Del Amazonas a Glasgow: Txai Surui y su defense de la selva mas grande
Hace dos semanas, cuando la Conferencia sobre Cambio Climático (COP26) apenas se estaba inaugurando, toda la atención estaba puesta en Txai Suruí. Esta indígena paiter suruí —comunidad que vive entre los estados de Rondonia y Mato Grosso, en Brasil— se dirigió ante la cumbre, con personajes como Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, y Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, en primera fila para pedirles que las negociaciones climáticas no terminaran en simples promesas.
“La Tierra está hablando. Nos dice que no tenemos más tiempo. No es para 2030 o 2050, es ahora. Los pueblos indígenas están en la primera línea de la emergencia climática y debemos estar en el centro de las decisiones que se toman. Tenemos ideas para posponer el fin del mundo”, señaló. Dos semanas después, cuando las negociaciones se están cerrando y los pabellones se empiezan a levantar, no la dejan volver a entrar al centro de medios, del que acaba de salir hace cinco minutos para ir al baño. ¿Por qué? El guardia apenas mueve la cabeza en un gesto de “no” y se limita a decir que son órdenes.
Se siente agotada. Tras su discurso en la COP26 ha recibido ataques de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, diciendo que ella está en contra de su país y sus redes sociales se le han llenado de amenazas. “Son mensajes racistas, misóginos, de odio. Y cuesta soportarlo, porque estoy aquí para hablar por mi gente, por el bosque, por la vida”.
Que haya sido invitada a hablar en la inauguración de la COP26 y que varios medios publicaran su discurso y su historia no significa que en esta cumbre la incluyeran para tomar decisiones. Su acreditación es una naranja, la que les dan a los de prensa y que le ayudó a sacar el portal Eco O y, como todos los que no tenemos una etiqueta fucsia en el carné de acreditación, que solo obtienen las delegaciones oficiales de los gobiernos, no puede entrar a los salones donde se están realizando las negociaciones. “Estamos lejos de lograrlo, porque como sociedad civil no estamos en las salas donde se deciden las cosas. No nos quieren allí. Quieren que hablemos, pero no que decidamos”.
Las cumbres del clima son un mundo en sí mismo. Un mundo en el que solo existe el inglés y en el que se habla con un diccionario propio. Se “insta”, se “instruye”, se “requiere” o se “invita” a que los países se comprometan a ciertas cosas. Dependiendo de la urgencia, se cambia la palabra; “instruir” es la más fuerte. “Invitar” está entre las más débiles. Esas son las palabras que están en el documento que se acordó en Glasgow. Sentir que las soluciones para enfrentar al cambio climático vienen en
ese lenguaje es frustrante y difícil.
“Para entender debo traducir todo a mi lengua. Y es que la COP, las negociaciones de cambio climático deberían ser accesibles para todas las personas, porque es algo que afecta a todas las personas”, cuenta. “Pero tienes que buscar la información, después traducirla. Hay mucha segregación”.
En la COP se habla todo el tiempo de los indígenas. Son las personas que están en la primera línea del cambio climático; pero también, dice el mismo Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), las que mejor conservan los ecosistemas, los bosques. A principios de la semana pasada, a pocos días de que Suruí les hablara a líderes de más de 190 países, Reino Unido, Noruega, Alemania, Estados Unidos, Países Bajos y 17 donantes estadounidenses anunciaron que donarían US$1,7 millones para que llegaran directamente a las comunidades indígenas; pero, puertas adentro, Suruí siguió sin poder hablar en las verdaderas conversaciones.
Teme que se trate de “palabras bonitas, pero sin ver acciones”. “Soy una mujer indígena y, cuando lo eres, debes luchar contra el cambio climático, porque se trata de nuestra vida. En mi territorio estamos muriendo, nuestra tierra está invadida. Hay minería ilegal, deforestación ilegal. Así que tengo que pelear. Lo necesito”.