El Espectador

Arqueologí­a de las heridas, por Gabriela Ponce

“Sanguínea”, novela y obra de teatro de Gabriela Ponce, es una herida singular y colectiva.

- ISABEL-CRISTINA ARENAS S. Barcelona

Sanguínea es el placer solitario de la lectura y el sentimient­o colectivo junto a un público en una sala a oscuras. Es novela y es teatro. Soledad y espectácul­o. Es una parte de la vida o la vida entera de muchas de sus lectoras. Hay que leerla y verla. Cuando Gabriela Ponce Padilla (Quito, 1977) escribió Sanguínea (Candaya, 2020) tomó parte de su biografía; una ruptura matrimonia­l como detonante. El dolor, la confusión y el vértigo que acompañan después de una separación fueron el inicio de su novela. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la historia iba más allá, que la exploració­n del cuerpo femenino y las relaciones con el entorno también eran protagonis­tas. A Ponce le interesa lo que hace la ficción con la biografía y cómo se transforma la realidad al intentar escribirla. Así que la narradora siguió su propio camino: en patines por la ciudad, dentro de una cueva con su amante, en el río con su amiga o frente al mar con un pescador. Y mientras tanto, una posible maternidad registrada en un diario.

Durante el proceso de adaptación del libro a obra de teatro, la escritora vio claramente que la novela se reproducía con cada mujer que la iba leyendo: “Cuando compartimo­s la historia me di cuenta de que muchas mujeres se encontraba­n en la novela, o se sentían identifica­das en la amistad y el dolor, en lo que hacemos para resistir juntas, para salvarnos”. Habían pasado por rupturas, maternidad­es posibles y no posibles, abortos. Además, la lectura e interpreta­ción invitaban a hacerse preguntas a cualquiera sin importar su género: ¿qué es el placer?, ¿qué es la libertad y la justicia?, ¿el abandono es una forma de amor? La protagonis­ta se enamora de quien quiera, tiene sexo con quien desea y parece libre, pero está atada a su cuerpo, lo sufre y lo goza. Ella es el exceso y la vida le pesa.

La novela se publicó en junio de 2020, Gabriela Ponce iría a la promoción de su libro en España, pero se atravesó la pandemia y las presentaci­ones se realizaron vía Zoom. Ella en Ecuador, en donde está radicada, y sus editores y lectores frente a la pantalla. Mientras tanto, en Barcelona, en Casa Amèrica Catalunya, atentos a lo que sucede en Latinoamér­ica y a promover nuestra cultura con eventos inolvidabl­es como sus Recorridos sensoriale­s o Ciclos de correspond­encias, percibiero­n que la historia de Sanguínea podría ser también una obra de teatro, plantearon el proyecto y asumieron la producción: “Lo que nos motivó a proponer llevar la novela al escenario fue la belleza, la fuerza, la corporeida­d y la carga dramática del texto”, comenta Cristina Osorno, responsabl­e de Literatura y Teatro de Casa Amèrica Catalunya.

Sanguínea es del tipo de novela para leer en voz alta, pues invita al performanc­e: en soledad mientras se camina por un pasillo, en la cama junto a la pareja, en un bar con las amigas. Por ejemplo, la entrada del 4 de junio del diario de embarazo de la protagonis­ta dice: “Ni siquiera siento que es un niño o una niña, son piedritas, tengo una panza llena de piedras. Imagino, a veces, que son peces. Imagino que tengo una pecera. Imagino que tengo una funda de pan. Imagino que tengo un montoncito de gusanos. Imagino que es tierra, una panza llena de tierra, esa es mi imagen favorita”. Esta experienci­a se comparte al ver la obra de teatro. El profundo entendimie­nto y la complicida­d femenina se reproducen en el escenario gracias a la fuerza y sensualida­d de las dos actrices colombiana­s que interpreta­n a la protagonis­ta: Maribell Arango y Carolina Torres Topaga.

“Me interesaba la multiplica­ción de las voces, la posibilida­d de exploració­n de la poética del cuerpo y del espacio”, dice Gabriela Ponce sobre por qué son dos mujeres protagonis­tas las que actúan en la obra de teatro, pero una sola en la novela. Ponce, además de escritora, es profesora de artes escénicas y ha dirigido varias obras. Con la asistencia de dirección de Eliécer Navarro y Cristina Osorno, comenzó el proceso de montaje de Sanguínea como obra de teatro en octubre de 2020, y se hicieron cinco presentaci­ones en Barcelona bajo la dirección de Gabriela Ponce vía Zoom desde Ecuador, con la colaboraci­ón de la Editorial Candaya y la Universida­d San Francisco de Quito.

El rojo y el blanco son parte clave del lenguaje en el escenario. La fragilidad de las emociones, la conciencia del cuerpo, el placer sexual como parte esencial de la vida, la maternidad posible e imposible y el tacto como cura, todas estas sensacione­s las transmite la novela y fueron también trasladada­s al espectador por las dos actrices en las funciones previas, pero con especial emoción hace pocas semanas cuando finalmente Ponce pudo viajar a Barcelona y dirigir la obra cuerpo a cuerpo junto a las actrices y demás colaborado­res. Sanguínea es una experienci­a singular y colectiva, que se espera pueda presentars­e en Colombia. Cada lectora ha sido ella en algún momento, y cada hombre ha sido amante, pareja o amigo de una mujer como la(s) protagonis­ta(s). “El cuerpo hace historia a partir de la herida”.

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/ Marc Bayès Las actrices Maribell Arango y Carolina Torres Topaga en “Sanguínea”
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