Pequeñas acciones para ayudar a cuidar el planeta
La activista cartagenera Juana Going Green se vale de sus redes sociales para difundir hábitos amigables con el ambiente que todos podemos poner en práctica.
Juanita Landínez López dedica su día a día a difundir consejos y formas sencillas para cuidar el planeta desde la cotidianidad a través de Juana Going Green en Instagram. Desde 2019, esta joven cartagenera inició un tránsito hacia una vida más sostenible y en sus redes sociales ha compartido todo el proceso, invitando a los demás a unirse con un mismo objetivo: reducir nuestro impacto sobre el planeta lo que más se pueda.
Mientras estudiaba comunicación social en Bogotá, Landínez entrevistó al representante a la Cámara Juan Carlos Lozada, autor del proyecto de ley que busca prohibir los plásticos de un solo uso en Colombia y, aunque desde antes sentía una cercanía con la naturaleza, fue en ese momento que ella sintió un llamado a la acción. “Cuando hablamos sobre el proyecto y los efectos que tenía el uso indiscriminado de plásticos, dentro de mí algo se movía y sentí que era importante, que todo el mundo debía conocer esta realidad y que regando la voz y compartiendo el tema podía ayudar”, recuerda la activista.
Este proyecto de ley pasó el segundo debate en el Congreso con 117 votos a favor, después de que se eliminara el artículo que buscaba prohibir la exportación de los plásticos de un solo uso por la objeción presentada por el representante Gabriel Vallejo y el artículo que creaba la responsabilidad extendida del productor, es decir, que las empresas productoras de plásticos formularan un plan de gestión ambiental ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA). Ahora seguirá su curso en el Senado, donde en dos debates más se definirá si esa propuesta se convierte en ley. De ser así, se prohibiría la fabricación, importación, comercialización y distribución de plásticos de un solo uso en el país.
La iniciativa, sin embargo, ha causado preocupación entre los productores de plástico del país por los efectos adversos que podría tener en los empleos de alrededor de 220.000 personas que se dedican a esta labor y también en los precios de los productos que actualmente usan plásticos en su empaque.
Según la Cámara de Comercio de Bogotá en Colombia se generan 1,2 millones de toneladas de plástico cada año entre materia prima y productos terminados, con una estimación de $17 billones en ventas. De esta cantidad, el 56 % corresponde a envases y empaques plásticos; los mezcladores, pitillos, platos, cubiertos y similares representan cerca del 3 %.
Después de ese primer acercamiento de Landínez con el activismo ambiental, el libro No one is too small to make a difference, de la ambientalista sueca Greta Thunberg, la impulsó a cambiar su estilo de vida por uno más amigable con el planeta y a compartir el mensaje con más jóvenes por medio de videos y publicaciones en sus redes sociales; desde entonces crea contenido en Juana Going Green dedicado al tema ambiental.
Además de compartir videos sobre sus jornadas de limpieza de playas en el Caribe y de mostrar la diversidad de los ecosistemas marinos, Juanita Landínez explica temas como el día de sobregiro (cuando nos acabamos los recursos que el ecosistema puede regenerar cada año), el impacto del cambio climático sobre las tortugas marinas, la reforestación, el proceso de reciclaje en casa y la importancia de consumir productos locales.
En sus redes, la activista invita a más jóvenes a ser actores activos en favor del medioambiente, pues aunque el presidente Iván Duque habló de lo bien que está el país en temas ambientales durante la COP26 en Glasgow, y se comprometió a reducir las emisiones de metano en un 30 % para 2030, Landínez cree que el verdadero trabajo lo hicieron los jóvenes de todo el mundo que marcharon para exigir justicia climática y los jóvenes colombianos que estuvieron en el lugar para alzar la voz por el asesinato de líderes ambientales en Colombia y para que se tenga en cuenta a las personas que se están viendo afectadas directamente por el cambio climático en Latinoamérica.
“Empecé a publicar desde cosas básicas para la protección del medio ambiente, como la eliminación del uso de los pitillos, y aunque muchos me decían que yo sola no iba a cambiar el mundo, creo que, si somos muchos más los que pensamos en nuestra responsabilidad individual sobre el planeta, sí vamos a generar un impacto mayor”.
En el intento de que su vida fuera 100 % sostenible, Landínez llegó a un punto extremo, al que muchos llegamos cuando nos apasionamos por apoyar una causa: buscaba la perfección en sus publicaciones y en su vida, no concebía usar una bolsa plástica bajo ninguna circunstancia, ni mucho menos comprar una botella plástica, quería
que su estilo de vida fuera coherente con su discurso. Sin embargo, en el proceso se dio cuenta de que nuestro entorno no es precisamente sostenible, el sistema de transporte no lo es, ni el de salud, ni el de educación, y no podemos evadir nuestra participación en el entorno.
A pesar de iniciativas como la electrificación del sistema de transporte Transmilenio en Bogotá, donde se esperaba reducir las emisiones en un orden de 21.900 toneladas de CO2 con la llegada de 379 buses eléctricos en 2020, las principales ciudades de Colombia siguen sufriendo problemas relacionados con la baja calidad del aire, que se ha hecho más evidentes a medida que mejora el monitoreo. “De 78 municipios que cuentan con sistemas de monitoreo, 60 superan el nivel aceptable de concentraciones de 30μg/m3”, según el estudio de caso “Desafíos del transporte urbano para Colombia en el Siglo XXI”, realizado por la organización Climate Chance.
En el camino de comprender nuestra relación con la naturaleza, pero también en el sistema del que hacemos parte, Landínez entendió que es posible (y necesario) hacer concesiones para que el paso a prácticas sostenibles no se convierta en una carga y da un claro ejemplo de situaciones cotidianas que pueden ser parte del cambio: “Estás en la ciclovía, a tu termo se le acaba el agua y no encuentras una botella de vidrio, pues compras la botella plástica, pero ojo, esa botella no la vas a botar, la vas a reutilizar lo que más puedas y luego a reciclar, la idea es tratar de que todo tenga su mayor vida útil”.
Con la llegada de la pandemia en 2020, Landínez se fue vivir con su familia en Barranquilla, donde siguió con sus publicaciones y se dio a la tarea de hacer pedagogía sobre reciclaje y medioambiente en el interior de su familia, compró una caneca para separar residuos y les explicó de entrada que el reciclaje se entrega limpio y seco. Allí encontró que su papá, por ejemplo, no es la persona más ambientalista y, por el contrario, sigue patrones de consumo como el fast fashion, compra de ropa con cortos ciclos de utilidad, y le gusta salir en motocicleta, la cual emite gases contaminantes.
“No puedo ocultar la realidad de mi familia, que a mi papá le gustan mucho las motos, que contaminan un montón; que es going black (como les dice Juanita a quienes no tienen hábitos sostenibles) y que también están en el proceso de aprender sobre la importancia de cuidar el planeta”, explica Landínez. Por eso, uno de sus principios es mostrarse en un espacio natural, pues el mensaje también es que cualquiera puede cuidar el planeta, que no se necesita ser bióloga o profesional en temas ambientales para interesarse. En sus palabras, “un ingeniero, un abogado, un arquitecto, todos pueden cuidar la naturaleza, yo no me las sé todas, pero investigo y en el proceso voy aprendiendo”.
En videos e historias, Juana Going Green trata de llegar a más personas mostrando su cotidianidad y las dificultades que se pueden presentar para llevar una vida sostenible, teniendo en cuenta que es un proceso que no funciona desde los juicios y el afán, pues toma tiempo aprender y aplicar rutinas que no impacten (demasiado) el ambiente.
Parte de su labor de pedagogía es dar opciones a sus seguidores para cambiar paulatinamente sus hábitos de consumo, como comprar comida al granel para evitar los empaques plásticos, utilizar cepillos de bambú que luego pueden ser sembrados, utilizar productos de belleza y aseo que no estén probados en animales, utilizar la copa menstrual durante el período para evitar el uso de desechables como toallas y tampones y, por supuesto, hacer una adecuada separación de residuos para lograr un proceso de reciclaje muy provechoso.
Sin embargo, el acceso a productos como los mencionados todavía es limitado en el país, en donde, de acuerdo con las cifras del DANE, el 42,5 % de la población estuvo en condición de pobreza durante 2020. Por eso, otra forma de contribuir a la sostenibilidad ambiental de Colombia es garantizar la seguridad alimentaria del 100 % de la gente, promover el consumo de alimentos orgánicos y garantizar la estabilidad, los derechos y el trabajo digno de los campesinos, entre otros.
Las prácticas sostenibles de Landínez también están asociadas con la moda, aunque antes era clienta de marcas de ropa que son tendencia y que con frecuencia están cambiando sus colecciones, lo que comúnmente se conoce como fast
fashion, optó por dejar este consumo y ahora intercambia ropa con su mamá, con sus tías y con sus amigas para darle el mayor provecho posible, pues según la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo.
La fabricación de textiles, según la ONU, representa el 20 % del desperdicio total de agua a nivel global y, por si fuera poco, produce el 8 % de los gases de efecto invernadero. Además, el rápido cambio de ropa, ya sea por moda o por su calidad, hace que cada segundo se entierre o se queme la cantidad de ropa equivalente a un camión de basura, ¡cada segundo!
Como activista ambiental, Landínez no limita sus acciones a las actividades individuales o a las redes sociales, también participa en la siembra de árboles con organizaciones como la Fundación Gotas de Amor y Pacto x el Clima. En su cercanía con los ecosistemas marinos, junto a la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, realiza jornadas de limpiezas de playas y recientemente acompañó la liberación de tortugas en Coveñas, Sucre. El 20 y 21 de noviembre estará en una jornada con la organización
Olas sin Plástico en las playas del Pacífico, visitando manglares, en caminatas ecológicas y limpiando playas, actividades que contribuyen al ambiente y promueven el ecoturismo en estas regiones.
En noviembre de 2019 fue jurado en Crea Impacto, un reconocimiento creado por los organizadores de TedX en Bogotá para destacar iniciativas creativas relacionadas con el reciclaje y realizar talleres en pro de la sostenibilidad. En el Día de la Juventud fue panelista del primer conversatorio virtual de esa celebración de la Fundación Sergio Urrego sobre juventudes como parte del cambio, junto a Paula Forero, activista feminista del movimiento 14 por Colombia, y Carlos Caro, emprendedor de Montaigne Bags.
Juana participó también en la campaña #PlanetLoveChallegne, organizada por NatGeo, donde cuidadores del planeta formularon proyectos y campañas para incentivar la preservación del planeta y su mensaje es claro: “Cuando tú cuidas el planeta, además de cuidar ese ser que te da todo lo que necesitas para vivir, cuidas a todos los que lo habitamos, estás cuidando a tu papá, a tu mamá, al que te gusta y al que te cae mal, a todos”.
Sumadas a estas acciones individuales, que procuran un mejor aprovechamiento de los recursos y rutinas de consumo más sostenibles, conversaciones como las que se dieron por estos días en Glasgow muestran que es innegable el papel principal que tienen las acciones de mitigación del cambio climático por parte de las industrias y particularmente los sectores que han tenido más responsabilidad en el deterioro ambiental, así como desde la política pública y la lucha contra las economía ilegales. Solo así parece plausible la meta de evitar que la temperatura del planeta aumente en 1,5°C a final de este siglo.
Para mejorar las prácticas sostenibles desde acciones individuales, la activista considera que hay dos pilares fundamentales. El primero es fomentar e incrementar la educación ambiental, desde el colegio y desde el hogar, a temprana edad, que se enseñen varias formas de reciclar desde las manualidades o el proceso industrial para que la transición empiece ya. El segundo, en sus palabras, es “parar un momento, mirar cada cosa que está a nuestro alrededor, en el escritorio, y pensar de dónde viene eso y que todo al final viene de la naturaleza, que es mucho lo que tenemos que agradecerle y la forma de ser agradecido es cuidarla”.
››La
fabricación de textiles, según la ONU, representa el 20 % del desperdicio total de agua a nivel global y, por si fuera poco, produce el 8 % de los gases de efecto invernadero.