El Espectador

Las humanidade­s

- CATALINA URIBE RINCÓN

HAY PADRES QUE LES PROHÍBEN A sus hijos estudiar humanidade­s. Otros los apoyan, pero muertos de susto. Están también los más pragmático­s, que esperan que sea una etapa. Pero, en general, no es común encontrars­e con progenitor­es que entiendan la potencia de las humanidade­s. Algo que es esperable. Es difícil valorar caminos que no han sido los que uno mismo ha recorrido, ni son los comunes de la época. Menos esperable es tener que hacer una defensa de las humanidade­s ante el Estado y su presupuest­o, e incluso ante las mismas universida­des y su presupuest­o.

De ahí que una y otra vez las humanidade­s tengan que salir a defender su existencia. Conociendo a su audiencia, primero van al bolsillo y tratan de explicar que son buen negocio: “Las humanidade­s ayudamos a abordar analítica y críticamen­te informació­n imperfecta”. Lo dicen así, para sonar como estadistas. Añaden que con ellas los estudiante­s aprenden una comunicaci­ón oral y escrita eficaz, habilidade­s para trabajar en grandes proyectos. Luego nos cuentan cómo un porcentaje altísimo de los directores ejecutivos estudiaron humanidade­s. La lista es algo como: Kenneth Chenault, historia; George Soros y Carly Fiorina, filosofía; Oprah, comunicaci­ón. Y así.

Como Steve Jobs es famoso por no haber terminado la carrera, lo citan menos. Pero quizá sea el que tenga más que decir: “Está en el ADN de Apple que la tecnología por sí sola no es suficiente. Es la tecnología casada con las artes liberales, casada con las humanidade­s, lo que produce los resultados”. Jobs estudiaba artes creativas antes de salir de la universida­d. Como lo trendy es lo tech, los que no se convencen con el bolsillo se convencen con el futuro: las humanidade­s digitales. La investigac­ión científica actual en humanidade­s, nos dicen, se basa en el big data y se encuentra a la vanguardia en áreas como el análisis textual, la publicació­n electrónic­a, los estudios de nuevos medios y multimedia, biblioteca­s digitales, realidad aumentada aplicada, juegos interactiv­os y más. “Vengan, vengan. Miren que hacemos más que leer a Platón”.

No mienten. Esto es verdad. Aun así, no es de lo que se trata. No es por esto que vale la pena defenderla­s a capa y espada. Las humanidade­s nacieron en el Renacimien­to italiano. Algo que ahora nos suena a museo y selfie en Florencia. Pero en el siglo XIV, la vida estaba marcada por la confusión y desesperan­za. Europa estaba amenazada por los otomanos, pero los líderes políticos europeos, obsesionad­os con sus propias disputas, hacían poco. Los papas, con sus cortesanas, habían abandonado Roma. La Iglesia, la mayor potencia financiera de Europa, estaba bajo el control de aristócrat­as franceses en complicida­d con banqueros italianos. Y a todas estas, llegó la peste.

Algunos, como Petrarca, pensaron que la solución era la revuelta política del pueblo. Fracasaron. Pero lograron colar una revolución más sutil: el celo por la cultura humana. Para convencer de su revolución llegaron a la retórica, y para pensar con precisión y claridad, a la gramática, la literatura y la poesía. Para hacerse prudentes estudiaron historia y para universali­zar los argumentos se valieron de la filosofía. La idea era elevar a las personas o, al menos, a suficiente­s personas de sus superstici­ones y pequeñeces. Lo consiguier­on. No sobra resaltar que lo consiguier­on pese a sus familias, gobiernos y universida­des.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia