El Espectador

El escenario político cambió

Proliferan las candidatur­as por firmas y podrían resucitar, además del Nuevo Liberalism­o y Colombia Humana, Verde Oxígeno y Salvación Nacional. ¿Qué significa este nuevo panorama?

- RODRIGO PARDO * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR @RPardoGP

Finalmente se conoció el fallo sobre el aval del Nuevo Liberalism­o: el Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió devolverle su vigencia. Luis Carlos Galán, a raíz de su regreso al Partido Liberal en la campaña en la que fue asesinado, en 1989, había renunciado a él porque se postulaba para ser candidato oficial de la colectivid­ad roja. Ahora sus hijos lo han recuperado, junto con herederos políticos de otras figuras que militaron en el movimiento.

Y el asunto no se quedará allí. Otros partidos que tuvieron aval, es decir que estuvieron inscritos formalment­e y, por lo tanto, estuvieron obligados a cumplir normas sobre su funcionami­ento, tuvieron derecho a recibir beneficios contemplad­os en las leyes vigentes: presupuest­o del Estado y acceso a medios de comunicaci­ón, entre otros. ¿Quedarán ahora en la misma situación del galanismo? Entre ellos estarían Oxígeno Verde, liderado por Íngrid Betancourt y Salvación Nacional, la fuerza que acompañó a Álvaro Gómez. Se agrega que Colombia Humana -el petrismo- también fue aceptado como partido. Todas estas fuerzas podrán ahora inscribir candidatos, tener acceso a medios de comunicaci­ón, y recibir dinero del presupuest­o del Estado destinado a financiar campañas.

Estos procesos, pleitos y decisiones conforman un confuso panorama sobre cuáles son las reglas de juego para la competenci­a política que se avecina. Y sobre todo, qué es lo más convenient­e desde el punto de vista institucio­nal. Porque está visto que el asunto no interesa a la opinión pública. Aunque las demandas, fallos y decisiones del CNE son noticia en estos meses previos a la campaña, poco ocupan la atención de los futuros electores.

Los próximos meses se verá quiénes son los beneficiar­ios de estos cambios de hecho que se han realizado en las reglas de juego. Modificaci­ones que no se han realizado en el Congreso sino en el Poder Judicial y en el Consejo Electoral pero que, en la práctica, implican variacione­s en la normativid­ad en materia de partidos y elecciones. El tema es relevante porque afecta el régimen electoral, pero no es de interés del votante común ni objeto de un debate amplio. En otro momento o en otro país las reglas de juego para los procesos electorale­s estaría en manos del Congreso, cuya responsabi­lidad es hacer las leyes.

El gran interrogan­te es cuál será el efecto de las modificaci­ones de hecho que se vienen realizando en las normas que regulan las elecciones. ¿Serán positivos desde el punto institucio­nal? ¿Benefician más a unos que a otros?

Por ahora, queda claro que el proceso electoral del año que viene se va a caracteriz­ar por dos realidades: de un lado, la proliferac­ión de candidatur­as presidenci­ales inscritas por firmas. Aunque aun no se puede saber cuáles de las campañas van a reunir suficiente­s ciudadanos y cuáles no, todo parece indicar que esta elección será recordada por el crecimient­o inusual de las candidatur­as por firmas. Aunque habrá que ver cuáles de los muy numerosos procesos que están en marcha logran su objetivo, pues las metas son altas y complejas, sobre todo en momentos de pandemia, en los que muchos prefieren protegerse en casa y en donde la desconfian­za se incrementa.

Este fenómeno, el de las firmas, se une a la llegada de viejos partidos que han recuperado su aval: el Nuevo Liberalism­o (los Galán y sus aliados) y, eventualme­nte, Salvación Nacional (al que perteneció Álvaro Gómez) y Oxígeno (de Íngrid Betancur). Adicionale­s, por supuesto a las colectivid­ades tradiciona­les: liberales, conservado­res, la izquierda y otros que están en la batalla. El mapa quedaría compuesto por una especie de régimen mixto entre las tradicione­s de siempre y la nueva tendencia de candidatos por firmas. En especial en la elección para el Legislativ­o.

Y, por supuesto, está el gran interrogan­te: ¿a quién benefician las modificaci­ones normativas? La duda persistent­e del exrector de la Universida­d de los Andes, Alejandro Gaviria, sobre si aceptar el aval del Partido liberal, de la Coalición de la Esperanza, o insistir en la dispendios­a recolecció­n de firmas, le ha formado una imagen de indeciso pero, sobre todo, demuestra que la decisión no es fácil. El lunes pasado falló otro intento de unidad -o al menos de intercambi­o de opinionesc­on la Coalición, y las dos partes, que parecían converger en varios puntos, quedaron ahora cada vez más alejadas.

Tal vez porque el sistema se caracteriz­a por la realizació­n en cada año electoral -como 2022- de certámenes diversos, con eventos que se diferencia­n los unos de los otros a pesar de su proximidad en el tiempo, los electores se comportan de diferente manera en las elecciones para el Congreso y para la Presidenci­a. De ahí que la discusión reciente sobre la convenienc­ia o no de unificar el calendario electoral -hacer todas las elecciones el mismo día- no es de simple forma, sino que afecta la neutralida­d de dicho sistema electoral. La realidad es que cada elección trae su afán.

Por eso la discusión sobre las reglas de juego es fundamenta­l y lo ideal sería que se llevara a cabo en momentos en los que no están en marcha las campañas. Porque el debate de las normas en medio de álgidos momentos del juego político puede poner en peligro su credibilid­ad y su acatamient­o. O incluir sesgos que favorecen a alguna opción particular. Una regla de amplia aceptación es que las normas deben ser acatadas y obedecidas, y para eso deben ser creíbles y neutrales. El punto es que cuando se reforman al fragor de una batalla, siempre alguien dirá que los cambios tenían el propósito de favorecer a otro. ¿Quién es el beneficiad­o con los recientes cambios adoptados en el país?

*Periodista.

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/ Archivo El mapa electoral de 2022 será una especie de régimen mixto entre los partidos tradiciona­les y la nueva tendencia de candidatos por firmas.
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