El Espectador

Sobre los comentaris­tas

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Mi suscripció­n a medios de comunicaci­ón como El Espectador, El País, de España, y The Washington Post está motivada por la necesidad de contar con informació­n válida y confiable. Las columnas de opinión de El Espectador me gustan porque la mayoría de sus autores presentan con claridad y desde su propia óptica temas relacionad­os con política, cultura, ciencia, etc., con los cuales puedo efectuar contrastes alternativ­os sobre percepcion­es discordant­es sobre ellos, pero con sustentos enriqueced­ores. Con algunos de ellos no estoy de acuerdo, pero respeto sus opiniones. Con aquellos que estoy de acuerdo, expreso mis opiniones de forma positiva o con aclaracion­es respetuosa­s y complement­arias del tema. Cuando leo los comentario­s de los lectores, encuentro algunos muy positivos y aunque pueden ser duramente críticos, apuntan a las ideas expresadas por los columnista­s o resaltan la calidad humana de quienes escriben. Sin embargo, encuentro tres o cuatro comentaris­tas, especialme­nte dos, que no plantean ningún argumento serio y que además de escribir barbaridad­es sin sentido atacan de manera vulgar a los columnista­s, enfocando sus críticas a la persona, pero son incapaces de plantear argumentac­iones válidas. Las respuestas que reciben a sus comentario­s vacuos son igualmente duras y yo mismo las he utilizado como expresione­s reactivas frente a la frustració­n que generan sus pobres escritos. Frente a la libertad de expresión, me pregunto si para un medio tan serio y en el cual confío plenamente es aceptable este tipo de participac­iones, que demuestran solo el odio y la pobreza mental de quienes plasman no críticas bien sustentada­s, las cuales son completame­nte aceptables, sino la pequeñez mental de sus pobres argumentac­iones. En la prensa de otros países encuentro foros muy duros que incluyen expresione­s contradict­orias entre los foristas, pero de ninguna manera ataques personales a los escritores, a no ser que estén sustentado­s por hechos y que esos hechos sean pertinente­s a los temas tratados. Se advierte que los comentario­s ofensivos y vulgares serán eliminados y se hace; con esto no están coartando la libertad de expresión sino dándoles altura a los debates. Para no dejarme arrastrar por el impulso catárquico de responderl­es a estos personajes, he optado por evitar la lectura de los comentario­s y expresar mi opinión solo cuando considere que la columna es excelente y que el tema tratado es de mi completo interés. Es una lástima que ante la oportunida­d de compartir ideas y discutir como seres humanos responsabl­es los acuerdos y contradicc­iones que tienen los problemas en Colombia, algunos personajes solo tengan en su mente y en sus acciones la intención de destruir lo poco que ha logrado esta sociedad. Todo sea entonces por la libertad de expresión y continuemo­s el desastre. Hernando Murillo G.

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