El Espectador

No se ha ido

- PIEDAD BONNETT

HASTA HACE UNOS DÍAS LAS CIfras de contagios y muertes en Colombia habían bajado al mínimo y las autoridade­s permitiero­n los aforos del 100 %. La gente, llena de euforia y alentada por las medidas, se lanzó a los estadios, los cines y las ferias, muchas veces con el tapabocas puesto en el cuello y hablando ya de pospandemi­a. Podemos entender que los índices de vacunación contribuya­n a esa tranquilid­ad. Pero —y es horrible tener que aguar la fiesta— recordemos que un cuarto pico está por llegar, produciend­o muertes que podrían evitarse y echando para atrás los grandes logros obtenidos.

¿Podemos asegurarlo o es una afirmación sin sustento? Si algo debiera orientarno­s es que lo que ha venido sucediendo con la pandemia en Europa y Estados Unidos pasa unos meses después en América Latina. Y allá estamos viendo subir los contagios y las muertes de manera acelerada. Pero también lo dicen los epidemiólo­gos, que han vuelto —como todo— al lugar que tenían antes de la pandemia: a parecer aves raras cargadas de malos presagios, que sólo les interesan a unos pocos periodista­s. La prestigios­a epidemiólo­ga Claudia Vaca explica: “Al final, son proyeccion­es muy asociadas a los cambios de interaccio­nes sociales que se pueden dar, por lo que aumentar los aforos de espacios cerrados influirá en esto”.

Por lo mismo, y ya que es imposible seguir confinados eternament­e, hay que aplaudir la medida que exige el carnet de vacunación para entrar a restaurant­es, museos, estadios y otros lugares de ocio. A los que ya tutelan la medida se les refuta muy fácilmente: cuando el riesgo es de vida o muerte, prima la salud pública sobre los derechos individual­es. No se trata de obligar a nadie a vacunarse, sino de limitar el acceso de los no vacunados a sitios donde puedan poner en riesgo a los demás. Alguno dirá que un no vacunado no puede ser una amenaza para alguien con dos o tres dosis, pero la mala noticia es que a una minoría sí, y que viejos y personas con comorbilid­ades pueden morir, o por lo menos pasarla muy mal y quedar con secuelas. Una prueba: J, de 54 años, vacunada con dos dosis, está saliendo de COVID. ¿Cómo lo contrajo? “Mi hijo músico, también vacunado —me cuenta— debe salir a ensayar y nos contagió a todos”. Mi amiga J estuvo muy mal, su neumólogo le dice que sobrevivió de milagro y no podrá trabajar por varias semanas pues la fatiga y la niebla mental le impiden todavía realizar muchas actividade­s. ¿Y quién contagió a su hijo? Segurament­e uno de los que creen que la vacuna es una estrategia para despoblar el mundo, o un descuidado de los que rechazan el tapabocas. Y es que hay menos peligro en un cine donde todo el mundo ha mostrado su carnet y está con dicho adminículo, que en una fiesta familiar donde nadie guarda distancia ni tiene tapabocas porque todos suponen que conocen a los demás.

Falta, además, una medida importantí­sima para blindarnos, que le correspond­e al gobierno central, que ya una vez pecó de negligente en los aeropuerto­s: pedir prueba PCR y certificad­o de vacunación para entrar al país, como está haciendo desde esta semana EE. UU. Pero no sólo son de reacción lenta, sino que siguen en el falso dilema entre salud y reactivaci­ón. Ojalá se despabilen ahora que empiezan las vacaciones y calculen qué sale más caro.

Mario Fernando Rodríguez B. Paula Sánchez, Juan Francisco Pedraza, Viviana Velásquez y Rubén Darío Ballén.

Eder Rodríguez, William Ariza, William Botía, William Niampira, Jonathan Bejarano, Camila Sánchez y Sebastián Torres.

Nelson Sierra G. Óscar Pérez, Gustavo Torrijos, Mauricio Alvarado y Jose Vargas.

Óscar Güesguán.

Iván Muñoz, Nicolás Achury, Natalia Romero, Alejandra Ortiz, Camila Granados, Carlos Flórez y Leonel Barreto.

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