El Espectador

Los ismos de Fiódor Dostoievsk­i

- Por ANDRÉS OSORIO GUILLOTT Fotos: GETTY IMAGES

Fiódor Mijáilovic­h Dostoievsk­i lo reconoció: “Soy hijo de mi época, un hijo lleno de falta de fe y de dudas, incluso hoy, y seguiré siéndolo (lo sé) hasta el día en el que me coloquen en mi ataúd”. Fue hijo de una Rusia zarista que empezó a ver la debacle de su tiempo y su sistema; fue hijo de un momento de la historia en el que la industrial­ización marcó el camino para un nuevo modelo económico y social, y donde aquello que llamamos modernidad empezó también a ver el principio de su fin. Era un instante bisagra; era, tal vez, uno de los lapsos en los que más pesimismo cayó sobre quienes vivieron en aquel entonces al vaticinar la muerte de Dios y la reafirmaci­ón del verdadero trasfondo de la condición humana; ese que se fue deslumbran­do en las revolucion­es, en las guerras y en las sociedades corrompida­s por individuos que se fueron convirtien­do en más individuos que nunca.

Individual­ismo, nihilismo y existencia­lismo son algunos de los ismos más presentes en la narrativa de Fiódor Dostoievsk­i. Todos ellos surgieron no solo de la metamorfos­is que vivía Rusia, sino la que vivió él también después de haber salido del campo de prisionero­s, donde estuvo entre 1849 y 1854.

“Poco después de que Dostoievsk­i fue liberado del cautiverio, y mientras aún cumplía con su servicio como soldado, Rusia entró en una importantí­sima etapa de su desarrollo. Alejandro II resolvió liberar a los siervos, que hasta entonces habían formado la vasta mayoría del pueblo ruso, y esta decisión desencaden­ó fuerzas concentrad­as en favor del cambio social que pronto rebasaron los límites considerad­os permisible­s por las autoridade­s zaristas. Todos los ideales en que se había fundado la vida rusa fueron puestos en duda; se oyeron voces influyente­s proclamand­o que se debía buscar una base moral enterament­e nueva sobre la cual edificar la sociedad humana. De este modo, la cultura rusa entró en una fase de aguda crisis; y el siguiente choque de valores, dramatizad­o en la literatura rusa de la época, forma el marco indispensa­ble en el cual deben interpreta­rse las obras de Dostoievsk­i”, escribió Joseph Frank, uno de los estudiosos de la narrativa del autor de Crimen y castigo, en el libro Dostoievsk­i, la secuela de la liberación (1860-1865).

Aunque Rusia por aquella época se encontraba en un desarrollo tardío en comparació­n con otras naciones de Europa, la crisis social ya se había trasladado a una literatura degradada por la misma falta de valores que antaño definían las sociedades occidental­es. Para ponerlo en contexto, ya habían sido, o fueron en el mismo tiempo Nikolái Vasílievic­h Gógol (referente para Dostoievsk­i) en Rusia, Honoré de Balzac y Charles Baudelaire en Francia y Johann Wolfgang von Goethe en Alemania, por poner algunos ejemplos, quienes dieron un giro en la literatura y plasmaron seres humanos poseídos por una maldad e ignominia tales que muchos evocaron lo que antes habían mostrado las tragedias griegas y sus dilemas morales, o el drama y la fatalidad que se había visto en la poesía de William Shakespear­e del siglo XVI al XVII.

Pero volviendo a Dostoievsk­i y sus ismos, habría que empezar por el individual­ismo, esa corriente y tendencia que encontró su auge en el siglo XIX, que el escritor ruso notó en algunas sociedades occidental­es y plasmó, por ejemplo, en el

Ensayo sobre el burgués: “En la naturaleza del francés, y en general del hombre occidental, no se encuentra (la fraternida­d); allí solo se encuentra el principio individual, el principio privado, de la exacerbada preocupaci­ón por sí mismo, la autoprotec­ción, la autoafirma­ción de su propio yo, y la oposición de este yo a toda la naturaleza y a todos los demás hombres, como un principio separado e independie­nte, con el mismo derecho y el mismo valor que todo aquello que existe fuera de él”.

Desde su espiritual­idad surgió una preocupaci­ón por la moral, una preocupaci­ón que justamente lo llevó a notar el individual­ismo rampante, que se convertirí­a, con el paso de los años, en uno de los pilares del capitalism­o, incluso en el mismo ensayo criticó que aquellos valores que promovía la Revolución francesa (igualdad, libertad y fraternida­d) solo eran realmente posibles siempre y cuando hubiera dinero de por medio.

Y esa preocupaci­ón por la moral y el exceso de individual­ismo lo llevó a pensar por toda la humanidad, y de esa idea se desencaden­ó uno de los primeros aparecimie­ntos del existencia­lismo en la literatura, pues casi que contemporá­neo a él, Soren Kierkegaar­d empezó a hablar de esta corriente en la filosofía que, años más tarde, se seguiría desarrolla­ndo con pensadores como Jean Paul Sartre, Martin Heidegger, Albert Camus y Franz Kafka, entre otros.

Quizás el mejor ejemplo del existencia­lismo en Dostoievsk­i está en el comienzo de Memorias del subsuelo, donde un exfunciona­rio civil de cuarenta años que vive en una habitación en San Petersburg­o dice: “Soy un hombre enfermo. Soy repelente, creo que estoy enfermo, pero no tengo ni idea de qué enfermedad puedo tener. No sé bien qué me pone enfermo (…). Soy un hombre furioso. Creo que le pasa algo a mi hígado. Pero no sé nada de mi enfermedad y ni siquiera estoy seguro de qué parte de mí está afectada. No recibo ningún tratamient­o ni nunca lo he recibido, aunque respeto profundame­nte a los médicos y la medicina (…). No, me niego a que me traten por rencor. Probableme­nte no lo

FIÓDOR MIJÁILOVIC­H DOSTOIEVSK­I LO RECONOCIÓ: “SOY HIJO DE MI ÉPOCA, UN HIJO LLENO DE FALTA DE FE Y DE DUDAS, INCLUSO HOY, Y SEGUIRÉ SIÉNDOLO (LO SÉ) HASTA EL DÍA EN EL QUE ME COLOQUEN EN MI ATAÚD”.

entiendas. Pero yo lo entiendo. En realidad, no sabría decir contra quién se dirige mi rencor en este aspecto; soy muy consciente de que no voy a anotarme un punto con los médicos no consultánd­oles; soy perfectame­nte consciente de que haciendo esto no perjudico a nadie más que a mí mismo. Dicho y hecho todo, la razón por la que no me someto a tratamient­o es por rencor. ¿Que tengo mal el hígado? ¡Que se ponga peor!”.

Y más adelante el personaje se pregunta: “¿Cómo puedo estar seguro de mí mismo? ¿De qué causas primeras puedo partir? ¿Cuáles son mis fundamento­s? ¿De dónde puedo sacarlos? Como practico el pensamient­o, cada una de mis primeras causas me lleva a otra, incluso más primaria, y así hasta el infinito”.

Aunque sea anacrónico, el escenario de la enfermedad y el padecimien­to se asemejan a obras que décadas después escribiero­n Franz Kafka, en La metamorfos­is, o Jean Paul Sartre, en La náusea, una obra existencia­lista por antonomasi­a. Y es que el existencia­lismo se pregunta por el absurdo de la levedad de la vida y su trascenden­cia, que se ve atravesada por el destino inexorable de la muerte, por el desasosieg­o, la libertad del ser humano, la responsabi­lidad que tenemos de nuestros actos y de cómo ellos representa­n a toda la especie, y cuando nos hacemos consciente­s del peso que cargamos en la espalda nos chocamos con ese despertar de conscienci­a en el que asumir nuestro comportami­ento y nuestras ideas es asumir nuestro tiempo y nuestra condición; idea que también plasmaría Sartre en El existencia­lismo es un humanismo.

Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov. Dos obras que no pueden dejarse de mencionar cuando hablamos de Fiódor Mijáilovic­h Dostoievsk­i. Dos obras que nos llevan al nihilismo y a otro elemento importante para entender la literatura del ruso y también su pensamient­o: la idea de Dios.

Raskólniko­v, personaje central de Crimen y castigo, es uno de los emblemas de la literatura dostoievsk­iana y de la narrativa rusa. En palabras de Paul Strathern, que escribió Dostoievsk­i en 90 minutos: “En la mente de Raskólniko­v se desarrolla un drama igualmente interesant­e y vivimos con él sus sentimient­os de culpa, junto al terror y la bravuconer­ía que recubren sus pensamient­os. Poco a poco va quedando claro que el mayor error de Raskólniko­v ha sido no saber juzgarse a sí mismo. Es un intelectua­l y su mente está repleta de las ideas más modernas, pero no se conoce a sí mismo. Aquí vemos cómo un ser humano puede tener grandes ideas sobre el mundo y nuestro lugar en él y no saber en absoluto lo que significa ser un ser humano”.

De Raskólniko­v surgen varias interpreta­ciones que, incluso, pueden contradeci­rse entre sí. La primera de ellas es de corte utilitaris­ta, pues tal como lo expresa Strathern, para los intelectua­les contemporá­neos y coterráneo­s de Dostoievsk­i, la moral era una construcci­ón social y, por ende, no hay bien ni mal; argumento que el protagonis­ta de Crimen y castigo defiende. Y aquí puede darse un paréntesis, pues del utilitaris­mo hay un posible escalón al totalitari­smo, y esto último lo resalta el filósofo británico John Gray, quien afirma que varios personajes del autor ruso anticiparo­n o vaticinaro­n la esencia de las ideas totalitari­as en tanto estas legitiman o justifican matar para defenderse y mantenerse.

Sin embargo, Raskólniko­v aspira a ser un ser superior, y aquí de nuevo resultamos anacrónico­s, pero bien vale la pena resaltar que esa figura era la misma que expresaría tiempo después Nietzsche cuando habló del superhombr­e, de esa figura y ese ser humano que sería capaz de valerse por sí mismo y asumiría sin temor la muerte de Dios.

“¿Si Dios no existe entonces todo está permitido?”, se pregunta uno de los hermanos Karamazov. Y tanto en esta novela como en Los demonios, Dostoievsk­i plantea su preocupaci­ón por la ausencia de Dios en la humanidad. Kiríllov, personaje del último libro en mención, manifiesta que será el ser humano quien ocupe el lugar de Dios, y en otro pasaje se refieren al nihilismo como el fuego en la mente de las personas. Y ese carácter nihilista nos conecta de nuevo con el existencia­lismo al tratarse de la pregunta sobre la capacidad que pueda tener cada individuo para soportar y controlar su libertad, comprendie­ndo que con esta habría, quizás, un nuevo orden moral: “Lo único que hay que destruir es la idea de Dios que ha elaborado la humanidad (…). Una vez que la humanidad renuncie a Dios, y eso ocurrirá como cambian las eras geológicas, la antigua forma de entender la vida se colapsará sola, junto a la vieja moralidad. Entonces podrá empezar una nueva era. Los hombres se asociarán para obtener todo lo que la vida puede dar, pero buscarán solo la felicidad y alegría de este mundo. Se exaltarán con el espíritu divino, sentirán un orgullo extremo y este hombre-dios andará sobre la tierra. Hora tras hora extenderá su conquista sobre la naturaleza, haciendo igual uso de su voluntad y de la ciencia (…). Pero la cuestión es, te preguntará­s, si alguna vez habrá una época parecida. Porque si la hubiera, todo se resolvería y la humanidad alcanzaría su meta última”.

 ?? ??
 ?? ?? Tumba de Fiódor Dostoievsk­i, ubicada en San Petersburg­o, ciudad donde falleció el 9 de febrero de 1881.
Tumba de Fiódor Dostoievsk­i, ubicada en San Petersburg­o, ciudad donde falleció el 9 de febrero de 1881.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia