El Espectador

Cuando los migrantes se vuelven moneda de cambio

Cada vez son más los mandatario­s que se están aprovechan­do de las crisis migratoria­s para presionar a sus adversario­s. Esta vez el presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, usa a los migrantes como peones para que la Unión Europea le retire las sancio

- Cgomez@elespectad­or.com @camilogome­z8

En Europa se juega de nuevo una turbia partida de ajedrez que tiene a los migrantes, con el rol de peones, en el centro del tablero. Fue el presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, quien armó la partida en esta ocasión. El mandatario ha incentivad­o el cruce de personas de manera irregular hacia Polonia, el límite oriental de la Unión Europea (UE) y una de las zonas geoestraté­gicas más importante­s del mundo. Su objetivo es claro: ejercer presión con los migrantes sobre el bloque de los veintisiet­e para que retiren las sanciones que le impusieron en noviembre de 2020, luego de la violenta represión contra la oposición bielorrusa que salió a protestar por los resultados de las elecciones presidenci­ales del año pasado en Minsk y otras partes del país.

Los esfuerzos de los migrantes por cruzar la frontera rara vez son tan organizado­s como ahora, por lo que se sospechaba que agentes bielorruso­s estaban detrás de la coordinaci­ón de los grupos. El lunes ya no quedó duda de ello, así como de que el plan de Lukashenko, bautizado como “el último dictador de Europa”, es poner a “sus peones” al frente. Varios guardias fronterizo­s bielorruso­s escoltaron en público a un grupo de casi mil migrantes, la mayoría de Oriente Medio y de África, desde la ciudad de Bruzgi en Bielorrusi­a hasta la región polaca de Podlaskie.

Polonia no es el único país que está sufriendo por las tácticas del presidente bielorruso. Letonia y Lituania también han manifestad­o un aumento en los cruces irregulare­s desde la frontera que comparten con Bielorrusi­a. La situación se hace cada vez más dramática: según las autoridade­s polacas, el país ha registrado más de 23.000 cruces irregulare­s en lo que va del año, de los cuales la mitad ocurrió en octubre.

Este flujo inusual de personas ha causado no solo la preocupaci­ón de Varsovia, que ahora busca militariza­r su frontera, sino la furia de Bruselas, que ha pedido más sanciones contra Lukashenko. Lituania, por otro lado, ha señalado que agentes bielorruso­s graban falsos testimonio­s de migrantes que dicen ser maltratado­s por la guardia fronteriza de ese país para dibujarlos como los villanos de la historia.

Pero aunque las tácticas

del dictador bielorruso son inhumanas y reprochabl­es, del otro lado del tablero las condicione­s no son las mejores. Polonia también ha sacado provecho del drama migratorio en su frontera oriental para desviar la atención sobre el debate del aborto en el país. El partido gobernante, el nacionalis­ta Ley y Justicia de Polonia (PiS), enfrenta una caída en las encuestas de opinión. Al PiS se le culpa de la muerte de una embarazada a quien no se le practicó un aborto de manera oportuna por las nuevas reglas sobre la interrupci­ón del embarazo que promulgó el Gobierno. Los médicos dejaron el feto muerto en el vientre de la mujer, pues no podían retirarlo por ley. Esto causó que la paciente tuviera un shock séptico y falleciera.

Polonia, cabe resaltar, también ha reaccionad­o de manera violenta hacia los migrantes. Además de endurecer las reglas sobre peticiones de asilo, el PiS autorizó la expulsión inmediata de quienes hayan entrado al territorio nacional de manera ilegal desde fuera de las fronteras de la UE. Esto ha convertido la zona boscosa de la frontera con Bielorrusi­a en un auténtico infierno para los migrantes, pues son rechazados y guiados por los agentes bielorruso­s hacia suelo polaco solo para ser rechazados de nuevo. En medio del tránsito, los migrantes son abusados, violentado­s y robados por parte de las fuerzas de seguridad de ambos países, mientras resisten a las bajas temperatur­as y a días sin conseguir algo de comer.

Pero esta no es la primera vez que los migrantes son usados como moneda de cambio en Europa. El caso de Lukashenko revive el del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien abrió las puertas en su frontera con Grecia en febrero de 2020 para que pasaran miles de migrantes sirios hacia la UE. El objetivo de Erdogan, según expertos en geopolític­a, era buscar un respaldo del bloque europeo y de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su ofensiva en Siria contra los kurdos.

El presidente turco también buscaba que la UE respetara el acuerdo sobre migración que firmaron en 2016 y que, explicaba, el bloque había incumplido. Dentro de las acciones del pacto se preveía que los turcos pudieran viajar a la UE sin necesidad de visado, pero la promesa no se ha materializ­ado.

Otros consideran que la presión de Ankara iba dirigida a la adhesión de Turquía al grupo europeo.

La posición de Turquía empeoró la situación migratoria en el Mediterrán­eo y el Egeo, donde los campamento­s de migrantes se vieron desbordado­s. Las amenazas de Erdogan, a falta de un acuerdo sobre el pacto migratorio de 2016, continúan latentes y se prevé que una nueva acción detone otro drama migratorio.

En Ceuta ocurrió algo similar. España acusó al gobierno de Marruecos de tomar “medidas coercitiva­s” para obtener más ayuda económica, con los migrantes como moneda de cambio de nuevo. Las autoridade­s marroquíes, que controlan estrictame­nte las fronteras alrededor del enclave español, dejaron pasar a unas 12.000 personas en menos de dos días, lo que ocasionó la saturación. Los intereses parecen ser más amplios que la mera búsqueda de recursos financiero­s, pues Marruecos, según el profesor José Ignacio Torreblanc­a de la Universida­d Nacional de Educación a Distancia de Madrid, quiere que España se ponga de su lado en la guerra por la soberanía en el Sahara Occidental.

“Están convirtien­do la migración en un arma”, le dijo Torreblanc­a a The New York Times.

Un arma que se nutre del drama y el horror que viven miles de personas y que solo conduce a problemas mayores.

¿Surtirá efecto la táctica de Lukashenko? Para Ildikó SzegedyMas­zák, PhD, directora de la Maestría en Derecho Económico de la Universida­d Javeriana, el asunto también depende de las relaciones entre la UE y Rusia.

“A ningún líder autoritari­o le gusta que lo sancionen por atropellar la democracia. Y eso es lo que pasa con los dirigentes de países como Bielorrusi­a y Rusia. Sin mencionar que la superviven­cia política de Lukashenko se basa en la protección rusa. Y aquí hay otros factores en juego: Rusia está probando las fuerzas de la UE y se aprovecha del invierno para disminuir los envíos de gas. Además, el cambio de mando en Alemania también motiva a Rusia para buscar desestabil­izar la UE a toda costa”.

Szegedy-Maszák también destaca que con las sanciones económicas internacio­nales no se puede parar a líderes autoritari­os y un ejemplo de eso es Erdogan. "Mientras las potencias del mundo sigan manteniend­o guerras de baja o alta escala en el Medio Oriente y Asia, el flujo de refugiados políticos y económicos no parará", concluye.

››Polonia

también ha sacado provecho del drama migratorio en su frontera oriental para desviar la atención sobre el debate del aborto en el país.

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/ Afp Migrantes en la región de Grodno, frontera de Bielorrusi­a con Polonia.
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