El Espectador

Comida para los más pobres: un proceso con claroscuro­s

En septiembre comenzó un nuevo programa de alimentaci­ón para población vulnerable afectada por la pandemia. El Distrito dice que le ahorra dinero, pero las cuentas muestran otra cosa. La Secretaría de Integració­n Social responde.

- CAMILO ACOSTA VILLADA cacosta@elespectad­or.com @AcostaVill­ada

Una fila de personas que rodean una cancha en Bosa congrega a niños, adultos mayores y madres cabeza de hogar, que esperan la llegada de un furgón con almuerzos. Llevan dos horas esperando y el hambre apremia. “Desde las 10:30 a.m. estamos acá. Nos avisaron que viniéramos entre esa hora y la 1:00 p.m., pero no nos han dado nada y nadie da razón”, dice una reciclador­a, que esperaba la comida.

Entre tanto, una pequeña en su bicicleta lleva dos almuerzos, que acababa de recibir en el barrio Brasil (Bosa), de un furgón que sí llegó a tiempo al lugar de entrega: una calle sin pavimentar y encharcada por las lluvias. “Antes daban sopa y jugo, pero lo cambiaron por fruta y galletas”, afirma la niña.

Estas personas, en situación de vulnerabil­idad, son los beneficiar­ios del más reciente programa de alimentaci­ón de la Alcaldía de Bogotá, llamado “Comida Caliente en Puntos Estratégic­os”, que empezó en septiembre, luego de una invitación pública con un presupuest­o de $26.000 millones, que fue anunciado por la Secretaría de Integració­n Social como una transforma­ción de los comedores comunitari­os.

De hecho, Xinia Navarro, jefa de esa cartera, señaló en una entrevista, en febrero de este año, que de esta manera la entidad iba a tener unos “ahorros administra­tivos”, pues ya no se iban “a pagar mesas, sillas, platos, ni cubiertos”, que se reflejaría­n en más inclusión social para los beneficiar­ios y una mayor cobertura.

¿Cómo surgió el programa?

Este servicio surgió luego de un proceso competitiv­o, adjudicado el 27 de julio de 2021, que contempló tres tipos de apoyos alimentari­os (comida caliente): en puntos estratégic­os de Bogotá a población recurrente, población fluctuante y personas que asisten de manera permanente a los comedores comunitari­os.

Una de las razones para la transforma­ción del servicio fueron los protocolos de biosegurid­ad, producto del COVID-19, respecto a las aglomeraci­ones, al distanciam­iento social y a los lugares cerrados. Por ello, según explicó en su momento la secretaria Navarro, los pliegos no implicaban la presencial­idad para la entrega de almuerzos y refrigerio­s , a lo que sumó la reducción de costos de arrendamie­nto de los comedores.

¿Dónde está el ahorro?

El Espectador revisó los anexos técnicos de los pliegos de la invitación pública y las estructura­s de costos de los tres tipos de apoyos alimentari­os, para comparar los costos por cupo diario y los aportes nutriciona­les de cada uno.

Según los documentos públicos del proceso de contrataci­ón, el tipo 1 (comida caliente a población recurrente) cubre 2.150 beneficiar­ios por 149 días hábiles. En este caso, el valor por almuerzo diario es de $8.279, de los cuales $7.885 los aporta la Secretaría de Integració­n y $394 el contratist­a.

En el tipo 2 (comida caliente a población fluctuante) contempla 8.000 raciones por 149 días, con un valor por almuerzo de $8.411, de los cuales $8.010 los pone el Distrito y $401 el operador. Finalmente, el tipo 3 (comedores comunitari­os-cocinas populares) contempla 400 cupos por 197 días, con un costo diario de $7.203 por almuerzo, con un aporte de $6.633 de la Secretaría y $570 del contratist­a.

Al hacer las cuentas, en apariencia, las matemática­s contradice­n los “ahorros administra­tivos” que supuestame­nte tendría Integració­n Social con el cambio de modelo en el servicio de alimentaci­ón especial. La razón: mientras en las raciones tipo 3, que correspond­en a la vieja estrategia de comedores, el Distrito debe aportar por cada ración el 92 %, en las comidas tipos 1 y 2 (que correspond­en a la nueva estrategia) la contribuci­ón es el 95 %.

A esto se suma un elemento adicional, que aumenta la controvers­ia: los porcentaje­s de aporte nutriciona­l de cada ración, determinad­os por la Resolución 3803 de 2016, del Ministerio de Salud. Según el anexo técnico, mientras las raciones tipo 1 y tipo 3 aportan el 40 % del “requerimie­nto diario de ingesta de energía y nutrientes”, la ración tipo 2, que es la más costosa por plato y tiene la mayor cobertura (8.000 raciones frente a 2.500 de las otras alternativ­as), apenas aporta el 25 %, siendo la que menos contribuye a la alimentaci­ón de los beneficiar­ios.

El Espectador fue a dos puntos de entrega de alimentos en los barrios Bosa San Diego y Bosa Brasil. Allí, los almuerzos se entregaron en recipiente­s desechable­s, transporta­dos en grandes cajas de icopor o contenedor­es isotérmico­s. Igualmente, recibió videos de un punto de entrega, en el barrio Villa Emma (Bosa), cerca de posibles focos de contaminac­ión por basuras, así como recipiente­s de icopor en los furgones, pese a que el anexo técnico estipula la entrega en empaques biodegrada­bles.

Sí hay ahorro: Integració­n

A pesar de estas particular­idades, la secretaria de Integració­n, Xinia Navarro, aseguró que el cambio sí ha representa­do un ahorro del 39,33 % del global de gastos administra­tivos y funcionami­ento. Además, que la variabilid­ad en los aportes que hace la Secretaría en los tres tipos de alimentaci­ón se da “porque el proceso propuesto se proyecta pensando en la necesidad de tener un servicio en movimiento y flexible”.

De igual manera, agregó que se hace un gasto mayor al apoyo alimentari­o tipo 2, dirigido a la población fluctuante, porque, a pesar de aportar hasta 25 % del requerimie­nto diario de ingesta de energía y nutrientes, es un apoyo que están recibiendo personas que “antes no recibían ningún beneficio del Distrito” y que por sus caracterís­ticas de vulnerabil­idad y poca permanenci­a en un lugar, difícilmen­te se logran vincular a otros servicios de la Secretaría.

Si bien este programa recién va por el tercer mes de implementa­ción, sería apresurado lanzar un juicio sobre su impacto en la atención de la insegurida­d alimentari­a en Bogotá, que quedó como rezago de la pandemia y solo el tiempo de ejecución de la contrataci­ón dará un veredicto ponderado.

Aun así, las demoras en las entregas, las condicione­s de entrega, y los cálculos de inversión de recursos pueden dar luces al Distrito de las zonas grises de la puesta en funcionami­ento de este nuevo plan de alimentaci­ón y se puedan corregir a tiempo, para que los más vulnerable­s de la ciudad sean realmente los únicos beneficiad­os.

‘‘Este

ejercicio propuesto se proyectó por la necesidad de tener un servicio en movimiento, flexible y de atención inmediata en cualquier parte de la ciudad”.

Xinia Navarro, secretaria de Integració­n.

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/ El Espectador El nuevo plan brinda alimentaci­ón diaria a casi 10.000 ciudadanos vulnerable­s.
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