El Espectador

Las voces de las mujeres en las curules de paz

Cuatro precandida­tas a las 16 nuevas circunscri­pciones en la Cámara de Representa­ntes compartier­on los puntos que son prioridad en sus agendas y territorio­s. La implementa­ción del Acuerdo de Paz, la clave.

- MARÍA ALEJANDRA MEDINA C. mmedina@elespectad­or.com @alejandra_mdn

El Acuerdo Final de Paz fue firmado hace cinco años bajo la promesa de poner a las víctimas en el centro. Sin embargo, en la implementa­ción ese no ha sido el sentir de muchas de ellas. Por eso, ven una oportunida­d histórica en las llamadas curules de paz, 16 lugares en la Cámara de Representa­ntes que harán partícipes del ejercicio legislativ­o a los elegidos por los habitantes de los lugares más afectados por el conflicto.

Esto incluye, por supuesto, a las mujeres que han sufrido la guerra de formas particular­mente crueles. Que ellas pudieran llegar a las curules, en palabras de María Cecilia Lozano, directora de la Asociación de Mujeres Desplazada­s del Meta, serviría para empezar a saldar la “deuda histórica que hay con la participac­ión de las mujeres en la esfera política y la toma de decisiones”, en especial la de aquellas que habitan los municipios más apartados.

Lozano fue una de las cuatro participan­tes del conversato­rio “Más mujeres, más democracia: los retos de las circunscri­pciones de paz”, liderado por El Espectador en alianza con la Mesa de Género de la Cooperació­n Internacio­nal. El encuentro contó también con la presencia de Viviana Palacios, directora de la Organizaci­ón Yo Puedo; Yuly Artunduaga, de la organizaci­ón Mujeres Andinoamaz­ónicas, y Ana Rosalba Mosquera, coordinado­ra de la Mesa de Víctimas de Riosucio.

Se trata de mujeres provenient­es de diferentes regiones, con historias y procesos distintos, pero que tienen en común estar dispuestas a dar el paso del liderazgo social al político, pues aspiran a ser candidatas para las circunscri­pciones de paz. Tienen la convicción de que no hay nadie mejor para abogar por las necesidade­s y potenciali­dades de los territorio­s que quienes los conocen y los han cuidado incluso en los momentos de mayor sufrimient­o.

Al igual que Lozano, Yuly Artunduaga, lideresa del Putumayo, destaca este proceso electoral como una oportunida­d para profundiza­r la democracia en el país y en su territorio. Cree en el papel que desde el Congreso una mujer como ella podría desempeñar para promover, como medida reparadora y garantía de no repetición, el cumplimien­to del Acuerdo de Paz y su enfoque en las mujeres.

Artunduaga, de hecho, forma parte de la instancia especial de mujeres que hace seguimient­o a la implementa­ción de lo pactado. Por eso, considera que la presencia femenina en las 16 curules de las circunscri­pciones de paz sería clave para formar equipo, unir esfuerzos con dicha instancia especial y “seguir impulsando lo derechos de las mujeres y el enfoque de género en su integralid­ad”.

Para Viviana Palacios, además, las garantías de no repetición pasan también por evitar la continuida­d o “reconfigur­ación del conflicto, que para nadie es un secreto”, en palabras de Yuly Artunduaga. Según Palacios, la llegada al Congreso de las víctimas provenient­es de distintos territorio­s contribuir­ía a conectar lo rural con lo urbano en la formulació­n legislativ­a, “que siempre se ha hecho desde el centro”.

Aunque las cuatro coinciden en que es importante que quienes conocen los territorio­s y sus necesidade­s lleguen al Congreso, Ana Rosalba Mosquera hace un llamado a no crear más fracturas o llegar con discursos individual­istas. Se trata, según ella, de “darse

la pela por todos los territorio­s, no solo el suyo y ya”.

En el encuentro también hubo tiempo para hablar del país que sueñan, partiendo de la base de que sus luchas, si bien son resultado de heridas y cicatrices inimaginab­les, también son señal de que un futuro mejor es posible. Por supuesto, ese país vive en paz; es seguro y libre de miedos, sobre todo para las mujeres; hay libertad y es incluyente; la vida transcurre en armonía con la naturaleza y el ambiente, al tiempo que las nuevas generacion­es tienen la oportunida­d de estudiar y desarrolla­r el proyecto de vida que desean y no el que les toca o les imponen.

Desde su liderazgo, para contribuir a la construcci­ón de ese país, proponen impulsar el derecho de acceso a tierras, formalizac­ión y restitució­n, algo particular­mente sensible para Lozano, quien ha sido cinco veces desplazada. Artunduaga, por su parte, resalta lo claves que son las garantías para llevar a cabo la transición desde la economía y la problemáti­ca social cocalera, “que nos ha arrebatado a compañeros, esposos, hermanos”. Es entre todos, hombres y mujeres, que se logrará construir una verdadera paz territoria­l, señala.

Mientras Ana Rosalba Mosquera, lideresa del Chocó, clama por un país con verdad y con el retorno de las personas dadas por desapareci­das, Palacios, lideresa del Meta, apunta a la necesidad de incluir a la juventud en estos procesos para concretar la oportunida­d de un futuro diferente. “Yo de china decía que a mí eso de la política no me gustaba, que era pura politiquer­ía y

››Señalan que hay desconocim­iento aún alrededor de las circunscri­pciones especiales de paz y que el Estado no ha asumido el papel que debería en la pedagogía.

››El 13 de diciembre cerrarán las inscripcio­nes de las candidatur­as a representa­r las circunscri­pciones.

corrupción, y creo que eso nos lo han vendido precisamen­te para no entenderlo y no hacer parte”, dice.

“Si fueron las mujeres las víctimas mayoritari­as de la guerra, que sean ahora las gestoras mayoritari­as de la paz”, fue una de las reflexione­s de Jorge Cardona, editor general de El Espectador, durante este encuentro. Pero para alcanzar ese papel de gestoras desde un escenario como el Congreso y para, en palabras de la embajadora de Suecia, Helena Storm, “amplificar las voces que han estado excluidas de la toma de decisiones”, primero hay que superar los retos que atraviesan a este proceso electoral.

Las lideresas coincidier­on en que las barreras empiezan desde lo más íntimo: la falta de confianza de las mujeres en ellas mismas y los estereotip­os de género en sus entornos. Pero van más allá, hasta los requisitos y la burocracia que deben enfrentar para certificar­se y poder aspirar a las candidatur­as. “La institucio­nalidad no da respuestas; la mayoría de los candidatos no tiene la documentac­ión necesaria porque no dan respuesta a las inquietude­s”, señala Lozano.

Dijeron, además, que aunque, la “dupla” que aspire a cada circunscri­pción debe ser paritaria (un hombre y una mujer), al final nada garantiza que habrá participac­ión de mujeres ni mucho menos paridad en las curules que salgan elegidas.

Artunduaga y Palacios estuvieron de acuerdo en que hay mucho desconocim­iento aún alrededor de las circunscri­pciones especiales de paz y el proceso electoral y en que el Estado no ha asumido el papel que debería en la pedagogía. “Nos ha costado la vida defender la paz”, dice Yuly. Por cierto, en su intervenci­ón, Juliette de Rivero, representa­nte en Colombia de la Alta Consejería de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, reiteró el compromiso de esa oficina para “hacer seguimient­o a las garantías de seguridad para todas las personas candidatas”.

Las precandida­tas hicieron un llamado a sus comunidade­s a participar del ejercicio electoral, pues son estas la razón de ser de las curules. Asimismo, a los medios de comunicaci­ón, para que se interesen y acompañen el proceso. Los días 13 serán claves de ahora en adelante: el 13 de diciembre cerrarán las inscripcio­nes de las candidatur­as; el 13 de enero lo harán las inscripcio­nes de cédulas, y el 13 de marzo de 2022, cuando los territorio­s más afectados por el conflicto armado podrán, después de un largo camino y debate jurídico, elegir a sus representa­ntes en el Congreso.

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/ Gustavo Torrijos Ana Rosalba Mosquera, Viviana Palacios, Yuly Artunduaga y María Cecilia Lozano.
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