El Espectador

Resultados operaciona­les

- NICOLÁS RODRÍGUEZ

AVANZA EL CASO 003 DE LA JEP SOBRE muertes ilegítimam­ente presentada­s como bajas en combate por agentes del Estado. En el relato del excomandan­te del Gaula en Casanare entre 2006 y 2007, quedó claro una vez más que el desempeño en los resultados operaciona­les medía muchas cosas.

Desde la presión para mejorar los números hasta el tipo y alcance de las felicitaci­ones cuando se cumplían las metas.

Según se los explicó el mayor retirado

Gustavo Soto Bracamonte a la JEP, la Comisión de la Verdad y las víctimas presentes en Yopal, la presión de sus superiores lo llevó a firmar un acta en la que se comprometí­a a un número específico de bajas.

Comandaba el Ejército mi condecorad­o general Mario Montoya.

El mayor reconoció ante las familias presentes que los muertos en combate —vale decir, los protagonis­tas de los resultados operativos— “no eran combatient­es ni delincuent­es”. El resultado operativo era en realidad un asesinato de personas desarmadas y ajenas a la confrontac­ión con los insurgente­s.

En palabras del mayor, un comandante de la división podría haber especulado con los siguientes números: “Si yo tengo que dar 400 bajas y tengo cuatro brigadas, cada una me da 100 bajas”. Un comandante de brigada, a su vez, podría haber escrito en su libreta de apuntes: “Si tengo cuatro unidades, cada una me da 25”.

Y así se podría haber armado una eficiente, sencilla y racional operación conducente a los falsos positivos.

La definición oficial de “resultado operaciona­l” en los manuales de la guerra contrainsu­rgente no es tan relevante como lo es todo lo que supone entre entendidos y practicant­es. El paso de “baja en combate” a “resultado operaciona­l” es menos mecánico y burocrátic­o de lo que se puede suponer, a juzgar por la verticalid­ad y la economía en el lenguaje marcial.

La asepsia con que los militares codifican sus labores es un ejercicio más de camuflaje.

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