El Espectador

Un buen giro en la política antidrogas

-

LA POLÍTICA ANTIDROGAS DE COlombia ha estado siempre atada a la guía de los Estados Unidos. Eso ha sido, a menudo, una pésima noticia, pues los gobiernos de ese país no siempre han estado a la altura de los cambios que requiere la realidad. La guerra contra las drogas, orquestada desde la Casa Blanca, ha sido una herramient­a eficaz de manipulaci­ón de los gobiernos colombiano­s y de presión por ciertos intereses. El caso más reciente muestra el doble rasero empleado: mientras en el país del norte ya hay 18 estados con marihuana legalizada y economías de droga boyantes, el entonces presidente Donald Trump amenazó con descertifi­car a Colombia, entre otras razones, por su negativa a usar glifosato para asperjar los cultivos ilícitos. Por fortuna, esa inconsiste­ncia parece estar cambiando.

Desde que llegó a la Casa Blanca, Joe Biden ha representa­do un cambio de discurso que no solo muestra un claro contraste con Trump, sino con décadas de manejos insuficien­tes del problema de las drogas. No es para menos: en el 2019, Estados Unidos tuvo 49.860 muertes por sobredosis con opioides. En el 2018 fueron 46.802 y en general las cifras se han mantenido muy altas. No entender que se trata de un problema de salud pública, y no uno necesariam­ente militar, ha sido un error tremendo. Biden fue claro en que cambiaría la estrategia en Estados Unidos y eso, por fortuna, parece estar alimentand­o el enfoque diplomátic­o hacia la guerra contra las drogas en general.

Para Colombia esto son buenas noticias. Esta semana la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de la Casa Blanca (ONDCP por sus siglas en inglés) anunció un cambio en el enfoque de la lucha antidrogas en nuestro país. En ningún momento se nombra el glifosato, tan manoseado en el discurso político de la derecha local. Se habla de tres ejes: fortalecim­iento institucio­nal, desarrollo de zonas rurales y protección del medio ambiente. Las nuevas prioridade­s señalan que Estados Unidos está abierto a que el próximo gobierno tenga una visión más progresist­a sobre cómo atacar el problema de las drogas.

La administra­ción de Iván Duque está atrinchera­da en el pasado. Su programa antidrogas es una mezcla de ideas caducas, moralismo invasivo y militarism­o desbordado. No es gratuito que el embajador de Colombia en Washington, Juan Carlos Pinzón, tenga varios trinos en los que acusa como aliados del narcotráfi­co a quienes proponen un cambio en la estrategia antidrogas. Ese enfoque funcionó en parte durante la presidenci­a de Trump, pero ha llevado al país a enfrascars­e en debates inútiles como ese del glifosato. La política antidrogas colombiana ha seguido buscando la fiebre en las sábanas.

Ahora, Estados Unidos sigue proponiend­o un respaldo militar y de seguridad, por supuesto, pues el plan fomenta la erradicaci­ón (aunque no menciona el glifosato), la lucha contra el lavado de activos y el fortalecim­iento de los mecanismos de justicia. Pero la política de Biden pide fortalecer el Acuerdo de Paz, cumplir lo pactado, proteger a los líderes sociales y tomar aun más medidas para garantizar la protección del medio ambiente. El mensaje es claro para zonas débiles en este Gobierno, que ya camina sus pasos finales y abre la puerta para que en las elecciones del 2022 haya un cambio de enfoque en las propuestas de los candidatos. Washington está cambiando de prioridade­s: ¿Colombia aprovechar­á el momento histórico?

‘‘La

política de Biden pide fortalecer el Acuerdo de Paz, cumplir lo pactado, proteger a los líderes sociales y más acción para garantizar la protección del medio ambiente”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia