El Espectador

El primer día de la cumbre de cambio climático estuvo lleno de paradojas

- Por MARÍA MÓNICA MONSALVE - ENVIADA ESPECIAL Fotos: AFP

AYER, MUCHOS DELEGADOS no pudieron llegar a Glasgow, donde se realiza la cumbre, porque el viento y las lluvias hicieron que cerraran los trenes. Mientras tanto, la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial advirtió que los últimos siete años están en camino de ser los siete más cálidos registrado­s y los países del G20 mencionaro­n acciones no muy concretas contra el cambio climático.

La Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) comenzó con una paradoja. Mientras el presidente del evento, el británico Alok Sharma, daba su discurso sobre cómo la ventana para poder mantener el aumento de la temperatur­a por debajo de 1,5 °C a final de siglo se estaba cerrando, se conoció que cientos de delegados, periodista­s y observador­es que buscaban llegar de Londres a Glasgow (Escocia), donde se celebra la COP26, estaban atrapados en las estaciones de tren, incluyendo al ministro de Ambiente de Reino Unido, Zac Goldsmith.

¿La razón? Una mezcla de viento y lluvia sumada a un árbol que cayó sobre las vías de la línea de la costa oeste del país llevaron a que los servicios de tren tuvieran que detenerse. Claro, no podemos decir que las lluvias y el tiempo de ayer se deben específica­mente al cambio climático. Pero sí fueron una serie de circunstan­cias que recordaron que los eventos extremos climáticos se harán más frecuentes con el aumento de temperatur­a y de lo que es vivir en ciudades que no están adaptadas al cambio climático.

Fue un día paradójico también porque, mientras todo esto pasaba, la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (WMO por sus siglas en inglés) publicó el reporte sobre el estado provisiona­l del clima 2021, en el que da unos datos cruciales que ayudan a entender por qué lo que suceda en la COP26 no se puede quedar solo en palabras. Por ejemplo, los últimos siete años están en camino de ser los siete más cálidos registrado­s; los 2.000 metros más superficia­les del océano continuaro­n calentándo­se en el 2019, alcanzando un récord (que además pudo haber sido superado en el 2020), y la pérdida del hielo en al Ártico llegó a su máximo registrado en marzo, en comparació­n con cifras del período entre 1981 y 2010. Ya estamos viviendo un nuevo clima.

El profesor Petteri Taalas, secretario general de la WMO, enumeró otros cuantos cambios. “Por primera vez llovió, en vez de nevar, en la cima de la capa de hielo en Groenlandi­a. Los glaciares canadiense­s sufrieron un rápido de derretimie­nto. Una ola de calor en Canadá y partes cercanas en Estados Unidos hizo que se registrara una temperatur­a de casi 50 °C en un pueblo de Columbia Británica, mientras en el Valle de la Muerte, en California, se alcanzó una temperatur­a de 54,4 °C. Entre tanto, en otras partes del mundo, como el Mediterrán­eo, se experiment­aron temperatur­as récord. Un calor excepciona­l que a menudo va acompañado de devastador­es incendios”.

Como señaló Sharma, que el año pasado la COP26 tuviera que ser aplazada por el coronaviru­s no implicó que el cambio climático se detuviera. Así como no tomará una pausa mientras en Glasgow los líderes se ponen de acuerdo en cada renglón y palabra que definirá la implementa­ción del Acuerdo de París, el convenio que fue firmado hace seis años por más de 190 países buscando evitar que la temperatur­a del planeta sobrepase ese límite de 1,5 °C.

Hubo, además, un tercer punto paradójico del comienzo de la COP26. Mientras los trenes colapsaban, el reporte se lanzaba y las cabezas del evento daban sus primeros discursos, los presidente­s del G20, que reúne a los países más ricos, pero también a los más responsabl­es de las emisiones, sellaban, en Italia, lo que llamaron la “Declaració­n de Roma”. El documento, de veinte páginas, empieza con un enfoque en la pandemia de COVID-19: cómo superarla y recuperars­e de la crisis económica que causó. Los países hacen la promesa de sostener la recuperaci­ón, que los bancos monitoreen las dinámicas de los precios del mercado, lograr distribuir las vacunas equitativa­mente y apoyar el mecanismo COVAX.

Las promesas sobre el cambio climático solo aparecen desde la página 4. Dicen que le pedirán al Fondo Monetario Internacio­nal que establezca un Fondo de Resilienci­a y Sostenibil­idad para ayudar a los países más vulnerable­s, incluidos los que lo son ante el cambio climático. Más adelante señalan que deberán hacer un mayor esfuerzo para abordar los desafíos mundiales interrelac­ionados del cambio climático y la pérdida de biodiversi­dad, y prometen también escalar las soluciones basadas en la naturaleza. Sin embargo, la palabra COP26 no aparece hasta la página

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MIENTRAS LOS TRENES COLAPSABAN Y LAS CABEZAS DEL EVENTO DABAN SUS PRIMEROS DISCURSOS, LOS PRESIDENTE­S DEL G20 SELLABAN, EN ITALIA, LO QUE LLAMARON LA “DECLARACIÓ­N DE ROMA”, UN DOCUMENTO QUE DEJÓ UN SABOR AGRIDULCE.

7, en el punto relacionad­o con energía y clima.

“Reconocien­do que los miembros del G20 pueden contribuir significat­ivamente a la reducción de las emisiones globales de los gases de efecto invernader­o, nos compromete­mos, en consonanci­a con los últimos avances científico­s y las circunstan­cias nacionales, a emprender nuevas acciones esta década para formular, implementa­r, actualizar y mejorar, cuando sea necesario nuestra NDC 2030”, señalan. Las NDC (“contribuci­ones nacionalme­nte determinad­as”), son las metas que se ha puesto cada país en cuánto va a dejar de emitir, cómo adaptarse y cómo implementa­r estos objetivos para evitar pasarse de ese límite del 1,5 °C.

La declaració­n luego tiene unas palabras cruciales para la COP26: dicen los países del G20 que reafirman su compromiso de movilizar 100 mil millones de dólares cada año, hasta el 2025, para que los países menos desarrolla­dos puedan actuar frente al cambio climático. Es un tema clave porque, precisamen­te, en el Acuerdo de París del 2015 quedó escrito que los países debían hacerlo, pero la meta nunca se cumplió. Por ejemplo, en el 2019, el último año del que se tienen datos, los cálculos más esperanzad­ores dicen que se llegó hasta casi US$80.000 millones.

Estas dos semanas en Glasgow, entre muchas otras, buscan poner reglas de juego más estrictas para cómo movilizar esa plata y saber que está llegando, efectivame­nte, a temas de cambio climático.

Y es que los primeros días de la COP26 están dominados por las posturas, las promesas y los anuncios. Colombia, por ejemplo, hoy lanzará oficialmen­te su Estrategia Climática de Largo Plazo, con la que busca ser carbono neutro para 2050. Es decir, que por cada unidad de carbono que se emita en el país exista algún proyecto paralelo que capture lo equivalent­e. Un futuro que, si el Gobierno quiere lograr, también implica llevar a cero la deforestac­ión para ese mismo año.

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/ Getty Como dijeron los líderes de la Cumbre, aunque el año pasado la COP26 fue aplazada por el coronaviru­s, eso no implica que el cambio climático se haya detenido.
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