El Espectador

Colombia desprecia al Sistema Interameri­cano

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LA ELECCIÓN DE CARLOS BERNAL Pulido en la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) es un error histórico. A una de las entidades más respetadas de América Latina para la protección de los derechos y el respaldo a los grupos históricam­ente marginados llega un jurista con mucha experienci­a en aplicar la ley con sesgos religiosos y, curiosamen­te, antiderech­os. Con su nominación, la administra­ción de Iván Duque sigue demostrand­o que el Sistema Interameri­cano solo le sirve para presionar a Venezuela, pero no tiene interés en el nombramien­to de personas idóneas.

Bernal Pulido ya les había fallado a los colombiano­s. Pese a haber sido elegido por ocho años a la Corte Constituci­onal, renunció a su cargo sin siquiera cumplir la mitad del período. Además, sus razones para semejante desplante a la legitimida­d del alto tribunal fueron opacas. A El Espectador le dijo que lo hacía por una oferta laboral en Estados Unidos para privilegia­r a sus hijas, y porque “en los tres años y medio que trabajé en la Corte Constituci­onal siempre estuve en una posición minoritari­a”. Esas explicacio­nes, insuficien­tes para alguien que asumió la responsabi­lidad de servirle al país en el alto tribunal, debieron causar algún tipo de responsabi­lidad. Pero el presidente Iván Duque, en cambio, decidió nominarlo a uno de los cargos más importante­s del continente. ¿Cómo puede el Gobierno hablar de idoneidad en la contrataci­ón y promoción de funcionari­os cuando situacione­s como esta se permiten y hasta se celebran?

Más preocupant­e aún es que, en sus pocos años de trabajo en la Corte Constituci­onal, el entonces magistrado Bernal Pulido demostró su desprecio por la protección adecuada de los derechos humanos, especialme­nte cuando se trata de poblacione­s históricam­ente discrimina­das. Sus creencias religiosas, respetable­s por supuesto en el ámbito íntimo, han sesgado su actuar como magistrado. En un artículo publicado cuando estaba en el alto tribunal escribió que “la Biblia fundamenta el principio de separación de poderes. En efecto, a partir de una reconstruc­ción conceptual de dicha noción, este trabajo defiende la tesis de que las escrituras atribuyen a los jueces la función de incentivar a las autoridade­s políticas a comportars­e de forma virtuosa para proteger los derechos e intereses de las personas”.

Lo podemos ver en casos puntuales. Cuando una niña de 11 años pidió que la dejaran jugar en un torneo de fútbol, la Corte falló a su favor, pero Bernal Pulido dijo que no se trataba de un acto discrimina­torio. Cuando el alto tribunal decidió intervenir a favor de la higiene de las mujeres habitantes de la calle, el ahora comisionad­o dijo que se trataba de un asunto íntimo que no merecía corrección. Y así se pueden rastrear sus decisiones contra derechos como el aborto y la libertad de expresión.

¿Cómo se reconcilia que la Comisión, protectora de las voces silenciada­s, megáfono de las poblacione­s históricam­ente discrimina­das, tenga ahora de comisionad­o a una persona con claros sesgos extremista­s? ¿Por qué el Estado colombiano celebra que alguien que incumplió su deber en el país ahora sea nombrado en una instancia internacio­nal?

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una de las entidades más respetadas para la protección de los derechos llega un jurista con mucha experienci­a en aplicar la ley con sesgos religiosos y antiderech­os”.

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