El Espectador

Eduart Steele: En sus manos, los demás

El basquetbol­ista sanandresa­no hace parte del equipo local en la Liga WPlay. Además de deportista profesiona­l, Steele es bombero y fue uno de los voluntario­s que atendió el desastre del huracán Iota hace un año.

- FERNANDO CAMILO GARZÓN fgarzon@elespectad­or.com @FernandoCG­arzon

Cuando el huracán Iota devastó las costas e islas del Atlántico, Eduart Steele perdió toda comunicaci­ón con su hermana, que vivía en Providenci­a. La angustia de haberla perdido lo hizo viajar a buscarla. Él, que además de basquetbol­ista profesiona­l es bombero en San Andrés, partió en una lancha con sus demás compañeros a la isla del mar Caribe a los dos días de ocurrida la tragedia.

Al llegar, su primer sentimient­o fue la desolación. El vacío que deja la angustia de recordar lo que ya no se ve, como si jamás hubiese existido. “Parecía un desierto. Todo estaba muerto. No quedaba nada de lo que había antes”, relata Steele. Bella fortuna: su hermana estaba viva, una suerte que muchos no tuvieron. La casa, eso sí, desapareci­ó, se la había llevado la tempestad. Ahí empezó la reconstruc­ción. Primero con los suyos y después con los demás. Veinte días ininterrum­pidos, de seis de la mañana a seis de la tarde. Haciendo refugios con paredes y techos precarios, valiéndose de los materiales que había, y socorriend­o a la gente que se había quedado debajo de los cimientos de las casas. O por lo menos los que sobrevivie­ron. Y en medio del caos, una de las imágenes que Steele más recuerda de esos días es la oscuridad total en la noche mientras las linternas alumbraban como pequeños puntos en el vacío, como si fueran luciérnaga­s buscando un halo de esperanza.

La vida de Steele se balancea entre sus dos profesione­s: bombero y basquetbol­ista. Detrás de cada una se encuentra el motor y la gran pasión de su vida: colaborar con los demás.

Descubrió su motivo desde pequeño, cuando en el baloncesto halló un amor profundo. No porque le gustara mirarlo o seguirlo, sino porque le apasionaba jugar con sus amigos y hacer conjunto con los demás. Por eso, también fue futbolista y voleibolis­ta, porque estando con los otros se sentía más completo.

Steele también llegó a ser beisbolist­a semiprofes­ional, pero jugaba más porque lo llevaba en la sangre que porque le gustara. Su papá, Ernesto Steele, fue una leyenda del béisbol en Colombia y es recordado como héroe en San Andrés. Sin embargo, aunque Eduart intentó seguir ese camino jamás le despertó la misma pasión que los demás deportes, en los que se sentía más compenetra­do con los otros.

El baloncesto fue ese amor que surgió en las calles de San Andrés, donde la pelota naranja es ama y reina. Para los isleños, el bote de la pelota, el aro y el tablero son paisajes de la infancia. Y entre los picados de las calles, los roces, los codazos y las cestas, Eduart Steele forjó su esperanza de llegar a ser profesiona­l.

Por eso atesora los torneos de diciembre, que se organizan en la isla y son una de las competenci­as aficionada­s de baloncesto más importante­s del país. “Esas sí son difíciles, no se puede traer tanto refuerzo como en la liga y son torneos muy físicos”, alega.

De ahí vienen Steele y varios de sus compañeros que están en la nómina que metió a Caribbean Storm Islands en las semifinale­s de la Liga Profesiona­l. Por allá en 2007, cuando recién iniciaban sus carreras y muchos de ellos se fueron al interior del país a estudiar en la universida­d, entre varios amigos formaron un equipo, el “Equipo de diciembre”, para participar en el torneo de fin de año en San Andrés. Cuenta Steele que, además de él, de la actual nómina de Caribbean había otros cinco en esa camada: Luis Almanza, Michael Jackson, William Cabeza, Jorry Downs y Jody Timothy Corpus.

Steele viene de la gente. Y juega y trabaja por ellos. De las docenas de historias que le han dejado sus últimos doce años como bombero y basquetbol­ista, sin duda, la que más recuerda fue la vez que se incendió el relleno de la basura. Él con sus compañeros, y varios bomberos que trajeron desde Bogotá, pasaron casi veinte días apagando el fuego. Recuerda que el día que terminaron buscó un poco de paz. Respiró y sintió la alegría que le da el trabajo en equipo. Atesora ese momento por la dificultad del reto, tras el que se oculta su espíritu de sacrificio. Eso lo motiva y lo hace amar, al baloncesto y también a su isla, a la que quiere regalarle el título del segundo semestre de la Liga profesiona­l.

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/DPB Eduart Steele, con la pelota, durante un partido de la fase regular contra Motilones del Norte, en el coliseo Ginny Bay, de la isla de San Andrés.
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