Visbal Martelo: un victimario, no una víctima
AGALLUDO: “AVARIENTO”; AVARICIA: “Afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas” (RAE). Los dos términos definen, aunque sin suficiencia, a Jorge Visbal Martelo, exvocero de los ganaderos más influyentes del país, asociados en la nunca bien analizada Fedegán que le debe muchas explicaciones a la sociedad sobre sus políticas y alianzas, empezando por él mismo. Lo último que supo Colombia sobre el expresidente de esa federación es que este pobre de solemnidad, que no tiene nadita que comer, será indemnizado por el Estado; en concreto, por la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas que se creó, como su nombre lo indica, para resarcir a las víctimas desvalidas del conflicto armado. No a los ricos ni a los victimarios, desde luego. Y el señor Visbal tiene estas dos condiciones.
Sin embargo, este personaje nunca se sacia y jamás deja de pedir como si fuera limosnero: estén seguros de que su expediente no apareció de buenas a primeras encima del escritorio del director de Reparación —el firmón de la resolución que lo favorece—, entre los miles de documentos de nueve millones de personas registradas en esa Unidad, con similares aspiraciones de indemnización pero sin expectativa de obtenerla alguna vez. Contrario a lo que ocurre con los desesperanzados, el expresidente de los ganaderos parece contar con poderosos que lo protegen desde la sombra.
El asesor de la Unidad de Víctimas, John Vladimir Martín Ramos, lo explicó de manera cínica: “La Unidad no es una autoridad judicial y no le corresponde determinar ... si una persona que está incluida en (nuestro) registro está inmersa en investigaciones penales o en procesos judiciales...” (ver web).
Así, sin disimulo, el señor Visbal pasó, oficialmente, de victimario, aliado de asesinos y de despojadores de campesinos a víctima con derecho a recibir dineros públicos para él y su familia. Un repaso por su miserable existencia da idea de quién es: en 2004, después de 13 años de haber representado a Fedegán, este gremio también lo indemnizó por sacarlo de su puesto. Vaya usted a saber qué había por ocultar para que los ganaderos aceptaran entregarle a quien en ese entonces declaraba ante la DIAN que poseía bienes por $4.154 millones la generosa suma de $1.512 millones. Para entonces, Visbal declaraba un salario de $8 millones cuando devengaba $24 millones que recibía en cuentas de otras personas, seguramente para evadir impuestos (ver web).
Esta “víctima” paupérrima, contrario a lo que les sucede a las otras 8’999.999 anotadas en la Unidad, cae parada: en cuanto salió de la agremiación de sus amigos con una fortuna considerable, el entonces presidente de la República, Álvaro Uribe, lo envió a residir en Canadá con sueldo, casa y vehículo de embajador durante dos años largos; entró al Congreso como senador en 2007 y solo 24 meses después, en 2009, renunció para evitar que la Corte Suprema lo investigara penalmente por sus nexos con las bandas narcoparamilitares. La Fiscalía logró su condena a nueve años en prisión por concierto para delinquir, solo en 2018. Ese mismo año un tribunal superior ratificó la pena. Y cuando la Corte Suprema se aprestaba a examinarla, Visbal hizo otra jugadita para poder insistir en que no existe sentencia definitiva en su contra: solicitó su ingreso a la JEP. Ah, pero en el interregno intentó obtener otra pensión como congresista a pesar de que solo fue al Senado dos años. Mancuso y alias Don Berna, testigos principales de “la afinidad ideológica” de Visbal Martelo con ellos, han soportado los asesinatos de sus familiares más cercanos. Pero no por eso pretenden reclamarles al Estado y a la Unidad de Víctimas que los reconozcan como tales: siguen siendo victimarios. Tal como el expresidente de Fedegán quien alega que dos de sus parientes fueron secuestrados por la guerrilla. Vivir para asombrarse.