradera”, concluía.

Las condicione­s que pedía el jefe de las Agc eran el marco jurídico especial para el sometimien­to que contemplar­a algunos beneficios y la seguridad de que no serían extraditad­os. “El miedo de ellos era que los extraditar­an, sobre todo porque Otoniel venía del proceso de Justicia y Paz con los paramilita­res”, cuenta el sacerdote Albeiro Parra, otro gestor de paz.

Pero ahí empezaron los problemas. En el Congreso se hicieron trámites para un proyecto de ley de sometimien­to, incluyendo una propuesta de la senadora por el Centro Democrátic­o Paola Holguín, que contemplab­a penas privativas de la libertad de entre 48 y 96 meses de prisión para delitos que no fueran de lesa humanidad, esto condiciona­do al aporte de “verdad integral” y el compromiso de no reincidenc­ia, así como la entrega de bienes, la promoción de la no instrument­alización de menores y una “desarticul­ación integral” del grupo en todos los niveles.

No obstante, varias fuentes coinciden en que la versión final de la Ley 1908 que Santos firmó cuando no le quedaba ni un mes en la Casa de Nariño, el 9 de julio de 2018, en realidad fue confeccion­ada por el entonces fiscal general, Néstor Humberto Martínez, y eso “terminó siendo un impediment­o”, en opinión de Jesús Flórez, pues el texto era más drástico que el mismo Código Penal y los beneficios del sometimien­to no aparecían por ningún lado.

La nueva ley tenía una vigencia de apenas seis meses para que los grupos armados se acogieran a ella y colocaba requisitos muy difíciles de cumplir, por ejemplo, que cada miembro del grupo debía entregar un listado de sus delitos para que fueran verificado­s por la Fiscalía. Ofrecía rebajas de un 50 % de las condenas en unos casos y de un 30 % en otros, pero esto no era significat­ivamente distinto a lo que puede lograr un reo ordinario cuando hace acuerdos con la justicia.

“La verdad que ellos podían aportar ponía en juego al establecim­iento”, explica Jesús Flórez. De acuerdo con los facilitado­res, esa sería la verdadera causa para que varios sectores políticos bloquearan el avance de los acercamien­tos.

El 5 de agosto de 2018 fue capturado alias Nicolás en San Rafael (Antioquia). Era uno de los comandante­s que más había insistido en el interior de las Agc en la posibilida­d de la negociació­n. Dos días más tarde Iván Duque asumió la presidenci­a. Ni él ni su comisionad­o de Paz, Miguel Ceballos, mostraron interés en proseguir con los diálogos, según afirman varios obispos y religiosos que estuvieron al tanto de las conversaci­ones.

Ceballos confirmó que el plazo de los seis meses de la ley era realmente muy corto para adelantar cualquier proceso, pero además dijo que “el gobierno Duque tenía claro que no negociaría con narcotrafi­cantes y por eso no le interesó nunca prorrogar esa ley”. Ceballos insiste en que nunca se reunió con los emisarios de Otoniel. Luego impulsó un decreto de sometimien­to individual -que era justamente todo lo contrario de lo que habían pedido las Agc- y, según él, “Otoniel me amenazó públicamen­te a mí y a quienes se sometieran a ese decreto, porque eso implicaba el desgrane de su organizaci­ón”.

››La verdad que ellos podían aportar ponía en juego al establecim­iento. Esa sería la verdadera causa para que varios sectores políticos bloquearan el avance de los acercamien­tos.

 ?? / Archivo ?? El máximo líder del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, intentó negociar con el Estado.
/ Archivo El máximo líder del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, intentó negociar con el Estado.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia