El Espectador

“Se perdió una oportunida­d de oro con la sustitució­n de cultivos”

- CARLOS DÍAZ cediaz@elespectad­or.com @carlosdiaz­r4

El episodio del 26 de octubre, cuando cerca de 600 campesinos retuvieron a 180 militares en una vereda de Tibú (Norte de S/tander), levantó la alarma sobre los choques entre la fuerza pública y las comunidade­s, por los planes de erradicaci­ón de cultivos de coca. Entrevista con líder de Ascamcat.

El episodio que derivó la semana pasada en la retención de 180 militares en una vereda de Tibú (Norte de Santander), a manos de 600 campesinos que se oponían a las tareas de erradicaci­ón forzada en la zona, dejó claro que las consecuenc­ias de la fallida implementa­ción del Acuerdo de Paz en lo referente a la sustitució­n de cultivos ha creado una verdadera bomba de tiempo en los territorio­s que han sido enclaves para los cultivos ilícitos.

Los miembros del Ejército estuvieron más de 24 horas en zona rural de Tibú y fue solo tras la mediación de la Personería y la Defensoría del Pueblo que los campesinos acordaron levantar el cerco humanitari­o y retirarse. “Se deja constancia de que el Ejército Nacional no fue víctima de ningún tipo de violencia o secuestro, pues recibieron buen trato”, expresaron en un documento firmado.

Al pronunciar­se sobre los hechos, el general Ómar Sepúlveda, comandante de la Segunda División del Ejército, aseguró que “los seis pelotones fueron secuestrad­os por más de 600 campesinos que les cumplen las tareas a los cocaleros de la región, amparados sobre la asociación Ascamcat y Coccam, que son asociacion­es campesinas, pero dedicadas al negocio ilícito del narcotráfi­co”.

El Espectador entrevistó a Juan Carlos Quintero, miembro de la junta directiva de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat), quien habla de la estigmatiz­ación que sufren diversos grupos sociales en el Catatumbo, la fallida implementa­ción del Acuerdo de Paz y la política del Gobierno para combatir el narcotráfi­co.

¿Cuál es la postura de Ascamcat frente a lo sucedido la semana pasada con la retención de 180 soldados?

En medio de una movilizaci­ón espontánea e impulsada por la comunidad, la semana pasada el Ejército, el ministro de Defensa y el presidente arremetier­on, de manera falsa e irresponsa­ble, contra las organizaci­ones campesinas del territorio. Nos tildaron de secuestrad­ores y nos asociaron a organizaci­ones dedicadas al narcotráfi­co. Estas acusacione­s son supremamen­te graves, nunca las habíamos visto. Existía la estigmatiz­ación, pero no señalamien­tos tan directos en los que se pone en riesgo nuestra labor, nuestra legitimida­d, nuestra honra y nuestra vida.

El hecho hace parte de los problemas que se han generado por las fallas en el programa de sustitució­n de cultivos. ¿Cómo está el panorama?

Mientras el gobierno de Iván Duque es rudo con los productore­s de hoja de coca, que la siembran por las causas estructura­les que ya todo el mundo conoce, es frágil con el narcotráfi­co. Tibú pasó de ser el segundo municipio productor de hoja de coca a ser el primero, siendo uno de los municipios más militariza­dos —incluso con presencia del comando sur de EE. UU—. En la medida en la que se intensific­a esa política equivocada de erradicaci­ón forzada y violatoria del Acuerdo de Paz, la gente empieza a movilizars­e para exigir que se cumpla con lo prometido y para salvaguard­ar ese producto, como mecanismo de subsistenc­ia. En esas acciones algunos miembros del Ejército han incurrido en delitos; el año pasado fueron asesinados dos campesinos en el marco de estos procesos.

¿Cuáles han sido los problemas del Plan Integral de Sustitució­n de Cultivos (PNIS) en el Catatumbo?

Frente al PNIS se puede decir que se perdió una oportunida­d de oro de convertir al Catatumbo y al municipio de Tibú en un proyecto piloto de construcci­ón de paz. Hay que recordar que, de los cuatro pilotos que lanzó Santos en 2017 para lanzar el PNIS, nosotros empezamos con uno acá en el Catatumbo, llamado Caño Indio. Este proyecto involucrab­a cuatro veredas que coincidían con el asentamien­to de lo que para ese entonces eran las zonas veredales. Posteriorm­ente, impulsamos la firma del Acuerdo

Colectivo de Sustitució­n, que involucró a más de 3.000 familias de Tibú y, finalmente el Acuerdo de Sustitució­n en el municipio de Sardinata. Es decir, estamos hablando de cerca de 5.000 familias, que beneficiar­ían un promedio de 15.000 personas en el proceso de sustitució­n. Con el tiempo, eso se fue perdiendo y se generó una sensación de desconfian­za hacia el Estado por varios factores. Primero, quienes impulsamos esos acuerdos de sustitució­n fuimos desplazado­s por grupos armados. Segundo, nunca se cumplió con los cronograma­s establecid­os en el PNIS y fueron modificado­s por el Gobierno de manera unilateral. Tercero, no se han convocado los escenarios que tienen los decretos creados por el Acuerdo para hacerle seguimient­o al proceso del PNIS. Finalmente, no han llegado los proyectos productivo­s para las familias.

¿Qué lectura hacen de la insistenci­a del Gobierno de continuar con la fumigación de cultivos ilícitos?

Esta es una política fracasada de cuarenta años, que precisamen­te el Acuerdo de Paz había planteado dejar atrás, porque no había traído ningún resultado; por el contrario, vulnera los derechos humanos de las comunidade­s. Este Gobierno decidió mantenerla, en una muestra de fracaso total —las hectáreas de cultivos lo demuestran—, y eso trae consecuenc­ias fatales para los procesos de reconcilia­ción y paz. Primero, en la gente hay niveles de desconfian­za peores que los que había antes del Acuerdo, porque cuando inició su implementa­ción se dio un proceso de construcci­ón de confianza que el Gobierno rompió. Segundo, hay un problema de seguridad jurídica, porque hubo personas que se inscribier­on y hoy pueden ser judicializ­adas porque están en los procesos que no cumplió el Gobierno. Finalmente, el tiempo está dando la razón de que eso es un fracaso; salió un primer concepto de lo que sería la política antidrogas de Estados Unidos, y se plantea precisamen­te tratar de desechar las fumigacion­es y priorizar la política pública del Acuerdo. Por ahora, lamentable­mente, esto nos va a costar mucha sangre, muchos presos y muchas vulneracio­nes de derechos hacia comunidade­s afros, campesinas e indígenas.

Ascamcat denunció amenazas tras el anuncio de las curules de paz. ¿Cuál es la situación de la organizaci­ón?

Las amenazas, homicidios, desplazami­entos y hostigamie­ntos han sido una constante desde la firma del Acuerdo. Pero el caso más grave es el del comandante de la Segunda División del Ejército, quien señaló a Ascamcat como una organizaci­ón de secuestrad­ores y narcotrafi­cantes. La situación es muy compleja; ser líder social en este territorio es una labor supremamen­te peligrosa y estas acciones de actores legales e ilegales obedecen a nuestro compromiso con la implementa­ción del Acuerdo de Paz. Hay una serie de causas que generan riesgos para nuestro colectivo: la sustitució­n de cultivos de coca, el seguimient­o a la implementa­ción del PDET, nuestro papel en la JEP frente al tema de los falsos positivos, nuestra labor para la aprobación de las curules de paz, la defensa de los derechos humanos y la exigencia de los mínimos humanitari­os .

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/ AFP Tibú es el municipio con más cultivos de coca del país, con 19.334 hectáreas.
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